lunes, 31 de diciembre de 2012

FINAL DE AÑO CON APROBACIÓN CIUDADANA, NUEVA RAZÓN PARA EL COMPROMISO.


Ayer, se dieron a conocer los resultados del estudio de opinión realizado por Demoscopia para el diario El País, relativo a confianza institucional, en el que se refleja el nivel de respaldo a aprobación por parte de los ciudadanos de diferentes instituciones, organizaciones o coletivos profesionales. Los datos de dicho barómetos son de extraodinario interés para conocer el nivel de confianza de los ciudadanos en las instituciones públicas o en aquellos colectivos u organizaciones, de carácter público o privado, con un especial protagonismo en el desarrollo de nuestra vida social y política, es decir, en el funcionamiento de nuestra democracia.

Dicho estudio arroja un dato que no podemos dejar de subrayar, pues apuntala claramente el papel central que corresponde a los servidores públicos en el funcionamiento tanto de nuestras instituciones públicas como del conjunto de los servicios públicos que vienen a atender los derechos e intereses de los ciudadanos y a asegurar, al mismo tiempo, el interés general a través del respeto a la legalidad.

Los funcionarios públicos, en el nivel de confianza ciudadana, ocupan la decimocuarta posición, justamente por detrás de las Fuerzas Armadas y por delante del Príncipe de Asturias, pero también del Rey y de las principales instituciones públicas del Estado, como son, por orden de apoyo ciudadano, el Defensor del Pueblo, el Tribunal Supremo, los tribunales de justicia, el Tribunal Constitucional, el Gobierno del Estado y el Parlamento (las Cortes Generales). Conforta, como servidores públicos, recibir un apoyo claro de la ciudadanía (del 66%), después de la intensa campaña de desprestigio público que se ha lanzado desde la clase política y empresarial y buena parte de los medios de comunicación de este país.

Es posible que, en el desarrollo de la actual crisis fiscal y a la vista de los numerosos recortes realizados en las Administraciones Públicas, los ciudadanos hayan podido constatar con claridad que los funcionarios públicos son quienes sostienen el funcionamiento de los servicios públicos que hasta ahora han servido, en gran medida, para legitimar al Estado. Si la valoración genérica de los funcionarios públicos es aceptablemente buena, la que se hace en especial de ciertos colectivos como los profesionales de la enseñanza pública (86%) o de la sanidad pública (76%), o de la Universidad (78%) o de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (77%) es todavía mejor. Es decir, no solo se valora en su conjunto a los funcionarios públicos, sino que se destaca la aprobación a quienes trabajan en las áreas más apreciadas por los ciudadanos.

Este dato nos satisface especialmente a los miembros de esta Asociación, pues siempre hemos mantenido la necesidad de que los servidores públicos gocen de legitimidad social por el desempeño de sus funciones, más allá del mero acomodo a las reglas de funcionamiento de la Administración Pública. Solamente si los ciudadanos aprecian la función de los funcionarios y valoran a las personas que conforman la función pública, por su profesionalidad y por el valor intrínseco de su función para la garantía del Estado de Derecho y el correcto funcionamiento de los servicios públicos, es posible gozar de credibilidad frente a quienes, por diferentes motivos, quieren erosionar o debilitar la función pública profesional diseñada por nuestra Constitución y el actual marco normativo. Ello no quiere decir, ni mucho menos, que los riesgos y las insuficiencias que se acumulan de manera cada vez más preocupante, no exijan una labor constante para preservar los principios esenciales del modelo de función pública y la calidad del trabajo del conjunto de los servidores públicos, como organización al servicio de la democracia y de los ciudadanos.

No obstante la buena calificación obtenida por los funcionarios públicos, el barómetro de confianza institucional arroja datos claramente preocupantes respecto a la salud democrática de nuestro país, pues resulta incomprensible desde una óptica política la pésima calificación obtenida por el Parlamento, la institución que se conforma, precisamente, por las personas directamente elegidas por los ciudadanos. Harán bien los diferentes Parlamentos -nacional y autonómicos- en reflexionar sobre su labor y su grado de apertura a los ciudadanos. Su papel es insustituible -en modo alguno compartimos estrategias del estilo de las convocatorias para Rodear el Congreso-, pero los ciudadanos han de tener más presencia tanto en las instituciones como en el espacio público, donde se debaten los problemas colectivos. España no es sólo una democracia representativa, aunque evidentemente es uno de sus rasgos principales, sino que también se prevén mecanismos de participación directa de los ciudadanos en los asuntos públicos, y ambas esferas no están debidamente articuladas.

Precisamente, para recordar que los ciudadanos cuentan con instrumentos de participación directa -como el derecho de petición reconocido en el artículo 29 de la Constitución como derecho fundamental de todos los españoles-, y para instar a la institución parlamentaria a realizar iniciativas con las que restaurar la confianza de los ciudadanos -imprescindible para que quepa hablar de autogobierno democrático-, esta Asociación va a dirigirse a las Cortes de Aragón solicitando que se promueva la aprobación de un Código de Conducta para el conjunto de los titulares de las instituciones públicas aragonesas, y lo mismo haremos ante el Congreso de los Diputados y el Senado, pues los representantes de los ciudadanos han de ser un claro ejemplo de las virtudes democráticas y han de establecerse mecanismos para retirar de la actividad política a quienes defraudan la relación de confianza y digna representación de la que son depositarios.










jueves, 13 de diciembre de 2012

PALABRAS CON MOTIVO DE LA CONMEMORACIÓN DEL DÍA INTERNACIONAL CONTRA LA CORRUPCIÓN.


Reflejamos en esta nota la síntesis de la intervención del Presidente de la Asociación, Julio Guiral, en el acto celebrado ayer en la Biblioteca de Aragón, con motivo de la conmemoración del Día Internacional contra la Corrupción:

Esta Asociación, una vez más, ha querido aprovechar la celebración del Día Internacional contra la Corrupción, establecido por Naciones Unidas el 9 de diciembre, justamente la víspera de la conmemoración del Día Internacional de los Derechos Humanos, para realizar una sesión pública de reflexión sobre la significación de este día, y sobre la necesidad de mantener un compromiso activo y permanente contra la corrupción.

La proximidad entre ambas celebraciones –las correspondientes a los días 9 y 10 de diciembre- no es casual, pues la corrupción debemos considerarla, en todas sus manifestaciones, como una clara vulneración de los derechos humanos.

