Like the battle of Waterloo, the battle for Scotland was a damn close-run thing. The effects of Thursday’s no vote are enormous – though not as massive as the consequences of a yes would have been.
The vote against independence means, above all, that the 307-year Union survives. It therefore means that the UK remains a G7 economic power and a member of the UN security council. It means Scotland will get more devolution. It means David Cameron will not be forced out. It means any Ed Miliband-led government elected next May has the chance to serve a full term, not find itself without a majority in 2016, when the Scots would have left. It means the pollsters got it right, Madrid will sleep a little more easily, and it means the banks will open on Friday morning as usual.
But the battlefield is still full of resonant lessons. The win, though close, was decisive. It looks like a 54%-46% or thereabouts. That’s not as good as it looked like being a couple of months ago. But it’s a lot more decisive than the recent polls had hinted. Second, it was women who saved the union. In the polls, men were decisively in favour of yes. The yes campaign was in some sense a guy thing. Men wanted to make a break with the Scotland they inhabit. Women didn’t. Third, this was to a significant degree a class vote too. Richer Scotland stuck with the union — so no did very well in a lot of traditonal SNP areas. Poorer Scotland, Labour Scotland, slipped towards yes, handing Glasgow, Dundee and North Lanarkshire to the independence camp. Gordon Brown stopped the slippage from becoming a rout, perhaps, but the questions for Labour — and for left politics more broadly — are profound.
For Scots, the no vote means relief for some, despair for others, both on the grand scale. For those who dreamed that a yes vote would take Scots on a journey to a land of milk, oil and honey, the mood this morning will be grim. Something that thousands of Scots wanted to be wonderful or merely just to witness has disappeared. The anticlimax will be cruel and crushing. For others, the majority, there will be thankfulness above all but uneasiness too. Thursday’s vote exposed a Scotland divided down the middle and against itself. Healing that hurt will not be easy or quick. It’s time to put away all flags.
The immediate political question now suddenly moves to London. Gordon Brown promised last week that work will start on Friday on drawing up the terms of a new devolution settlement. That may be a promise too far after the red-eyed adrenalin-pumping exhaustion of the past few days. But the deal needs to be on the table by the end of next month. It will not be easy to reconcile all the interests – Scots, English, Welsh, Northern Irish and local. But it is an epochal opportunity. The plan, like the banks, is too big to fail.
Alex Salmond and the SNP are not going anywhere. They will still govern Scotland until 2016. There will be speculation about Salmond’s position, and the SNP will need to decide whether to run in 2016 on a second referendum pledge. More immediately, the SNP will have to decide whether to go all-out win to more Westminster seats in the 2015 general election, in order to hold the next government’s feet to the fire over the promised devo-max settlement. Independence campaigners will feel gutted this morning. But they came within a whisker of ending the United Kingdom on Thursday. One day, perhaps soon, they will surely be back.
(Artículo de Martin Kettle, publicado en "The Guardian" el 19 de septiembre de 2014)
30 comentarios:
Me gusta la idea de Constitución como un todo, y no como un menú en el que cada uno elige lo que apetece y se olvida de todo lo demás.
Ya está bien de posiciones ventajistas.
No hace falta, ya se desgastan solas.
¿Cuánto hace que esa asociación no organiza un acto público?
¿Se hace por pereza o es que realmente no se quiere dar la cara y axplicar las implicaciones y las razones de su actividad?
No creo que el blog sea suficiente para mantener el contacto con quienes, en teoría, son los destinatarios de su actividad.
Valdría la pena considerarlo.
PROYECTO DE LEY ORGÁNICA POR LA QUE SE HACE EFECTIVA LA ABDICACIÓN DE SU MAJESTAD EL REY DON JUAN CARLOS I DE BORBÓN.
Texto disponible en la página web del Congreso de los Diputados.
