jueves, 20 de junio de 2013

LA INCAPACIDAD DE DIRECCIÓN Y LA LIBERTAD DE CESAR.



El goteo continuo de ceses en el área de servicios sociales y los nombramientos arbitrarios y extravagantes que les suceden –tanto en servicios administrativos como en centros especializados de atención social- empiezan a ser una muestra de la evidente incapacidad para la gestión de quien ha asumido, en los últimos meses, la dirección del Instituto Aragonés de Servicios Sociales.

La capacidad de dirección ha de acreditarse en las habilidades para marcar objetivos, coordinar equipos y cohesionar personas, sacando de cada profesional lo mejor de sí mismo y sumando el esfuerzo y la capacidad de todos y cada uno en un proyecto colectivo de indudable valor. Por el contrario, la mala dirección sólo puede degradar la calidad del esfuerzo y trabajo común de los profesionales, al inocular en la organización la desconfianza, la sospecha, la descalificación, la arbitrariedad y el sectarismo, y sembrar un desánimo generalizado. Una organización rota y desalentada es una prueba irrefutable de la incapacidad de quienes la dirigen.

La incapacidad política se intenta esconder tras la acusación de ineficiencia administrativa de los funcionarios públicos, que se concreta en constantes ceses y relevos, de manera que siempre se señala a los responsables administrativos de servicios o centros como únicos responsables del deficiente balance de gestión.

Hay directores generales que se creen con la capacidad de decidir de forma personal e inapelable sobre la suerte profesional de todos los funcionarios de su organización, reclamando para sí la máxima libertad de decisión, tanto para remover a quienes ocupan puestos de libre designación o desempeñan puestos en virtud de comisión de servicios -a la menor discrepancia-, como para alterar estructuras y competencias que permitan prescindir o apartar a funcionarios incómodos, es decir, celosos en el respeto de los procedimientos y en la aplicación de las normas.

No es posible que la Administración quede a merced de quienes carecen de capacidad para gestionar políticas públicas y dirigir recursos humanos, y mucho menos cabe admitir que los profesionales de una importantísima área de acción pública, como es la de servicios sociales, deban sufrir el permanente ataque que conllevan el descrédito, la descalificación, la desconfianza, la indiferencia o el desprecio que se desprende de unas maneras de dirigir que debieran ser erradicadas cuanto antes del Instituto Aragonés de Servicios Sociales. De no producirse este inaplazable relevo, seguiremos siendo testigos de ceses arbitrarios y delirantes nombramientos, cuyo único denominador común lo constituyen la carencia de habilidades directivas, la irracionalidad y la patrimonialización partidista de los servicios públicos.


6 comentarios:

Anónimo dijo...


¿Y el Consejero está al margen de todo esto o deja hacer sin más?

Anónimo dijo...


Es de agradecer que se diga esto con claridad.

Anónimo dijo...



¿Cuál es el precio que se paga por la incompetencia de un directivo?

Anónimo dijo...



¿Quién resarcirá por todos los daños causados a la organización y a los profesionales?

Anónimo dijo...




Esto no puede quedar en una simple nota: hay que ir más allá, a una denuncia ante los máximos responsables del Gobierno de Aragón.

Anónimo dijo...

Hay directores generales y jefecillos a su servicio que deciden de forma personal y arbitraria la suerte profesional de todos los funcionarios de su organización, con la máxima libertad de decisión, tanto para remover o apartar a funcionarios incómodos, es decir, mas celosos en el respeto de los procedimientos y en la aplicación de las normas que en comerles la oreja y apesebrarse en su cortijo