Ahora bien, para prevenir y combatir un fenómeno que amenaza las reglas de nuestra vida democrática y socava las relaciones de confianza entre ciudadanos e instituciones públicas y privadas, hemos de realizar un esfuerzo para identificarlo, y así poder buscar los mecanismos adecuados para prevenirlo, combatirlo o sancionarlo. En dicha labor juega un papel importante la Convenció de Naciones Unidas contra la Corrupción, aprobada en Nueva York el 31 de octubre de 2003, y ratificada por España en 2006.

NOCIÓN DE CORRUPCIÓN.

No existe el suficiente grado de acuerdo, entre los estudiosos del tema, sobre el alcance de la noción de "corrupción", es decir, sobre el tipo de conductas aludidas o englobadas por tal concepto. Esta circunstancia tal vez justifique, como luego veremos, el que la Convención de Naciones Unidas de 2003 no incluya una definición expresa de "corrupción", lo que no quiere decir que tal noción no se pueda inducir del conjunto de conductas que, como manifestaciones de tal fenómeno, pretende prevenir y combatir.

El primer punto a considerar en la posible definición de "corrupción" es si la misma se refiere exclusivamente al sector público o comprende también conductas que se producen en el ámbito privado: gran parte de las definiciones formuladas restringen el ámbito de la noción al sector público, al entender como corrupción "un uso desviado de los poderes públicos en beneficio partícula" (A. NIETO)  o "utilización o abuso de un cargo público en beneficio propio" (TANZI).

Pero parece evidente que las prácticas corruptas, abusivas o fraudulentas también pueden darse en el ámbito privado, por lo que, de forma más amplia, cabe definir la corrupción como "cualquier abuso de una posición o cargo, tanto público como privado, para beneficio personal, sea éste económico o no". La corrupción es un fenómeno que afecta a la esfera pública y privada. La idea de corrupción organizacional insiste en el debilitamiento de la capacidad de las organizaciones para cumplir con sus propios objetivos. La corrupción reduce los niveles de confianza en las transacciones con las empresas y con el Estado.

Esta visión amplia es la que asume la Convención de Naciones Unidas, al referirse en su articulado, al enunciar las prácticas corruptas a prevenir y sancionar, tanto a conductas propias del sector público como a conductas en el sector privado, de modo que la corrupción pública o privada constituyen, cada una de ellas, un subtipo del concepto general de "corrupción".

Dentro de la corrupción pública, a su vez, podemos diferenciar la corrupción política (gubernamental o parlamentaria), la corrupción administrativa (propia de los funcionarios públicos que trabajan en las administraciones o sector público) y la corrupción judicial (reservada a miembros del poder judicial).

Importa destacar, en este sentido, el amplio concepto de "funcionario público" que utiliza la Convención de Naciones Unidas, en el que queda comprendido cualquier agente que ejerza potestades públicas o administrativas.

La corrupción administrativa es la protagonizada por los funcionarios o empleados públicos, cuando éstos actúan de forma distinta a lo señalado por las normas, con el fin de conseguir un beneficio privado, sea monetario o de otra naturaleza.

De acuerdo con el nivel de rechazo de ciertas prácticas, cabe distinguir entre corrupción negra, gris y blanca (Heidenheimer). Atendiendo al grado de afección a la organización administrativa por las prácticas corruptas, se puede diferenciar la corrupción episódica de la corrupción sistémica. Directamente vinculada a esta idea de la extensión de la corrupción, podemos hablar igualmente de corrupción selectiva o corrupción socializada (la “democratización de la corrupción”). 

Por último, podríamos hablar de corrupción condenada o reivindicada (la corrupción tiene sus defensores –“el aceite que engrasa las ruedas”- y los corruptos tienen sus partidarios).

No hay que olvidar una de las peores manifestaciones de la corrupción: la corrupción de la anticorrupción.

NECESIDAD DE LA ÉTICA.

La corrupción es la negación de la ética, y de ahí la importancia de que la acción contra ella no se aborde exclusivamente desde la legislación, con una visión exclusivamente jurídica –cuya aplicación en modo alguno queda asegurada, cuando no funcionan adecuadamente los instrumentos de control-, sino desde el rearme ético de las instituciones y de la sociedad, reforzando los elementos esenciales de la ética pública y de la ética cívica.

En esa dirección entendemos esencial el reforzamiento de las éticas profesionales y, muy en particular, la ética de los servidores públicos, por un lado, y la ética de los negocios, por otra. Esa doble vertiente es la que hemos querido aunar en este acto de hoy, al combinar el papel de los funcionarios públicos como garantes del buen funcionamiento de las instituciones públicas y la defensa del interés general, y el papel que corresponde a las empresas en el aseguramiento del bienestar de los ciudadanos, en la satisfacción de sus necesidades, en la generación de riqueza.

No podemos demonizar, como tantos hacen desde su limitada óptica, lo público o lo privado. Cada ámbito tiene un campo propio de intervención en la promoción del desarrollo y del bienestar de la sociedad. Un buen gobierno público y una buena gestión empresarial, con un claro compromiso ético, constituyen sin duda la mejor manera de construir una sociedad libre y próspera.

Por el contrario, la combinación de la corrupción pública y de las actividades irregulares de la empresa privada constituye el peor escenario para que ciudadanos, servidores públicos, trabajadores y empresarios puedan desenvolverse de forma honesta y desarrollar su actividad conforme a la legalidad y a los valores propios de su condición profesional.

En anteriores ocasiones, hemos expresado de forma detallada nuestros planteamientos en relación con la necesidad de una infraestructura ética en el seno de las instituciones públicas –hemos abogado por la aprobación de códigos de gobierno o por el establecimiento de normas claras y rigurosas para prevenir los conflictos de intereses de quienes ejercen cargos públicos en las instituciones-, y no queremos reiterarlos ahora.

En la jornada de hoy nuestro interés va a centrarse en el papel que ha de jugar la empresa en el aseguramiento de comportamientos éticos en la vida social, mediante la promoción de lo que se denomina “responsabilidad social corporativa”.

Prevenir la corrupción cabe hacerlo desde ambos lados de la mesa: desde quien cobra o desde quien paga para que se adopte una decisión ilegal, injusta o contraria al principio de igualdad; desde quien da u obtiene una ventaja irregular; desde el lado de los corruptos o corrompibles y desde el lado de los corruptores.