Proyecto de Ley Orgánica por la que se hace efectiva la abdicación de Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I de Borbón. (121/000098)
Presentado el 03/06/2014, calificado el 03/06/2014
Autor:
Gobierno
Situación actual:
Pleno Enmiendas
Tipo de tramitación:
Lectura Única; Urgente
Plazos:
Hasta: 09/06/2014 De enmiendas
El fiscal general denuncia los “tentáculos de los políticos” en la Administración.
El fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, ha hablado este miércoles de la necesidad de una profunda reforma de las Administraciones públicas para evitar más casos de corrupción. Torres-Dulce enumeró varias acciones que, a su juicio, pondrían coto a los abusos. Apuntó a que en los últimos años se ha dado una "progresiva invasión de asesores", en la administración pública, unida a "la invasión de políticos con sus largos tentáculos", algo que, dijo, ha causado "un daño irreparable", en relación al incremento de la corrupción.
En unas jornadas organizadas por la Asociación contra la Corrupción y por la Regeneración Social (ACCORS) en la sede del Parlamento Europeo en Madrid, el fiscal general también se ha referido a que el Estado necesita "jueces independientes. Sin ellos no es posible que la resolución de conflictos se perciba por la sociedad de una forma justa". Reflexionó que las leyes de transparencia no servirán para nada si no hay una profunda reforma de la administración: "La corrupción dinamita la efectividad del pacto social, lo transforma en algo retórico, en un florero de referencias culturales, debilita el Estado de Derecho y deja sin credibilidad a las instituciones. La corrupción aleja a los ciudadanos del pacto social", aseguró.
Calificó a la justicia como los "cirujanos", de una enfermedad "que hay que atajar con prevención". Y pidió refuerzos para la Fiscalía: "Espero que de aquí a final de año el ministerio fiscal promueva tareas de investigación previas a los procesos. Para eso necesito policías y Guardias civiles a disposición de la fiscalía, igual que peritos tributarios".
El País.
Comentario:
Amadísimos Hermanos: Lo que dice el Fiscal General sobre los asesores lo sostenemos todos los que diariamente nos tenemos que relacionar con la Administración. Es el miedo de los políticos a dejar su cargo y el terror a "tener que volver" a su antiguo oficio, trabajo o profesión el origen de toda la corrupción. El ánsia de perpetuarse en el cargo. No sólo tienen la jubilación asegurada, además, los políticos quieren ser eternos. ¡Qué asco!. Saludos.
Comentario:
Totalmente de acuerdo. Los puestos de libre designación, que últimamente crecen como la espuma y los complementos graciables, lo que generan son funcionarios con los estómagos agradecidos, obligados a cumplir con las ilegalidades impuestas desde el cargo político, o en caso contrario perder sus prebendas. Funcionarios de carrera es la solución, no el problema.
Comentario:
Coincido parcialmente con el Sr. Torres Dulce cuando afirma que la suplantación de funcionarios de carrera por asesores y demás clientes de libre designación ha contribuido al incremento de la corrupción. Sin embargo, la invasión no es reciente sino del modelo felipista de función pública implantado "provisionalmente" en la Ley 30/1984 que ha estado vigente hasta 2007 y que ahora reproduce el modelo del Estatuto Básico del Empleado Público. Una de las asignaturas pendientes de nuestra raquítica democracia y en nuestra degradada y desprestigiada Administración Pública es modificar dicho modelo para que de verdad se cumplan los principios constitucionales de mérito, capacidad , etc... en los cargos públicos eliminando las altas cotas de manipulación e instrumentalización que hoy padece. Lo dice quien conoce de primera mano el sector.
Comentario:
el sistema meritocratico es bueno si todos partimos en igualdad de condiciones, sino tendremos fiscales, inspectores, secretarios, interventores, jueces DE FAMILIA literalmente. un hijo de pobre no puede permitirse despues de pagar la universidad sacando notazas para que le paguen la matricula no ponerse a trabajar y prepararse oposiciones con miles de hojas de temario que hay que cantar palabra por palabra y al ritmo ni mas rapido ni mas lento, tardandose entre 3-6 años. Resultado si un acalde quiere consultar algo a un alto funcionario hay muchas posibilidades de que se FILTRE AL PP.
