jueves, 30 de mayo de 2013

ECO DE UNAS MAGNÍFICAS JORNADAS.



A lo largo del martes y del miércoles de esta semana, en sesiones de mañana y tarde, se han celebrado en el Palacio de la Aljafería las Jornadas relativas a “La necesaria reivindicación de las instituciones”, organizadas por la Fundación Manuel Giménez Abad, cuyo planteamiento no podía resultar más oportuno ni su desarrollo más satisfactorio. A lo largo de las diferentes ponencias, para las cuales se seleccionaron prestigiosos especialistas de cada una de las materias a abordar, se habló de mercados, de ética y calidad democrática, de instituciones políticas, de poderes públicos, de medios de comunicación y de sociedad civil.

Desde distintos enfoques y perspectivas se ha destacado el papel determinante de las instituciones en el bienestar de las naciones y la oportunidad y necesidad de reformarlas y fortalecerlas para que puedan cumplir su función de forma eficiente. Las virtudes institucionales que se daban por descontadas –acaso en un irresponsable acto de fe o de confianza infundada, al haberse abandonado la actitud vigilante que en todo momento deben ejercer tanto la ciudadanía como los medios de comunicación- o no existían o habían dejado de existir, como señalaba el economista Antón Costas. Pero ello no es razón para prescindir de ellas, sino -todo lo contrario- para recuperarlas y rehabilitarlas.

Victoria Camps alerta sobre la falta de identidad moral que parecen presentar las democracias en nuestros días, dado el individualismo excesivo que domina en nuestras sociedades, lo que significa una falta de identidad moral de la ciudadanía, pues los únicos sujetos morales posibles son las personas. Es necesaria una apelación a las virtudes, entendidas como buenos hábitos, destacando entre las más necesarias el respeto recíproco –como complemento requerido a los derechos civiles-, la razonabilidad –con la que ser capaces de construir una razón pública, en el ejercicio de los derechos de participación política- y la solidaridad –como fundamento y guía de los derechos sociales-, a las que necesariamente habría que añadir la valentía como primera virtud, a la que ha de apelar la sociedad civil para afrontar las múltiples crisis del momento actual.

Las dificultades y las crisis son inherentes a la vida social. Por ello, a la vista de las múltiples y diversas aproximaciones al conjunto de problemas que hoy ensombrecen el panorama político, económico e institucional español, se impone un ejercicio de prudencia, marcado por la razón y por la solidaridad. También se impone una autocrítica reflexiva sobre los errores de unos y otros, pues el ciudadano que se ha desentendido de sus responsabilidades cívicas no puede ahora cargar airado contra las instituciones y la clase política como únicos responsables. Ni es razonable satanizar a la Unión Europea cuando ésta impone su disciplina. Se requiere coraje cívico y mantener la perspectiva que da saber las altas cotas de libertad y de igualdad alcanzadas por nuestra sociedad. Saber renunciar a algunos logros no es necesariamente renunciar a nuestro modelo de sociedad, sino acaso preservarlo. Soltar lastre, en algunas circunstancias, es preciso para remontar altura, pues el rechazo a perder algo puede ser la causa de perderlo todo. Pero es necesario que las renuncias sean resultado del pacto y el compromiso, de la lealtad entre todos, preservando las señas de identidad de nuestro proyecto de vida en común.

La sociedad española –si alguien lo dudaba, las Jornadas celebradas lo han dejado bien patente- cuenta con recursos suficientes para hacer frente a las actuales dificultades, y para superarlas si cada cual asume su propia responsabilidad, y contribuye activamente a impulsar las soluciones a los diferentes desajustes, preservando para ello el papel insustituible que corresponde a las instituciones, pues son éstas las que hacen posible que la sociedad no sea un mero agregado de individuos sin la adecuada articulación, son las que permiten la toma de decisiones colectivas y su posterior aplicación. Son las que posibilitan garantizar la libertad y avanzar hacia cotas mayores de igualdad jurídica y material.

Una sociedad madura –como reflexión de cierre realizada por Javier Gomá- es una sociedad que asume sus imperfecciones y límites. Debemos aspirar a instituciones y ciudadanos modélicos, pero sabiendo y aceptando que los límites y las imperfecciones son consustanciales a toda obra humana, incluidas las instituciones democráticas. Cuidar las preciadas instituciones democráticas de las que nos hemos dotado, con todas sus imperfecciones, es nuestra primera obligación, para después empeñarnos en su mejora y perfeccionamiento. Al igual que se apuntala un palacio, para evitar su ruina, antes de proceder a su rehabilitación.

Sólo la democracia nos reconcilia con nuestra dignidad, pese a nuestras imperfecciones, al tomar éstas en consideración en su diseño, y nos da la posibilidad de corregirlas o atenuarlas, a través de una convivencia civil que facilita nuestro desarrollo moral como personas y ciudadanos. Esta Asociación ha tratado de preservar, en todas sus actuaciones, el valor insustituible de las instituciones democráticas –más allá de la oportunidad de cambios y reformas-, lo cual debe entenderse plenamente compatible con la contundente denuncia de quienes, con un ejercicio irregular y arbitrario del poder político, socavan su fortaleza y su credibilidad y defraudan la confianza de los ciudadanos. Bueno es ver reafirmadas estas ideas en unas estupendas jornadas por las que no cabe sino felicitar a la Fundación Giménez Abad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lástima el no haber podido acudir.