Queremos hoy abordar el papel que puede jugar la empresa para frenar el fenómeno de la corrupción, algo que hoy parece anegarlo todo, pues es difícil imaginar un país en el que la corrupción, ya sea en forma de delitos o de abusos injustificados, haya afectado al máximo responsable del empresariado y a la máxima autoridad del poder judicial. 

Debemos transformar en círculo virtuoso lo que hoy se percibe de forma muy amplia como un insoportable círculo vicioso.

martes, 11 de diciembre de 2012

ACTO PÚBLICO EN LA BIBLIOTECA DE ARAGÓN EN CONMEMORACIÓN DEL DÍA INTERNACIONAL CONTRA LA CORRUPCIÓN.


Con motivo de la celebración el pasado domingo, 9 de diciembre, del Día Internacional contra la Corrupción, la Asociación para la Defensa de la Función Pública Aragonesa ha organizado un acto público, en colaboración con la Asociación Aragonesa de Responsabilidad Social Corporativa (ARARSE), bajo el título de "Ética profesional y Responsabilidad Social Corporativa frente a la corrupción".

El acto se celebrará mañana miércoles, en el salón de actos de la Bibloteca de Aragón, C/ Doctor Cerrada, 22, Zaragoza, a partir de las 19:30 horas, y contará con la intervención de Julio Guiral, presidente de la Asociación para la Defensa de la Función Pública Aragonesa, y de Juan José Cubero, vicepresidente de la Asociación Aragonesa de Responsabilidad Social Corporativa.

Animamos a asistir a dicho acto a todos los miembros de ambas asociaciones, así como al conjunto de funcionarios públicos, profesionales libres y emprendedores que deseen compartir una sesión de reflexión sobre la necesidad de introducir criterios de exigencia étitca en la actividad de todos los profesionales de los sectores público y privado.

lunes, 10 de diciembre de 2012

DERECHOS INDIVISIBLES Y DIGNIDAD INDIVISIBLE.

En un día como el de hoy, en el que se conmemora la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos por parte de las Naciones Unidas, en 1948, en un lejano 10 de diciembre, la afirmación y el respeto de los derechos humanos sigue siendo una tarea prioritaria para los ciudadanos y para sus organizaciones de defensa de las libertades -entre ellas, destacadamente, Amnistía Internacional-, pero también para los Estados y para las organizaciones internacionales, algunas de las cuales cumplen un importarte papel en la defensa de los derechos humanos, como es el Consejo de Europa o la propia Organización de Naciones Unidas.

El día de hoy cierra una semana de importantes conmemoraciones, todas ellas estrechamente conectadas entre sí, como son el aniversario de la Constitución Española y la celebración del Día Internacional contra la Corrupción. Podemos afirmar que la corrupción -pública y privada- supone una grave amenaza tanto para la realización de los derechos humanos como para el buen funcionamiento de un orden constitucional que tiene como principal función la protección de los derechos fundamentales en ella proclamados: los derechos humanos, a través de su recepción en la norma constitucional, pasan a ser los derechos fundamentales de que gozan los ciudadanos de un país. Así sucede con la Constitución Española de 1978, en cuyo Título I se recogen los derechos fundamentales de ciudadanos y extranjeros, permitiendo con ello que nuestro Estado pueda ser calificado como Estado social y democrático de Derecho de forma consecuente.

En un momento como el que nos toca vivir, en el que las condiciones materiales de bienestar se ven seriamente amenazadas y las decisiones políticas van debilitando el alcance de muchos de los derechos sociales que creíamos irreversibles, es importante recordar el principio de indivisibilidad de los derechos humanos -también de los fundamentales reconocidos constitucionalmente-, de manera que los derechos  humanos deben verse como un todo global -un bloque compacto-, en el que no resulta posible eliminar o rebajar una categoría de derechos -los sociales- sin afectar al resto de los derechos -los civiles o políticos-, pues las condiciones materiales de vida que aseguran la dignidad de las personas son una condición necesaria para el libre ejercicio de los derechos civiles y políticos.

Ante la obsesión por la austeridad y la mera lógica económica que parece presidir toda la política española y aragonesa, hay que estar particularmente vigilantes para que las medidas de contención del gasto no arruinen el edificio de los derechos humanos -de los derechos fundamentales constitucionalmente reconocidos- y con ello acaben privando a los ciudadanos de aquello que ha querido asegurar, de forma prioritaria, la Constitución española, como son el conjunto de derechos -civiles, políticos y sociales- que garantizan la dignidad de todos y de cada uno y que, en definitiva, constituyen el fundamento del orden político y de la paz social.

Reclamar hoy la plena vigencia de los derechos humanos -seguir combatiendo contra quienes los vulneran en el mundo- y actuar contra la corrupción que quebranta los valores en que se fundamenta la convivencia democrática son dos vertientes de una misma lucha, consistente en trabajar por una sociedad decente y una sociedad civilizada, algo que reclama nuestras mejores capacidades y energías y que debemos afrontar de manera colectiva, como ciudadanos que no solo estamos convencidos de la indivisibilidad de los derechos humanos sino también de la indivisibilidad de la dignidad humana, ya que en la dignidad de cada persona está comprometida la dignidad de la humanidad entera.

domingo, 9 de diciembre de 2012

ACTUAR CONTRA LA CORRUPCIÓN.

Él giro ético propugnado por esta Asociación en el seno de la función pública, en enero de 2007, hace ya más de cinco años, tenía como principal finalidad el rechazo a la creciente corrupción pública que padecían tanto nuestro país como nuestra Comunidad Autónoma, y la necesidad de que los servidores públicos, especialmente comprometidos con el Estado de Derecho, adoptasen una firme actitud de rechazo a la misma, tanto denunciándola y combatiéndola -cosa que hicimos acudiendo, cuando lo consideramos preciso, a la Fiscalía General del Estado, al Tribunal de Cuentas o a la Oficina de Lucha contra el Fraude de la Unión Europea- como previniéndola, mediante una campaña de sensibilización y de exposición a la opinión pública de aspectos preocupantes de la gestión pública, entre los cuales estaba el ataque a una función pública profesionalizada como mecanismo de prevención de la corrupción.

Como se señala en el mensaje de Naciones Unidas, con motivo del Día Internacional contra la Corrupción que se celebra hoy, la corrupción es un complejo fenómeno social, político y económico, que afecta a todos los países. Por ejemplo, socava las instituciones democráticas al distorsionar los procesos electorales, pervirtir el imperio de la ley y crear laberintos burocráticos, cuya única razón de ser es la de solicitar sobornos. También atrofia los cimientos del desarrollo económico, ya que desalienta la inversión extranjera directa mientras a las pequeñas empresas nacionales les resulta a menudo imposible superar los «gastos iniciales» requeridos por la corrupción.