Comentario:
Menos referendum por la republica y mas saneamiento de la administración.
Me parece muy necesario desmarcarse de la actitud irresponssble de una parte de nuestros líderes políticos, entre los que cuento a una parte del PSOE.
Sería importante que los dos grandes partidos que sostienen los acuerdos constitucionales de la transición se pusiesen de acuerdo para escribir el primer discurso de Felipe VI, y para escoger con cuidado meticuloso el momento y lugar en el que debe pronunciarlo. Porque, dada la mezcla de graves problemas y supinas chorradas en las que en este momento nos movemos e imperceptiblemente nos degradamos, no debe pasar ni un solo día del nuevo reinado sin que se hayan puesto blanco sobre negro las grandes líneas de funcionamiento del Estado. Y entre ellas han de estar, sin duda alguna, la unidad territorial de España, el respeto a la Constitución y a sus procedimientos de reforma, el funcionamiento riguroso de los procedimientos democráticos, y un pacto racional y moderno sobre la cohesión territorial y social del Estado.
¡Que lo diga el rey en nombre de la inmensa mayoría! Que lo sepa todo el mundo. Que nadie se llame a engaño. Y que no pasemos ni un solo día del nuevo reinado zozobrando en la estupidez que cabalga sobre España como si fuese el quinto jinete del apocalipsis. Y por eso me permito sugerirle al nuevo rey lo que en las bodas se le dice a los testigos: habla ahora, buen rey, o calla para siempre. Porque la monarquía, si bien se mira, solo sirve para eso: para hacer solemne lo que debería ser obvio.
xosé luis barreiro
A quienes andamos por ahí, ganando el pan a base de hablar de cuanto ignoramos, nos hacen varias veces al día la misma pregunta: ¿Cuáles son los desafíos a que se enfrenta Felipe VI? Y uno, que para algo es de Lugo, responde: depende. Si pensamos en el propio don Felipe, tiene un enorme reto de entrada: suceder a su padre. Parece una tontería, pero no es sencillo ocupar el sitio de un hombre al que nos hemos acostumbrado a lo largo de casi cuarenta años; que con su sola presencia «llena» el trono; que, a pesar de todos los problemas, mantiene un altísimo carisma, y en una exposición pública permanente que hará inevitable las comparaciones. No es fácil aprobar esa asignatura.
Si pensamos en la institución monárquica, hay que tener presentes los datos demoscópicos: la valoración ciudadana está en descenso desde los primeros años del siglo XXI. El último barómetro del CIS (mes de abril) indica una levísima recuperación, pero insuficiente para hablar de retorno del prestigio perdido. Podría pensarse que se debe al escándalo Urdangarin y al episodio de Botsuana, pero es más profundo: comienza cuando aparecen en las encuestas los españoles que no vivieron el apogeo de la construcción de la democracia. Don Felipe tiene que ganar a esa población. Ignoro cómo se hace, pero por proximidad de edad es de esperar que lo intente y lo consiga. Para su padre era ya muy difícil y quizá fue una de las razones de fondo de la abdicación.
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Si atendemos a una de las misiones que le encomienda la Constitución, la unidad de España, la sucesión llega en el momento crucial: cuando Cataluña tiene convocado un referendo de autodeterminación, el partido más independentista está siendo el más votado y no hay síntomas de entendimiento entre los gobiernos del Estado y la Generalitat. ¿Qué puede hacer un rey sin poderes ejecutivos para frenar la fiebre secesionista y hacer que España vuelva a ser querida en Cataluña? Nada que no haya podido hacer su padre. Pero es evidente que un jefe de Estado no puede aceptar por adelantado la división del país. Creo que veremos a don Felipe más por Cataluña que a todos los reyes y jefes de Estado que le han precedido juntos.
