jueves, 24 de octubre de 2013

NADA SE IMPROVISA.



¿Dónde se reflexiona sobre la Administración o la función pública en nuestra Comunidad Autónoma? ¿Cómo es posible imaginar que pueda surgir de la nada un modelo de función pública profesional, si no se reflexiona sobre sus exigencias o no se experimenta sobre sus elementos necesarios? ¿Cómo podemos pretender fijar un horizonte sugestivo hacia el que avanzar cuando lo proyectado no guarda conexión alguna con la realidad diaria de quienes trabajamos en la Administración Pública? ¿Cómo afrontar la superación de inercias y malas prácticas que han reducido nuestra organización a la rutina y al desencanto? ¿Cómo regenerar la organización y cómo recuperar la satisfacción personal por el trabajo en la función pública?

No se improvisan los modelos ni tampoco las alternativas posibles a la deficiente realidad en la que estamos instalados y a la que no podemos ni debemos resignarnos. Como profesionales y como organización no podemos renunciar a un horizonte óptimo, al que todos debemos contribuir con nuestro esfuerzo, con nuestro ejercicio de autocrítica, con nuestro compromiso con los otros para asumir retos conjuntos y evitar que la cultura de la organización se diluya con motivo de la atomización de la función pública y el repliegue creciente de quienes piensan que no compensa la implicación con los objetivos de la gestión pública, pues el mérito y la vocación de servicio público no merecen apenas respeto ni consideración por parte de quienes dirigen ayer u hoy la Administración.

No podemos vivir engañados, creyendo que podemos avanzar hacia un modelo de función pública eficiente y comprometida con el Estado de Derecho cuando, cada día, somos testigos del progresivo deterioro de los principios constitucionales a los que debería ajustar su organización y actividad la Administración Pública.

Tampoco podemos desistir de nuestro compromiso con la única función pública digna de tal nombre, ni abandonar el trabajo emprendido para aportar nuestro esfuerzo en la inaplazable tarea de reconstruir nuestras instituciones desde la coherencia con los principios democráticos y los valores constitucionales. Sin improvisación, y gracias a un esfuerzo constante y sostenido en el tiempo, podemos confiar en que nuestras Administraciones Públicas sirvan, de verdad, para lo que están diseñadas, para asegurar el interés general y los derechos de los ciudadanos, y contribuir al bienestar de la sociedad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ojalá sucediese algo así.

Anónimo dijo...

Y que lo veamos.