La actual crisis que vive nuestro país no es explicable sin la crisis ética padecida tanto por nuestras instituciones como por buena parte de nuestra sociedad, a la que no somos ajenos quienes trabajamos en las Administraciones Públicas. La desafección creciente hacia las instituciones, el cinismo social que practican quienes defraudan al conjunto de la sociedad -creyendo legítimo no pagar impuestos o desarrollar actividades  productivas al margen de las normas, incrementando la abultada economía sumergida que existe en nuestro país- y los ejemplos constantes de abuso o mal ejercicio de quienes ostentan cargos públicos y responsabilidades en entidades privadas, anteponiendo su enriquecimiento personal, nepotismo o sectarismo al servicio a la sociedad, son datos más que suficientes para constatar la urgencia en acometer un programa de reforzamiento de la ética pública, algo que lamentablemente parece seguir ausente en la agenda política de nuestras instituciones.

Debemos recordar que una petición formulada por esta Asociación a las Cortes de Aragón, en la pasada legislatura, para que el Parlamento aragonés elaborase un Código de Conducta Pública para los titulares de las instituciones de la Comunidad Autónoma fue inadmitida, negándosenos la legitimación para formular tal tipo de peticíones, pese a que la misma tenía perfecto encaje en el ejercicio del derecho fundamental de petición, recogido en el artículo 29 de la Constitución Española, cosa que aclararía posteriormente el Tribunal Constitucional al declarar nulo y contrario al derecho fundamental de petición la citada inadmisión acordada por la Mesa de las Cortes de Aragón.

Las circunstancias actuales, en las que la crisis ética nos aleja día a día de los objetivos de buen gobierno, nos fuerzan a reiterar tal petición a las Cortes de Aragón, toda vez que las mismas ni han corregido su acuerdo inconstitucional de inadmisión ni han adoptado ninguna iniciativa en el sentido solicitado. Creemos que reiterar tal petición ante las Cortes de Aragón no es sólo necesario para reivindicar el respeto a un derecho de participación política de los ciudadanos, ignorado en su día por el Parlamento aragonés, como es el derecho de petición, sino también una iniciativa adecuada para cumplir el mensaje difundido por Naciones Unidas con motivo de la conmemoración del Día Internacional contra la Corrupción, consistente en actuar contra la corrupción. Actuamos demandando a la institución representativa de los aragoneses una iniciativa clara para establecer criterios de conducta íntegra para el conjunto de los titulares de las instituciones aragonesas, buscando con ello restablecer la confianza de los ciudadanos en unas instituciones que se declaren comprometidas con los valores éticos de nuestro modelo constitucional.

El 31 de octubre de 2003, la Asamblea General aprobó la Convención de las Naciones Unidas contra la corrupción, que entró en vigor en diciembre de 2005, y pidió al Secretario General que designara a la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) como la secretaría para la Conferencia de los Estados Partes de la Convención 58/4 . Para crear conciencia contra esta lacra y difundir el valioso papel de la Convención a la hora de luchar contra ella y prevenirla, la Asamblea también designó el 9 de diciembre como Día Internacional contra la Corrupción.

La corrupción es un mal global, contra el que ha de lucharse con estrategias globales, como la auspiciada desde Naciones Unidas. Pero la estrategia global que esta Asociación apoya plenamente ha de plasmarse en actuaciones concretas, vinculadas al ámbito concreto de cada comunidad política, y por ello nuestras iniciativas, a lo largo de nuestros años de actividad, se han concentrado en las instituciones de la Comunidad Autónoma, así como en la Administración Local aragonesa y en las instituciones españolas, ya que no hemos dejado de trasladar nuestras demandas al Defensor del Pueblo, al Fiscal General del Estado, al Gobierno, al Congreso de los Diputados, al Senado, al Tribunal de Cuentas, al Tribunal Supremo y al Tribunal Constitucional.

La lucha contra la corrupción, por desigual que pueda parecer, y pese a la decepcionante respuesta dada desde una parte de nuestras instituciones, no puede abandonarse, al margen del coste que la misma conlleva, pues no es posible permanecer impasibles frente a conductas que socavan nuestra democracia y nuestro Estado de Derecho. Nuestra ciudadanía y nuestro orgullo como servidores públicos nos fuerza a una actitud beligerante contra quienes pervierten nuestro modelo de convivencia. Quien no reacciona contra la corrupción está ganado ya por ella.

jueves, 6 de diciembre de 2012

TREINTA Y CUATRO AÑOS DE CIUDADANÍA.

Esta Asociación no puede dejar de celebrar, como viene haciendo cada año, el aniversario de nuestra Constitución, con la satisfacción declarada de que los valores que establece vengan presidiendo la vida política y social de los españoles desde 1978. En este como en otros temas -el respaldo inequívoco al sistema democrático, a los derechos humanos y al proyecto que representa la Unión Europea- no vamos a ceder a ninguna tentación de desánimo, desistimiento o relativismo. Los principios sólidos de convivencia política que se anclan en el reconocimiento de la dignidad humana y la libertad de todas las personas no solo son el mejor patrimonio que poseemos como pueblo, sino nuestro compromiso diario como ciudadanos y como conciudadanos.

Esta Asociación se creó para promover y defender los principios constitucionales que configuran nuestro modelo de Estado -Estado social y democrático de Derecho y Estado autonómico- y la función pública llamada no sólo a garantizar el funcionamiento de los servicios públicos -sanidad, educación, protección social, justicia- sino también a velar por la realización efectiva de los principios de legalidad, objetividad, satisfacción del interés general e igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, sin discriminaciones ni desigualdades arbitrarias.

Las normas son valiosas -la Constitución Española de 1978 es la norma más valiosa que poseemos, como norma fundamental y fundamentadora de todas las restantes normas-, pero el acento, como dijera Mario Benedetti, ha de ponerse en el hombre, en la persona. Las normas se han hecho para asegurar la libertad y la dignidad de las personas, para procurar el respeto a los derechos e intereses legítimos de cada cual. Los destinatarios de las normas son las personas, ya sea como titulares de los derechos que se establecen en las mismas o como obligados al cumplimiento de los deberes que señalan. El sentido de la ciudadanía está en el ejercicio responsable de ambas dimensiones, como titular de derechos y de deberes, sabiendo que los deberes que se nos imponen han de estar justificados por el aseguramiento de la armonía social y de la convivencia. Níngún derecho es ilimitado, y el deber de respeto a los derechos de los demás es el primer límite a nuestros propios derechos.