Y, si pensamos en la calle, en la opinión pública normal y corriente, lo que ayer comentamos: alguien tiene que hacer una labor educativa (¡Educación para la Ciudadanía!) para que no avance más esa simplista identificación de referendo y legitimidad. Eso se extiende como la pólvora. Lo hemos visto en Cataluña, y ahora vemos cómo parte del PSOE está dispuesto a romper el pacto constitucional, atrapado por esa seducción.
Conclusión: con que Felipe VI supere estos cuatro desafíos, ya reunirá méritos para hablar de él como un gran rey.
fernando ónega
Ayer me contaron que un catedrático de la UPV, harto ya de estar harto, votó a Podemos. Esta anécdota, si me perdonan el abuso del método inductivo, valdría por sí misma para explicar el nivel de la Universidad vasca. Ésta es la razón de insistir un día más con el populismo bolivariano: ver si un sector de sus votantes se dan cuenta de que la España Tertuliana no es la solución, sino uno de los más graves problemas que plantea.
HAY UN hombre en España contrario a la reforma de la Constitución. Yo mismo. Paul Johnson, el grande, dijo que había pocos privilegios comparables al de escribir una columna periodística. El privilegio se convierte en puramente medieval cuando el columnista, en lo más alto de su voluta, otea el paisaje y siente esa confortable soledad de la opinión, el álgido calorcillo. Sí, no hay la menor necesidad de reformar la Constitución. La reforma quieren hacerla los separatistas: una Constitución española que instaure un sujeto de soberanía catalán: una reforma de usar y tirar que les permita votar y largarse. Están en ello también los exóticos federales que quieren que la federación reconozca privilegios a determinados federados (blindajes les llaman, con su léxico de planchistas), y que la nueva Constitución instaure un indeciso derecho a decidir. Está Herrero de Miñón. Están, asimismo, los regeneracionistas, la sensatez de cuyas propuestas se diluye en cuanto pretenden elevarlas a la Carta Magna: y es que la regeneración no pertenece al ámbito de los principios (constitucionales), sino al ámbito de la acción (leyes). Y luego están esos chicos que quieren reformar la Constitución, pero sólo porque no la votaron: narcisos de la generación facebook, cuyo arsenal de autoatribuidos derechos se cuenta por terabytes. A estos gremios se han añadido en los últimos días los legitimistas: los que quieren una constitución reformada y votada para que el futuro Felipe VI tenga legitimidad popular. Iba a decir que son los más pintorescos, pero en realidad son los más ruines: porque comparan la Constitución española que hará rey a Felipe con los Principios del Movimiento (y aquel harakiri sin sangre) que hicieron rey a su padre. Yo no sé en qué cosas superará Felipe VI a su padre, aunque, sinceramente, me parece que en muchas. Pero si hay alguna en que lo supera, precisa e irrevocablemente, es en la legitimidad: a diferencia de Juan Carlos I, Felipe VI no será rey antes de la democracia sino durante. Sólo por estas razones de decencia ontológica apreciaría mucho que el joven Rey se desentendiera de cualquier complejo que pudieran inocularle. Es posible que la monarquía trajera nuestra democracia, pero lo que es seguro es que ha sido la democracia la que ha traído ahora su monarquía.
arcadi espada
El presidente catalán Artur Mas ha dado un paso más de ruptura con la mejor y más fructífera tradición del catalanismo político de compromiso con la democracia española. Convergència i Unió no votará a favor de la ley de abdicación del Rey, como exigiría la coherencia de la formación nacionalista con una línea de comportamiento pactista centenaria, y ha decidido marcar, con su abstención, su distancia respecto a la institución monárquica. No ha sido una decisión fácil ni mecánica, porque de la trayectoria de CiU cabía deducir un gesto de confianza ante la nueva etapa que se abre con el reinado de Felipe VI.
