jueves, 13 de diciembre de 2012

PALABRAS CON MOTIVO DE LA CONMEMORACIÓN DEL DÍA INTERNACIONAL CONTRA LA CORRUPCIÓN.


Reflejamos en esta nota la síntesis de la intervención del Presidente de la Asociación, Julio Guiral, en el acto celebrado ayer en la Biblioteca de Aragón, con motivo de la conmemoración del Día Internacional contra la Corrupción:

Esta Asociación, una vez más, ha querido aprovechar la celebración del Día Internacional contra la Corrupción, establecido por Naciones Unidas el 9 de diciembre, justamente la víspera de la conmemoración del Día Internacional de los Derechos Humanos, para realizar una sesión pública de reflexión sobre la significación de este día, y sobre la necesidad de mantener un compromiso activo y permanente contra la corrupción.

La proximidad entre ambas celebraciones –las correspondientes a los días 9 y 10 de diciembre- no es casual, pues la corrupción debemos considerarla, en todas sus manifestaciones, como una clara vulneración de los derechos humanos.

Ahora bien, para prevenir y combatir un fenómeno que amenaza las reglas de nuestra vida democrática y socava las relaciones de confianza entre ciudadanos e instituciones públicas y privadas, hemos de realizar un esfuerzo para identificarlo, y así poder buscar los mecanismos adecuados para prevenirlo, combatirlo o sancionarlo. En dicha labor juega un papel importante la Convenció de Naciones Unidas contra la Corrupción, aprobada en Nueva York el 31 de octubre de 2003, y ratificada por España en 2006.

NOCIÓN DE CORRUPCIÓN.

No existe el suficiente grado de acuerdo, entre los estudiosos del tema, sobre el alcance de la noción de "corrupción", es decir, sobre el tipo de conductas aludidas o englobadas por tal concepto. Esta circunstancia tal vez justifique, como luego veremos, el que la Convención de Naciones Unidas de 2003 no incluya una definición expresa de "corrupción", lo que no quiere decir que tal noción no se pueda inducir del conjunto de conductas que, como manifestaciones de tal fenómeno, pretende prevenir y combatir.

El primer punto a considerar en la posible definición de "corrupción" es si la misma se refiere exclusivamente al sector público o comprende también conductas que se producen en el ámbito privado: gran parte de las definiciones formuladas restringen el ámbito de la noción al sector público, al entender como corrupción "un uso desviado de los poderes públicos en beneficio partícula" (A. NIETO)  o "utilización o abuso de un cargo público en beneficio propio" (TANZI).

Pero parece evidente que las prácticas corruptas, abusivas o fraudulentas también pueden darse en el ámbito privado, por lo que, de forma más amplia, cabe definir la corrupción como "cualquier abuso de una posición o cargo, tanto público como privado, para beneficio personal, sea éste económico o no". La corrupción es un fenómeno que afecta a la esfera pública y privada. La idea de corrupción organizacional insiste en el debilitamiento de la capacidad de las organizaciones para cumplir con sus propios objetivos. La corrupción reduce los niveles de confianza en las transacciones con las empresas y con el Estado.

Esta visión amplia es la que asume la Convención de Naciones Unidas, al referirse en su articulado, al enunciar las prácticas corruptas a prevenir y sancionar, tanto a conductas propias del sector público como a conductas en el sector privado, de modo que la corrupción pública o privada constituyen, cada una de ellas, un subtipo del concepto general de "corrupción".

Dentro de la corrupción pública, a su vez, podemos diferenciar la corrupción política (gubernamental o parlamentaria), la corrupción administrativa (propia de los funcionarios públicos que trabajan en las administraciones o sector público) y la corrupción judicial (reservada a miembros del poder judicial).

Importa destacar, en este sentido, el amplio concepto de "funcionario público" que utiliza la Convención de Naciones Unidas, en el que queda comprendido cualquier agente que ejerza potestades públicas o administrativas.

La corrupción administrativa es la protagonizada por los funcionarios o empleados públicos, cuando éstos actúan de forma distinta a lo señalado por las normas, con el fin de conseguir un beneficio privado, sea monetario o de otra naturaleza.

De acuerdo con el nivel de rechazo de ciertas prácticas, cabe distinguir entre corrupción negra, gris y blanca (Heidenheimer). Atendiendo al grado de afección a la organización administrativa por las prácticas corruptas, se puede diferenciar la corrupción episódica de la corrupción sistémica. Directamente vinculada a esta idea de la extensión de la corrupción, podemos hablar igualmente de corrupción selectiva o corrupción socializada (la “democratización de la corrupción”). 