La Constitución no sólo obliga a los ciudadanos, sino que en primer lugar impone sujeciones a los poderes públicos. La Constitución no sólo es norma jurídica -la suprema del ordenamiento- sino que en ella se condensa la ética pública que se propone para la sociedad española. No en vano en su artículo primero se señalan la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político como los valores superiores del ordenamiento jurídico. Son esos valores -y los derechos fundamentales reconocidos a los ciudadanos- a los que ha de tender toda acción pública, toda la labor de las instituciones públicas, debiendo guiar igualmente la labor de todos los servidores públicos, a los que se ha exigido expresamente el acatamiento de la Constitución para adquirir tal condición. La deslegitimación social que padecen buena parte de las instituciones y que igualmente sufrimos los empleados públicos -al margen de la injusta campaña lanzada por parte de los responsables políticos- sólo puede explicarse por comportamientos y actitudes alejados de los valores constitucionales.

Para esta Asociación la defensa de los principios constitucionales no supone una obligación impuesta por terceros sino un compromiso asumido libremente por todos sus miembros, claramente recogido en sus Estatutos. En esa defensa de los valores y principios constitucionales radica, creemos, la fuerza de nuestras razones, admitidas por el Tribunal Supremo o el Tribunal Constitucional cuando hemos reclamado el respeto de los derechos fundamentales -tanto el de acceso a la función pública como el de petición- frente a decisiones antijurídicas del Gobierno de Aragón o de las Cortes de Aragón. Ese compromiso nos exige seguir con nuestra labor de control de la actividad institucional en todo lo que pueda comprometer la función pública y la plena vigencia del Estado de Derecho, sin la cual creemos que la función pública carecería de las más elementales condiciones para realizar su tarea.

El desafío al que debemos enfrentarnos por las dificultades del momento requiere de reglas que nos cohesionen en torno a valores y objetivos, y estamos convencidos de que el programa de acción pública que la Constitución recoge sigue siendo absolutamente válido para asegurar un Estado en el que nadie se sienta oprimido ni nadie se sienta olvidado. El que la Constitución pueda seguir desplegando todos sus beneficios, al igual que ha venido haciendo desde 1978, depende de la actuación de todos los españoles, pero muy en particular de la honestidad y competencia de quienes son titulares de las diferentes instituciones públicas constitucionalmente previstas. Son los buenos gobernantes los que asegurarn los beneficios de las buenas normas, y por ello no cabe imputar a la Constitución defectos que sólo son achacables a quienes ejercen las funciones públicas que les han conferido los ciudadanos de espaldas a las exigencias y valores constitucionales. Depurar la vida pública es el primer compromiso que todos tenemos con nuestra Constitución, y a él contribuirá en la medida de sus fuerzas esta Asociación.

sábado, 1 de diciembre de 2012

UNA TAREA PERMANENTE Y UNA CITA ANUAL.

La corrupción pública -política y administrativa- no ha dejado de estar presente en la actualidad, y tampoco lo ha estado la corrupción privada, en forma de enriquecimiento ilícito y fraude masivo a los ciudadanos, que está en el origen de la grave crisis financiera que padecemos. Esta Asociación, desde su origen, hizo del compromiso de los servidores públicos contra la corrupción una de sus principales señas de identidad, y ese compromiso resulta tan necesario hoy como ayer. Mientras los ciudadanos -los principales perjudicados por todos los episodios de corrupción- no perciban con nitidez el inequívoco compromiso de los funcionarios públicos contra el uso indebido de las potestades y de los recursos públicos, cuando unas y otros se ponen al servicio de intereses privados y no del interés general, no cesará la actual crisis de legitimidad de todas las instituciones públicas, crisis que alcanza inevitablemente a todos los que trabajamos profesionalmente al servicio de las mismas.

La defensa de la función pública motivó la aparición de esta Asociación, para reivindicar el insustituible papel que los servidores públicos han de cumplir en el aseguramiento permanente del Estado de Derecho, de la democracia y de los derechos de los ciudadanos. Nos preocupaba y nos sigue preocupando, tanto o más que entonces, el derrotero seguido por la Administración autonómica, con un creciente e indisimulado desprecio de la clase política hacia los profesionales de la Administración pública. Pero dicha defensa no se centró nunca en los derechos económicos o condiciones laborales del personal de la función pública -papel que corresponde desempeñar a los sindicatos de la función pública y que esta Asociación nunca ha pretendido disputar ni cuestionar, más allá de los posibles acuerdos contrarios a la legalidad que pudieran tratar de ampararse en la negociación colectiva-, sino que se dirigió hacia los principios constitucionales de la función pública, defendiendo con especial intensidad el derecho de acceso de los ciudadanos a la función pública en condiciones de igualdad. Las sentencias judiciales obtenidas en ese campo -aún pendientes de ejecución- marcan un antes y un después en la definición de dicho derecho, cuya sistemática vulneración ha sido una de las principales causas de la situación que ahora vivimos, en la que los interinos parecen ser considerados empleados públicos de segunda categoría, y la supresión de sus puestos parece ser el objetivo de unos responsables políticos carentes del más elemental sentido de lo que impone el Derecho y la Justicia.

Nos preocupa la corrupción -tanto la pública como la privada, pues una y otra se retroalimentan-, pero la principal preocupación sigue siendo el constante debilitamiento de los principios constitucionales de la función pública y el creciente escepticismo que se viene instalando en el conjunto de las personas que trabajan al servicio de la Administración Pública, ante la carencia de objetivos y de referencias válidas para fortalecer el papel que corresponde jugar a la función pública en situaciones de dificultad como las que ahora padece nuestro país.Sólo una función pública sólida y con una alta autoestima puede constituir un elemento eficiente para la prevención de la corrupción pública y asegurar con ello la calidad de nuestra democracia. La carencia de un marco necesario para fortalecer la ética profesional de los servidores públicos -esa necesaria infraestructura ética que sigue estando ausente en la agenda del Gobierno de Aragón- no puede servir, sin embargo, de excusa para el desistimiento individual o colectivo en el ejercicio de nuestros deberes profesionales y en nuestra contribución activa a la mejora de los servicios públicos y a la satisfacción de los intereses de los ciudadanos, única razón de ser de nuestra función.