El súbito radicalismo en el que se ha instalado Artur Mas, expresado ya en la dureza de la declaración institucional tras el discurso del Rey, en la que insiste en que la abdicación no mueve ni un ápice la fecha y la forma de la consulta, no tiene que ver ni tan siquiera con su reciente conversión al credo independentista; sino con la adopción de un estilo intransigente y cerrado al diálogo, que lo fía todo a la excitación y a la movilización callejera. Éste no es el mundo de CiU, de la economía productiva y del gobierno business friendly, sino de la estrategia y el programa de Esquerra Republicana, un motor e inspirador del proceso independentista ajeno a la tradición del catalanismo pragmático y posibilista. Incluso desde un hipotético independentismo como el que practica el escocés Alex Salmond, surgen los gestos amistosos hacia una Corona capaz de seguir asumiendo la pluralidad más contradictoria.
No es éste el camino emprendido por Artur Mas, que no puede escudarse en su ausencia del acuerdo entre los dos grandes partidos para desentenderse. El Rey le llamó en la mañana del lunes para comunicarle su decisión, como hizo con otras autoridades del Estado. El Gobierno y el portavoz parlamentario del PP informaron en tiempo y forma a CiU. A pesar de las excusas de mal pagador y de los adornos posteriores para vestir esta insólita inhibición, está clara la voluntad de Mas de evitar cualquier gesto que pueda interpretarse como de acercamiento o de intento de reconstrucción del consenso constitucional.
Los convergentes explican su posición por la desconexión existente entre la Corona y la sociedad catalana, pero está claro que se trata de una profecía que se cumple a sí misma y que no pretende otra cosa que desconectar la Corona de la sociedad catalana. Es un error, inexplicable incluso desde sus máximas pretensiones.
el pais
Para los socialistas andaluces, no hay debate abierto en sus filas sobre Monarquía y República porque la posición socialista ya “quedó fijada” en la pasada Conferencia Política del PSOE celebrada en el mes de noviembre, donde se aprobó una resolución “ante una posible abdicación del Rey”, señaló Cornejo. En esta cita, los socialistas incluyeron en su ideario el apoyo a la institución monárquica, aunque cuando la propuesta fue leída en el plenario de la conferencia muchos delegados la acogieron con abucheos y silbidos.
No es la primera vez que Susana Díaz influye de manera decisiva para frenar decisiones ambiguas de su partido. Ya paró en noviembre pasado la abstención del grupo socialista a una iniciativa de UPyD contraria al derecho a decidir en Cataluña. La presidenta de la Junta, advertida por algunos parlamentarios, llamó a los diputados andaluces y los socialistas acabaron votando en contra de la consulta en Cataluña.
En Andalucía el debate entre Monarquía y República lo ha planteado en el Parlamento autónomo Izquierda Unida, socio de los socialistas en el Gobierno regional. IU defenderá la semana próxima en la Cámara andaluza una proposición no de ley instando al Gobierno central a convocar un referéndum sobre la forma del Estado. Habrá debate y posicionamiento de los tres grupos, pero los socialistas ya han anunciado que no la apoyarán bajo ningún concepto.
el pais
NORMANDÍA
Los ojos del mundo estarán posados este viernes en la región francesa, donde una veintena de Jefes de Estado, reyes y veteranos de guerra participarán de la conmemoración de la jornada que marcó el inicio del fin de la Segunda Guerra Mundial.
