La lucha por una función pública constitucional, al servicio de la democracia y de los ciudadanos, no podía separarse de su inevitable contexto, como era el funcionamiento del conjunto de las instituciones públicas. La reacción de buena parte de la clase política, con una indisimulada animosidad hacia la aparición de esta Asociación, nos confirmó el acierto de nuestra iniciativa, pues era evidente que una función pública anestesiada y carente de aliento democrático -absolutamente sometida y derrotada moralmente- era una condición necesaria para el modelo de gobierno que se auspiciaba por la coalición del momento, donde lo público parecía haber pasado a ser considerado como mera oportunidad de negocio o de colocación.
El conocimiento real de la situación -dada la opacidad reinante- había que sustituirlo por la intuición y los indicios de utilización irregular de las potestades públicas, sometiéndolas a intereses ajenos a los del interés general. Sólo una clase política carente de la menor referencia democrática sobre su papel pudo, como hizo la Mesa de las Cortes de Aragón, negar a los ciudadanos la legitimación para dirigir peticiones al Parlamento autonómico, vulnerando así el derecho ejercido por esta Asociación, y así quedó proclamado por el Tribunal Constitucional al estimar el recurso de amparo formulado. Dicho pronunciamiento no motivó la menor reacción por parte de los grupos políticos de la Cámara, lo que supone un claro indicio de la esclerosis democrática de nuestro entramado institucional.
Defender los principios y valores constitucionales de la función pública, algo esencial si queríamos mantener un mínimo de autoestima como servidores públicos y seguir creyendo en el importante papel que nos correspondía en el aseguramiento del funcionamiento y del vigor del Estado de Derecho, nos obligó a ampliar nuestro campo de acción, asumiendo como objetivos el esfuerzo en promover criterios de buen gobierno y buena administración, lo que supuso entrar en abierta confrontación con la clase política entonces hegemónica.
Han cambiado parcialmente los equipos de gobierno -seguimos con gobiernos de coalición, lo que es una clara hipoteca para revisar a fondo la acción de gobierno de la anterior etapa, y baste como ejemplo el estruendoso silencio sobre la liquidación de ASAEL- y las circunstancias económicas parecen la coartada perfecta para manejar a su antojo las condiciones de la función pública. Desconocemos algo tan básico como el horizonte que se desea establecer para las Administraciones Públicas en Aragón, más allá de la posible reordenación de sus competencias y estructura. Carecemos de debate público sobre el futuro de la función pública, más allá de la protesta constante por los continuos recortes y la indefinición creciente del futuro.
En este contexto, esta Asociación considera más necesario que nunca promover el ejercicio público de la razón por parte de quienes se hallan comprometidos con una función pública profesional, esencial en nuestro modelo constitucional de Estado, y renovar nuestro compromiso con objetivos irrenunciables de regeneración pública, tanto política como administrativa. Ha de desterrarse el clima de impunidad de que han gozado buena parte de nuestros responsables políticos y financieros en el pasado -esta Asociación ha sido testigo directo de la resistencia de la Fiscalía a indagar la realidad de ciertas irregularidades denunciadas, como la utilización fraudulenta de los puestos del personal eventual de los gabinetes del Gobierno de Aragón, que fue denunciada en su día ante la Fiscalía General del Estado-, y para ello hemos de convertir en una de nuestras prioridades el trabajo dirigido a la regeneración de nuestras instituciones políticas y, en particular, de los órganos de control llamados a velar por el buen ejercicio de las funciones públicas.
Los pasos que puedan darse en esa dirección -como la anunciada Ley de Transparencia, Participación Pública y Buen Gobierno por parte del Gobierno de Aragón- han de ser reales y coherentes con el resto de actuaciones. En ocasiones el mejor desmentido a las pretendidas medidas de transparencia y buen gobierno es el modo de desempeño de las responsabilidades públicas, lastrado por las prácticas y vicios que en teoría se pretende superar. Por ello, la presión ciudadana es esencial para que podamos recuperar el control democrático de nuestras instituciones, porque no podemos olvidar que las instituciones son públicas y por ello de todos los ciudadanos, y no de quienes han pretendido apropiarse indebidamente de ellas. Esta ha de ser una línea de acción prioritaria para el año 2013 que ahora se inicia.
5 comentarios:
A ver si reaccionamos de verdad y no solo de boquilla.
¿Regeneración Pública????. De ilusión también se vive. Esta Admón que nos toca sufrir ni es seria ni tiene mucho de PUBLICA ni coherente con un principio de legalidad que se supone en todo estado de derecho, en cualquier pais democrático ...
Hec tiempo que no visitaba vuestra páginas.
Veo que os habéis librado del pesado comnetarista de las preguntas retóricas.
Enhorabuena por eso, y sobre todo por vuestra labor. Ojalá sigaís en este año defendiendo la función pública como lo hacéis. Sois necesarios. Gracias.
Reaccionar, entiendo yo, es también mantener un blog como éste. Gracias a la ADFPA por seguir haciéndolo posible con su esfuerzo y trabajo.
Ciertamente, necesitamos más vitalidad, recuperar en la Asociación la que hemos perdido en los ultimos meses. Hay que dar más guerra.
Saludos.
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