Reiterar nuestro rechazo total a cualquier supuesto de corrupción parece oportuno, ante la próxima celebración, por Naciones Unidas, del Día Internacional contra la Corrupción el 9 de diciembre. Combatir la corrupción es una obligación permanente de los servidores públicos y la cita anual que constituye la fecha del 9 de diciembre supone una oportunidad para reafirmar dicha voluntad.

domingo, 14 de octubre de 2012

REAFIRMACIÓN EUROPEÍSTA.

La reciente concesión del Premio Nobel de la Paz a la Unión Europea permite apreciar, en perspectiva, el valor que el proyecto de unidad europea representa en el fortalecimiento de la paz y de la democracia en el mundo. La Unión Europea no sólo ha supuesto, desde sus orígenes, una iniciativa llamada a la reconciliación de los pueblos europeos, tras la terrible experiencia de la II Guerra Mundial, y a la reunificación del continente, tras la caída del Muro de Berlín, sino que ha sido un importante agente internacional en el apoyo al desarrollo y a la democratización del conjunto de los pueblos del mundo.

De acuerdo con el artículo 2 del vigente Tratado de la Unión Europea, "la Unión se fundamenta en los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Estos valores son comunes a los Estados miembros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre hombres y mujeres".

Añade el Tratado, en su artículo 3.1, "la Unión tiene como finalidad promover la paz, sus valores y el bienestar de sus pueblos". Muchos otros pronunciamientos contenidos en las Disposiciones comunes del Título I del Tratado de la Unión Europea reflejan el acervo de principios y objetivos que constituyen un programa de acción política al que todos podemos sentirnos convocados, para tratar de hacer realidad nuestras mejores aspiraciones de convivencia libre y de sociedad justa y solidaria.

Las dificultades presentes -los posibles errores con que se pueda estar abordando la grave crisis económica desde las instituciones europeas- y las amenazas de reacciones nacionalistas o populistas insolidarias con el proyecto europeo no son sino acicate para reforzar nuestro compromiso con el proyecto europeo y los valores que encarna. Y a no menospreciar su significación contribuye sin duda el merecido premio otorgado por el Comité Nobel. Como europeos nos podemos sentir partícipes de dicho reconocimiento, para seguir trabajando por la plena vigencia de los valores que proclama el Tratado de la Unión Europea e impulsar su extensión al resto del mundo, donde la Unión Europea, pese a sus dificultades, constituye un modelo de libertad y de progreso.

domingo, 7 de octubre de 2012

INCUMPLIMIENTO EN LA REMISIÓN DEL PROYECTO DE LEY DE PRESUPUESTOS A LAS CORTES DE ARAGÓN: PREOCUPANTE REINCIDENCIA.

Un año más, el Gobierno de Aragón va a incumplir la obligación de remitir a las Cortes de Aragón el Proyecto de Ley de Presupuestos de la Comunidad Autónoma en el plazo establecido por el Estatuto de Autonomía de Aragón, antes del 1 de octubre. Como señala el artículo 111.4 del Estatuto de Autonomía de Aragón, "el Gobierno remitirá a las Cortes de Aragón el proyecto de presupuesto antes del último trimestre del ejercicio en curso".

Tal incumplimiento, que incide en una reiterada vulneración de un mandato estatutario, se quiere minimizar con el compromiso de que el Presupuesto se aprobará antes de final de año, pero ello no justifica que deje de cumplirse un año más, por parte del Gobierno de Luisa Fernanda Rudi -ya se hizo llamativamente en el año pasado, en el que el Presupuesto no se presentó en plazo y se aprobó en febrero, con una grave distorsión en la gestión de los diferentes programas de gasto, que no es posible ignorar-, y en momentos como los actuales, de grave deterioro de confianza en las instituciones, el respeto de la legalidad es fundamental para contrarrestar la creciente desafección ciudadana.

No es posible que las instituciones -en este caso, el Gobierno de Aragón- consideren posible el dejar de cumplir las normas con cualquier excusa alegada. El sometimiento de todas las instituciones a la ley es una condición básica del Estado de Derecho constitucionalmente proclamado y difícilmente se contribuye a su fortalecimiento con actitudes reiteradas como la del Gobierno de Aragón, al desatender los plazos de elaboración del Presupuesto establecidos por el Estatuto de Autonomía de Aragón.

Esta Asociación ha denunciado ya, en los tres años pasados, este tipo de incumplimiento por el Gobierno de Aragón -en tiempos de Marcelino Iglesias y ahora en los de Luisa Fernanda Rudi-, un ámbito en el que no ha sido posible percibir ningún tipo de esfuerzo de regeneración en el mal funcionamiento institucional. Estos incumplimientos no son disculpables. Las instituciones no pueden autoeximirse del cumplimiento de la legalidad, como parece suceder en Aragón.

Tampoco parece aceptable que el Justicia de Aragón, como institución encargada de la defensa del Estatuto de Autonomía -es decir, del cumplimiento de sus preceptos-, no tenga nada que decir sobre un asunto tan grave como reiterado, sin que hasta la fecha haya sido capaz de realizar un recordatorio o requerimiento al Gobierno de Aragón sobre la necesidad de cumplir los plazos presupuestarios.

Los ciudadanos no sólo exigimos el respeto a la legalidad por todos -en primer lugar, por las instituciones públicas,  cuya ejemplaridad en este punto ha de constituir una prioridad-, sino que como miembros de la sociedad aragonesa demandamos que los Presupuestos, instrumento que fija las prioridades del gasto público y la atención a las necesidades colectivas, se elaboren en los plazos exigibles, y con la máxima transparencia y participación ciudadana, como se aconseja desde numerosas instituciones internacionales. Nada de ello parece que sea posible si su elaboración no se ajusta, al menos, al calendario establecido por el Estatuto de Autonomía.

El gobierno de las leyes es la clave de todo Estado de Derecho y del más elemental funcionamieto democrático, porque la ley es expresión de la voluntad general y se impone por igual a todos, de modo que el Gobierno de Aragón debería ser, en esta materia, el primer interesado en asegurar el respeto de la ley, cumplienddo con las obligaciones que el ordenamiento le impone.

domingo, 30 de septiembre de 2012

REUNIÓN DE LA JUNTA DIRECTIVA: INICIO EFECTIVO DEL NUEVO CURSO.