ESTÁN dándose trazas los alborotadores para que los que creemos en el republicanismo como forma de Estado empecemos a abominar de él. A pesar de que no comulguemos de manera incondicional con un régimen heredado por vía sanguínea como el monárquico, la forma en que se está expresando la izquierda más montaraz ejerce de repulsivo para lo que pretenden. Y es que el concepto de república se está subvirtiendo tanto que da la seguridad de que un nuevo frente popular revolotea por la vertical de nuestras vidas. El éxito sorprendente del lenguaraz Iglesias ha ejercido de estimulante para que se clame por una república que en nada se parecería a lo que se estila en países como Alemania o Francia. Y es que viendo lo que se pregona en estas algaradas te convierte en monárquico convencido.
luis carlos peris
ASUSTA a los bienpensantes el auge del republicanismo en España sin tener en cuenta el carácter adventicio y coyuntural del sentimiento. Hace sólo unos años la República era considerada por casi todos el trasto más inútil del desván de la historia, algo inevitablemente ligado a las verrugas de Azaña y los botines de Alcalá-Zamora, a utopías anarco-comunistas y soflamas de orates. Luego vino lo que vino, no tanto la reciente crisis económica como el alud de basura que ha sepultado a las instituciones y dejado al descubierto la mentira que desde hace décadas ha ido corroyendo desde dentro la vida del país. Y así, creciendo a la sombra de las frustraciones de una juventud educada en la nostalgia de una República inexistente, un ideal antañón y desprestigiado se ha podido convertir para ella en el bálsamo de Fierabrás de todos los desgarros sociales, remedio taumatúrgico de la pura llaga que ha vuelto a ser España. A la Monarquía, en ese relato tan pueril como el programa de Podemos, se le reserva el papel de chivo expiatorio de todos los males colectivos, algo previsible desde el estallido de la crisis.
A pesar de tantos pesares, la segunda mitad del siglo XX ha sido para España la época del gran salto adelante, la que nos ha permitido codearnos en igualdad de condiciones con ese mundo desarrollado que hace sólo un siglo parecía ajeno y cerrado para siempre. El gran pecado colectivo de estos últimos tiempos ha sido olvidar los principios de unidad, solidaridad y sacrificio que han hecho posible el milagro; en concreto de nuestros dirigentes, del Rey abajo, abandonar como un traje pasado de moda la ejemplaridad que permite exigir a los demás el cumplimiento de sus deberes, desde el pago de una simple tasa municipal al respeto a la Constitución.
La atropellada abdicación del Rey ha sido la consecuencia de una decadencia física innegable, del creciente desafecto popular y de su incapacidad para hacer frente a una situación gravísima de desprestigio de la Corona y de descomposición de la nación. El príncipe Felipe hereda una difícil tarea, imposible si desde el primer día no se impone como primer deber el de recuperar la confianza de los españoles. La revolución que hoy espera y necesita España no es un cambio de bandera sino de costumbres. Sólo puede venir de arriba y comienza con la restauración de la ejemplaridad.
rafael sanchez
EN coincidencia con el PP y UPyD, el PSOE de González, Zapatero y Rubalcaba se está mostrando como el partido nacional con sentido del Estado -esa responsabilidad histórica que además de gestionar el presente tiene en cuenta la repercusión de sus acciones en el futuro- en el que tantos millones de votantes confían como representante de una izquierda socialdemócrata europea y moderna. Un partido que ha gobernado y tarde o temprano volverá a hacerlo, si no cede a las presiones internas radicales de momento minoritarias, sin arrastrar el país a aventuras que comprometan lo tan duramente ganado por todos en los últimos 34 años.
Es importante subrayar que los logros democráticos obtenidos -con todos los problemas de descrédito de los partidos, erosión de las instituciones o corrupción que se quiera- han sido obra de todos los españoles. Por eso nadie tiene derecho a comprometerlos invocando su particular preferencia. Y mucho menos una minoría, por numerosa que fuere, que pretenda saltarse el ordenamiento constitucional para hacer reales sus fantasías, caprichos, prejuicios, obsesiones o incluso legítimas aspiraciones. Que ganen las elecciones, obtengan la mayoría suficiente, sigan los cauces establecidos y cambien lo que les apetezca cambiar. Porque si siguen este camino, que es el único respetuoso con la legalidad vigente, es que habrían obtenido ese respaldo de la mayoría de los españoles que de momento están muy lejos de obtener.
