jueves, 21 de abril de 2011

¿NO HA DE HABER UN ESPÍRITU VALIENTE?

No habrán pasado inadvertidas a muchos las ideas que, en un reciente artículo de opinión aparecido en prensa, expresaba Chaime Marcuello, profesor de la Universidad de Zaragoza, sobre el creciente miedo a censurar al poder político en nuestra Comunidad Autónoma. En dicho artículo, titulado "Síntomas inquietantes", se decía que si te posicionas en contra de quienes tienen el poder, corres el riesgo de que su venganza caiga sobre ti y tu futuro. No se admiten la crítica y la discrepancia, como sería lógico en un sistema plural, libre y democrático: si te metes con ellos, te la guardan, y tarde o temprano te pasarán factura. En dicho artículo, tras los análisis y ejemplos oportunos, se llamaba a no ceder a la lógica del miedo.

Pareciera que el miedo, como instrumento de dominación política propio de los sistemas autoritarios -ahí tenemos bien visible el ejemplo de las autocracias árabes, desmoronadas cuando los ciudadanos les pierden el miedo-, fuese un factor que lamentablemente forma parte de la cultura de gobierno en nuestra Comunidad Autónoma.

Desde esta Asociación no podemos sino dar la razón al profesor Chaime Marcuello y compartir sus preocupaciones por la suerte de nuestra sociedad, si el miedo lograra inocularse en sus miembros y se renunciase a la libertad propia de los ciudadanos por miedo al poder. ¿Cómo es posible tener miedo al poder en una democracia? ¿Cabría mayor contrasentido?

Cuando esta Asociación no era más que un proyecto, muchos -creemos que con preocupación sincera por nuestra suerte- nos alertaban del riesgo que corríamos, del peligro que nos acechaba, de la venganza y el escarmiento que íbamos a sufrir por nuestro ejercicio de libertad, intolerable para el núcleo del poder instalado en el Pignatelli. Nunca concedimos ninguna credibilidad a tales advertencias, y nos parecieron una expresión más de la urgencia de reaccionar frente a un ambiente cada vez más alejado de los valores y exigencias democráticas, donde el desistimiento del derecho caminaba de la mano de la búsqueda del favor. ¿Podíamos permitir que la moral de la función pública llegase a tal grado de abyección, sin reaccionar?

Somos conscientes del espacio de libertad que esta Asociación representa en el interior de la Administración de la Comunidad Autónoma y de que su existencia no sólo es un ejercicio de ciudadanía en el seno de la Administración, sino en el conjunto de la sociedad. Los servidores públicos -para sorpresa de muchos- somos los primeros en reaccionar contra abusos de poder y casos de corrupción del Gobierno de Aragón, denunciando, por ejemplo, la utilización fraudulenta de puestos de trabajo ante la Fiscalía General del Estado o denunciando a su Presidente, Marcelino Iglesias, por vulneración del derecho fundamental de petición. Estamos empeñados en acabar con la cultura de la impunidad existente en nuestras instituciones y en mostrar que cabe ejercer la libertad propia de los ciudadanos de un Estado de Derecho, reclamando explicaciones y rendición de cuentas a quienes gobiernan o solicitando medidas a quienes nos representan en las Cortes de Aragón.

No sólo consiste en rechazar el miedo -que muchas veces se invoca como justificación para no actuar-, sino en afirmar que una democracia exige ciudadanos y servidores públicos con coraje cívico, dispuestos a defender el respeto de las leyes, dispuestos a hacer valer sus derechos y a censurar aquellas prácticas de gobierno impropias de una sociedad de ciudadanos libres, dispuestos a trabajar por la dignidad de todos, y el primer requisito de la dignidad de una persona es no ceder a la amenaza o a la represalia -explícita o latente- por ejercer sus derechos.

El único miedo que ha de existir en una democracia es el del ciudadano o gobernante que vulnera las leyes de convivencia, que defrauda la confianza de los ciudadanos, que abusa del poder que se le ha otorgado para servir al interés general. Sólo ese miedo puede dignificarnos como sociedad, un miedo que venga a sustituir la actual cultura de la impunidad que se practica por una gran parte de nuestra clase política.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Qué tipo de gente nos gobierna, entonces?

Anónimo dijo...

Una isla de libertad en un océano de sumisión. Y de miedo.

Anónimo dijo...

¿Y si fueran ellos quienes empezaran a sentir miedo? ¿Os imaginais que quien cree estar por encima de las leyes y sentencias viera de repente amenazado su futuro político, el único que tiene, por una más que merecida inhabilitación?

Anónimo dijo...

Buen verso de Quevedo como título de esta nota.

Anónimo dijo...

No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.

¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

Anónimo dijo...

"Algo hay en el formato mismo de los blogs que estimula un desarrollo casi canceroso de nuestro ego"

Anónimo dijo...

¿Hasta ese punto?

Anónimo dijo...

¿Por qué tanta servidumbre voluntaria dentro de la función pública?

Anónimo dijo...

¿Por qué lo toleramos?

Anónimo dijo...

Por el dinero, por el nivel, por el estatus profesional... Por el premio de la promoción o el castigo de la relegación.

Anónimo dijo...

Por fruslerías.

Anónimo dijo...

Por un plato de lenteja.