Este pasado lunes, en los locales de la Junta Municipal Centro del Ayuntamiento de Zaragoza, tuvo lugar la primera reunión de la Junta Directiva de la Asociación tras el paréntesis veraniego, marcándose como principales objetivos retomar la actividad de análisis de la situación y defensa del modelo constitucional de función pública y, por extensión, de los principios de buen gobierno y buena administración.

En primer lugar, y después de una larga espera hasta que el Tribunal Supremo ha declarado firme la sentencia que anuló la Oferta de Empleo Público de 2007, por no contener la totalidad de las plazas ocupadas por funcionarios interinos, como exige el Estatuto Básico del Empleado Público, se abordó la necesidad de reclamar al Departamento de Hacienda y Administración Pública la ejecución de las sentencias, ya firmes, del Tribunal Supremo y del Tribunal Superior de Justicia de Aragón, por las que se anularon las Ofertas de Empleo Público de 2007 y 2011, respectivamente, por vulnerar el derecho de acceso a la función pública que se reconoce a los ciudadanos en el artículo 23.1 de la Constitución Española. Ambas resoluciones judiciales han venido a modificar la doctrina jurisprudencial hasta ahora existente, al afirmar que la capacidad de autoorganización de la Administración -en la apreciación de las necesidades de incorporación de nuevos efectivos- ha de quedar sometida al respeto del derecho fundamental de acceso y al deber legar de incluir en la oferta la totalidad de las plazas cubiertas por funcionarios interinos. Tal y como insistió esta Asociación en sus recursos, no es posible admitir libertad de decisión de la Administración a la hora de cumplir un deber legal, como es el de incorporar en la oferta de empleo público las plazas ocupadas por funcionarios interinos.

Pese a algún encuentro mantenido con los responsables de la Dirección General de la Función Pública y Calidad de los Servicios, al comienzo de esta legislatura, en relación con la necesidad de ejecutar la sentencia del Tribunal Supremo, esta ejecución se vio pospuesta por la falta de firmeza de la sentencia, al hallarse pendiente un recurso de nulidad parcial de actuaciones de Comisiones Obreras, en lo relativo a la condena en costas que le fue impuesta por el Tribnal. Recientemente, sin embargo, ha sido resuelto el incidente y ha quedado declarada la firmeza del fallo del Supremo. Toca ahora a la Administración proceder a su ejecución, y así se acordó exigirla por escrito al Consejero de Hacienda y Administración Pública, con la indicación de que, de no darse respuesta a nuestra petición en el plazo de un mes, se instaría del Tribunal Supremo la ejecución judicial de la misma. Está claro que un Estado de Derecho no sólo precisa de que los Tribunales puedan corregir las arbitrariedades de la Administración, sino también de que las sentencias dictadas para restablecer la legalidad sean debidamente ejecutadas.

En segundo lugar, y de acuerdo con el orden del día de la convocatoria, se convino en la necesidad de reclamar de las instituciones aragonesas -y, particularmente, de las Cortes de Aragón- la aprobación de códigos de buen gobierno -o de ética pública-, con los que propiciar la ejemplaridad de los titulares institucionales y contribuir así a la regeneración democrática que precisa España en todos sus niveles de gobierno. Por ello, en fechas próximas la Asociación se dirigirá, como ya hizo en anteriores ocasiones -sin casi ningún éxito-, a las diferentes instituciones aragonesas para solicitar, al amparo del derecho fundamental de petición, la aprobación de códigos de buen gobierno, en los que se señalen los principios éticos y normas de conducta a los que han de ajustarse los titulares de las instituciones, estableciendo asimismo medidas de control que aseguren su cumplimiento y la sanción correspondiente en caso de vulneración.

En tercer lugar, y continuando con deliberaciones mantenidas en anteriores reuniones de la Junta Directiva, se acordó solicitar a las Cortes de Aragón una comperencia de los representantes de la Asociación ante su Comisión de Peticiones y Derechos Humanos, para poder exponer ante los representantes de los diferentes Grupos Parlamentarios el conjunto de medidas contenidas en el documento denominado Propuestas de Buen Gobierno y Buena Administración para la nueva legislatura de las Cortes de Aragón, documento que fue remitido a los diferentes Grupos Parlamentarios -sin que ello motivara, siquiera, un solo acuse de recibo- y a la Presidenta del Gobierno de Aragón, lo que dio lugar a una respuesta favorable a las propuestas del entonces Consejero de Hacienda y Administración Pública, Mario Garcés.

Esta Asociación es partidaria del diálogo de la sociedad civil con las instituciones públicas, pues el buen gobierno es un objetivo irrenunciable para todos, en el que los ciudadanos han de mantener un nivel de exigencia y de vigilancia permanente y los responsables públicos un compromiso inequívoco si no desean perder la confianza de los ciudadanos.

Finalmente, en el apartado de ruegos y preguntas, se expuso la necesidad de volver a reaccionar contra el préstamo de trabajadores a los Departamentos por parte de empresas públicas. Es evidente que la crisis en la oferta de empleo público, cuando las necesidades de funcionamiento de los diferentes servicios públicos no pueden ser atendidos por personas debidamente seleccionadas por principios de igualdad, publicidad, mérito y capacidad, da lugar a procedimientos espúreos como el préstamo de trabajadores, sobre todo en aquellas áreas como agricultura y medio ambiente en las que se cuenta con empresas públicas con una abultada plantilla, contratada en gran medida para suplantar la labor de los funcionarios públicos, como reiteradamente se ha denunciado por esta Asociación a lo largo de todos estos años. Poco han cambiado las cosas en lo que se refiere a esta cuestión.