En este sentido es tranquilizador oír que la ascendente Susana Díaz, tras conocerse la abdicación, mostrara su "más firme confianza en España, en su sistema democrático y en sus instituciones" porque "están previstos todos los mecanismos de sucesión en la Constitución, con plena garantía de estabilidad". Y que ayer mismo añadiera: "Defiendo el Estado de Derecho y la Constitución"
A un inglés le debe sonar a chino que se aplauda que los políticos de una democracia manifiesten su apoyo al Estado de Derecho y la Constitución. Pero es que entre nosotros no faltan los fanáticos oportunistas (nacionalistas o no) que afirman que esto no es una democracia; y los más o menos disimulados totalitarios dispuestos a saltarse las leyes y atacar (no reformar cumpliendo los requisitos establecidos: atacar) la Constitución. Por eso aquí aplaudimos esta obviedad de que haya más defensores.
carlos colón
La abdicación del Rey ha tenido el efecto secundario de poner sobre la mesa el debate sobre el modelo de Estado, una cuestión que excede del actual marco que fija la Constitución y que supone abrir una discusión que no debe ser la cuestión principal en estos momentos. Por un lado, porque la institución monárquica no está discutida hasta el extremo de plantearse un cambio de sistema, y segundo porque iniciar este camino en estos momentos, con el país intentando recuperarse de una grave crisis económica, sería introducir a España en la senda de la incertidumbre y la inestabilidad política cuando la ciudadanía tiene que estar más unida que nunca para terminar de afrontar el duro periplo en el que llevamos años.
En esa línea fueron ayer las palabras del todavía Príncipe de Asturias, que en su primeras declaraciones públicas tras conocerse el adiós de Juan Carlos I y su próxima coronación como Felipe VI apeló a la unidad y a la necesidad de anteponer el bien común de la sociedad española a los intereses particulares. A esta tarea compromete su esfuerzo con espíritu de servicio público el futuro monarca, que llamó a seguirle en esta vía a instituciones, agentes sociales y económicos, entidades y ciudadanos, consciente de que se trata de un proyecto común que requiere del esfuerzo y la implicación de toda la ciudadanía.
el correo de andalucía
En los albores del siglo XXI, parece poco cuestionable que la racionalidad democrática conduce inevitablemente a la preferencia intelectual hacia la república frente a la monarquía. En una sociedad igualitaria, es inconcebible que alguien obtenga por razón de nacimiento el privilegio de una predestinación tan llamativa como es la herencia dinástica. Sin embargo, no todo en el ser humano es racional: existe en cada uno de nosotros un gran universo subjetivo y simbólico basado en sentimientos que son difícilmente reducibles a unas dimensiones cartesianas. En ese universo transitan, por ejemplo, las identidades.
Algunos pensamos, como ha hecho por ejemplo Luis Garicano en un hermoso artículo colgado en su blog de Fedea „"La monarquía: un dique contra la entropía"„, que la monarquía ha sido en este país el engrudo y el símbolo efectivo de una unión imperfecta llamada España, que ha dado lugar a una apasionante aventura democrática que deberíamos preservar.
Sostiene Garicano que, en contra de la pretensión de hacer coincidir las identidades nacionales con las fronteras, los proyectos europeo de 1951 y español de 1978 son todo lo contrario: "Se trata (o se trataba) de de dejar a un lado los proyectos identitarios, construidos a partir de identidades exclusivas y emocionales, el orgullo de ser castellano o la historia única de los andaluces o la identidad histórica de los asturianos o catalanes o vascos, y ser, simplemente, ciudadanos „partícipes en una serie de derechos y obligaciones comunes, en un área de libertad individual y de libre comercio y circulación, española y europea"„.