Por último, podríamos hablar de corrupción condenada o reivindicada (la corrupción tiene sus defensores –“el aceite que engrasa las ruedas”- y los corruptos tienen sus partidarios).

No hay que olvidar una de las peores manifestaciones de la corrupción: la corrupción de la anticorrupción.

NECESIDAD DE LA ÉTICA.

La corrupción es la negación de la ética, y de ahí la importancia de que la acción contra ella no se aborde exclusivamente desde la legislación, con una visión exclusivamente jurídica –cuya aplicación en modo alguno queda asegurada, cuando no funcionan adecuadamente los instrumentos de control-, sino desde el rearme ético de las instituciones y de la sociedad, reforzando los elementos esenciales de la ética pública y de la ética cívica.

En esa dirección entendemos esencial el reforzamiento de las éticas profesionales y, muy en particular, la ética de los servidores públicos, por un lado, y la ética de los negocios, por otra. Esa doble vertiente es la que hemos querido aunar en este acto de hoy, al combinar el papel de los funcionarios públicos como garantes del buen funcionamiento de las instituciones públicas y la defensa del interés general, y el papel que corresponde a las empresas en el aseguramiento del bienestar de los ciudadanos, en la satisfacción de sus necesidades, en la generación de riqueza.

No podemos demonizar, como tantos hacen desde su limitada óptica, lo público o lo privado. Cada ámbito tiene un campo propio de intervención en la promoción del desarrollo y del bienestar de la sociedad. Un buen gobierno público y una buena gestión empresarial, con un claro compromiso ético, constituyen sin duda la mejor manera de construir una sociedad libre y próspera.

Por el contrario, la combinación de la corrupción pública y de las actividades irregulares de la empresa privada constituye el peor escenario para que ciudadanos, servidores públicos, trabajadores y empresarios puedan desenvolverse de forma honesta y desarrollar su actividad conforme a la legalidad y a los valores propios de su condición profesional.

En anteriores ocasiones, hemos expresado de forma detallada nuestros planteamientos en relación con la necesidad de una infraestructura ética en el seno de las instituciones públicas –hemos abogado por la aprobación de códigos de gobierno o por el establecimiento de normas claras y rigurosas para prevenir los conflictos de intereses de quienes ejercen cargos públicos en las instituciones-, y no queremos reiterarlos ahora.

En la jornada de hoy nuestro interés va a centrarse en el papel que ha de jugar la empresa en el aseguramiento de comportamientos éticos en la vida social, mediante la promoción de lo que se denomina “responsabilidad social corporativa”.

Prevenir la corrupción cabe hacerlo desde ambos lados de la mesa: desde quien cobra o desde quien paga para que se adopte una decisión ilegal, injusta o contraria al principio de igualdad; desde quien da u obtiene una ventaja irregular; desde el lado de los corruptos o corrompibles y desde el lado de los corruptores.

Queremos hoy abordar el papel que puede jugar la empresa para frenar el fenómeno de la corrupción, algo que hoy parece anegarlo todo, pues es difícil imaginar un país en el que la corrupción, ya sea en forma de delitos o de abusos injustificados, haya afectado al máximo responsable del empresariado y a la máxima autoridad del poder judicial. 

Debemos transformar en círculo virtuoso lo que hoy se percibe de forma muy amplia como un insoportable círculo vicioso.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Habeis hecho algún estudio del numero de iniciativas que desarrollabais con el Gobierno de Iglesias y de las que desarrollais con el Gobierno de Rudi. Es que las comparaciones son odiosas. Esto es un dicho. Viva la libertad de expresión y del ejercicio del derecho de petición también.

Anónimo dijo...

Aqui va otra. Vais a recurrir temas como el de los días, las vacaciones, las pagas extraordinarias, o mejor seguireis con estas disertaciones sobre la corrupción etc.etc.etc. Un poquito del derecho de petición no estaría de más. Solo un poquito.

Anónimo dijo...

Y la última, como va el tema de las comisiones, de los traslados, de los interinos, de la oferta que no se ejecuta. Nos hemos olvidado de todo. Amnesia selectiva se llama.

Anónimo dijo...

Tal vez la sana crítica sea dolorosa viendo vuestro devenir y vuestro camino trazado. Por encima de todo la coherencia. Se os ve coherentes. Claro, se nota quien gobierna. Va bien el prestigio intelectual. Pero que muy bien.

Anónimo dijo...

Y no os preocupeis que ya pensamos que no habreis de publicar nada. Que no es ético. Como era eso de la ética? No hace falta que hagais nada. Vuestras acciones y omisiones hablan por si mismas.