En efecto, bajo los auspicios de la Corona, que fue la inspiradora de aquella aventura de convivencia, se amortiguaron las identidades más fuertes, incluidas las nacionalistas de la periferia, y se adoptaron las más creativas y solidarias, que por definición no son excluyentes, hasta dar lugar a un proyecto común, basado en un tácito "patriotismo constitucional", que nos ha brindado paz, cultura, desarrollo, prosperidad y presencia en el concierto de las naciones. Hoy, este proyecto se tambalea, y algunos pensamos que vale la pena defenderlo, mejorándolo, en lugar de arrumbarlo para erigir otro de características todavía desconocidas.
La disyuntiva entre monarquía y república ya no es dramática como lo fue en el pasado. Como se ha dicho en estos días, quien quiera cambiar de modelo y esté dispuesto a trabajar por ello, que abogue por una simple reforma de la Constitución. Sin embargo, ni el progresismo ni la integridad democrática pueden regirse por este baremo simplificador ya que hay monarquías excelentes, como la noruega, y repúblicas abominables, como la de Corea del Norte. Y no está claro qué España proponen quienes ahora, sin duda con la mejor buena fe, nos sugieren la conveniencia de cambiar de modelo de Estado. Desde luego, para el nacionalismo identitario, la institución monárquica es un corsé; para los restantes proponentes, los móviles deben ser diversos. En cualquier caso, conviene contemplar esta disyuntiva „y en general el panorama de la política española„ desde cierta altura y con mayor perspectiva: el escándalo Urdangarin, que es gravísimo, no lo es más que el caso de corrupción protagonizado por el expresidente de Israel, Ehud Olmert, condenado a seis años de prisión por soborno? No es tampoco la forma de Estado la que determina la corrupción.
antonio papell
Es una buena noticia o es una mala noticia la abdicación del rey Juan Carlos? Supongo que las dos cosas. Es una buena noticia porque es la primera señal inequívoca, tras varios años de indiferencia y pasividad casi suicida, de que hay indicios de vida inteligente en las altas esferas, es decir, entre la clase dirigente que ahora recibe „y con bastante razón„ el nombre despectivo de «la casta». Por vez primera en mucho tiempo se ha sabido reaccionar ante una situación complejísima que se iba de las manos. Y alguien, por fin, ha decidido que las cosas tenían que cambiar, aunque sea a la manera lampedusiana, para que todo siga igual.
Pero la abdicación también es una mala noticia porque significa que el régimen que surgió de la Transición está malherido, o quizá incluso herido de muerte. Y hasta podríamos decir que ha llegado demasiado tarde, cuando quizá ya no quede tiempo suficiente para rectificar todos los errores que se han cometido en estos últimos años, que han sido muchos, y no sólo por parte de la monarquía, sino de una clase política que ha vivido de espaldas a la realidad y se ha negado a emprender los cambios que se le reclamaban. Porque uno se pregunta si la llegada de un nuevo rey será suficiente para frenar la marea de descontento que ha ido engordando el irracionalismo y el populismo mesiánico que se han instalado entre una gran parte de la población.
Juan Carlos I ha reinado durante 39 años con el apoyo de la mayoría de la población, y eso es un período de tiempo muy largo en este país en el que los gobiernos largos sólo se han mantenido en el poder por el uso de la fuerza. Un proverbio chino afirma que es mejor vivir como un perro en una época pacífica que como un hombre en tiempos de adversidad. Cualquier persona que no sea un tonto o un fanático debería reconocer que durante su reinado hemos tenido el raro privilegio de vivir como hombres en una época pacífica. También sé que el rey ha cometido errores y meteduras de pata, algunos muy graves, pero se mire como se mire, hemos tenido el privilegio asombroso de vivir en unas condiciones que habría envidiado cualquiera de nuestros antepasados, por muy bien que les hubieran ido las cosas. Es cierto que hay muchas cosas que están mal, pero me pregunto qué habrían dado mis cuatro abuelos, que tuvieron que vivir una guerra civil y una larga posguerra, por poder vivir toda su vida adulta tal como la hemos vivido nosotros. Y ojalá alguien pueda decir lo mismo dentro de otros 40 años.
eduardo jordá
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