Quedo pospuesto, para una futura sesión, el necesario debate sobre las medidas de recorte presupuestario en el ámbito de función pública y la posible repercusión que ello pueda tener en la calidad de los servicios públicos y, en particular, el preocupante empeño en eliminar personal interino que ocupa plazas estructurales en las relaciones de puestos de trabajo, cuya cobertura ha de ser objeto de las ofertas de empleo público pendientes de realización en ejecución de las sentencias firmes obtenidas por esta Asociación. Su cese, en estos momentos en que todavía no se ha procedido a tal ejecución, cabría considerarlo como un fraude de setencia, que esta Asociación en su caso hará valer ante los Tribunales.

domingo, 9 de septiembre de 2012

AÑOS EN LOS QUE NOS JUGAMOS MUCHO

Estamos en el inicio de un nuevo curso. Todos parecen vaticinar un otoño caliente, como resultado del creciente malestar social por las medidas económicas adoptadas y los diferentes recortes en los servicios públicos, recortes que los empleados públicos han sufrido también en sus propias carnes. Sin embargo, si el malestar es un mero indicio del coste social de las medidas -cosa que acaso no habían evaluado suficientemente quienes las adoptaron-, lo decisivo ahora es sobreponerse a su impacto -tratar de discriminar su necesidad o su justificación y sus alternativas- y establecer un horizonte que nos permita vislumbrar hacia dónde podemos dirigir nuestros esfuerzos para superar la actual situación, y tratar de hacerlo sin renunciar a los valores esenciales de nuestro modelo político y social.

Los principios democráticos -entre ellos, de forma destacada, el debate público y la participación de los ciudadanos en la toma de las decisiones, como ejercicio de madurez y de responsabilidad-y los valores que conforman nuestro modelo social -sobre todo, la solidaridad como compromiso con la dignidad de todos, principalmente con los más desfavorecidos por las actuales circunstancias, para preservar con ello la cohesión social, sin la cual podemos sufrir gravísimas fracturas que degraden la convivencia e hipotequen el futuro- no pueden estar ausentes en ninguna de las estrategias para superar las actuales dificultades.

El conjunto de los ciudadanos -entre ellos, necesariamente los servidores públicos, cuyo papel cobra una especial relevancia cuando se espera de los poderes públicos una acción positiva para asegurar el ejercicio de los derechos de ciudadanía y garantizar el respeto a la legalidad, como única salvaguarda frente a la arbitrariedad o la injusticia- hemos de contribuir a la defensa de nuestras señas de identidad como sociedad democrática, y ello en ocasiones se cifra más en respetar los procedimientos en la toma de decisiones que en el propio contenido de las decisiones adoptadas. No es posible admitir que se impongan modos autoritarios en las formas de gobierno ni que se utilicen las dificultades presupuestarias para devaluar o desvirtuar los principios por los que nos hemos venido rigiendo hasta ahora y que siguen presidiendo nuestro ordenamiento jurídico.

Esta Asociación, pese a las especiales dificultades del momento y al indudable desgaste acumulado en sus años de recorrido -con la indiferencia o el desprecio indisimulado de muchos- no va a desistir en su labor de defensa del papel que corresponde jugar a la función pública en el funcionamiento de nuestro modelo constitucional de Administración Pública, modelo con el que seguimos plena y activamente comprometidos, al margen de que algunos de sus miembros puedan o no desempeñar determinados puestos en la estructura de sus respectivas Administraciones. Tal circunstancia no ha sido ni será obstáculo para el libre ejercicio del razonamiento y de la crítica por nuestra parte, siempre desde la adhesión expresa a nuestras instituciones democráticas, por cuya mejora y profundicación hemos venido trabajando desde el primer momento, formulando propuesta de buen gobierno y buena administración, nociones que siguen estando plenamente vigentes -acaso más que nunca- en la actualidad.

miércoles, 4 de julio de 2012

SEGUIR HACIA ADELANTE

Por mucho que nos sobren razones para ceder al desánimo, ante las dificultades y la creciente falta de perspectivas de cambio real, ante el inexistente rearme ético en el ámbito de la función pública, donde hoy más que nunca domina en exclusiva un descarnado discurso contable de ingresos y gastos, recortes y ajustes, en el que los valores o principios parecen un elemento prescindible, no es posible abandonar la lucha ética, no es posible renunciar al compromiso con los valores constitucionales, que constituyen nuestra verdadero compromiso como ciudadanos y servidores públicos.

Por ello, y porque sigue resultando totalmente necesario el ejercicio público de la razón para afrontar la situación que vivimos a diario, donde la irracionalidad parece haberse convertido en el criterio inspirador de multitud de decisiones públicas, es necesario continuar el trabajo que emprendimos hace ya más de cinco años. Aunque la ilusión de entonces haya que sustituirla por la difícil esperanza de ahora,  debemos expresar la resistencia a darnos por vencidos y  abandonar una tarea que cada día resulta más costosa, como es buscar el sentido de la función pública y reivindicar sus valores.

Lo público sigue estando amenazado, antes por la corrupción y la adulteración de la administración pública y ahora por su indiscriminado desmantelamiento, con la coartada de la crisis económica y de los objetivos de contención del déficit público. Ni antes ni ahora se es capaz de poner el acento en el enorme valor que representan los servicios públicos para construir una sociedad decente y civilizada. Es momento de una reacción ciudadana, ponderada y crítica, y también de una respuesta por parte de los profesionales de la función pública, no para defender el número de liberados sindicales o las aportaciones a planes de pensiones, sino para mantener en pie el sentido que los servicios públicos tienen en nuestro modelo constitucional de sociedad, pues sin ellos valores superiores como la libertad, la igualdad o la justicia se verán seriamente comprometidos.

Conscientes de lo que nos jugamos en estos años difíciles que tenemos por delante, no hay más opción que mantenernos activos, buscando conjuntamente soluciones coherentes para remontar las dificultades sin perder en el camino lo fundamental de nuestro concepto de ciudadanía.

domingo, 10 de junio de 2012

UN FRACASO COLECTIVO.

El rescate o intervención de España por la Unión Europea -al margen de sutilezas terminológicas para enmascarar o edulcorar la realidad- es el certificado de un fracaso colectivo, aunque algunos se empecinen en apuntar a los responsables de las entidades financieras como los únicos causantes del desastre económico de nuestro país. Que paguen ellos la crisis, dicen. Son muchos los que se resisten a abandonar su maniquea forma de entender el mundo, distinguiendo entre buenos y malos, culpables e inocentes. Por acción u omisión, todos tenemos parte de responsabilidad en un fracaso colectivo como el que en estos momentos sufre España.

Esta Asociación reaccionó hace cinco años contra una grave deriva vivida en la Administración aragonesa. Políticos travestidos de empresarios, sindicatos llamando conquistas sociales al fraude de la legalidad presupuestaria, tasas de interinidad desconocidas en la función pública por el incumplimiento del derecho constitucional de acceso al empleo público, puestos de trabajo en los gabinetes de los miembros del Gobierno de Aragón convertidos en mera prebenda política, por no hablar de escándalos como el de la liquidación de ASAEL tras todo tipo de abusos e irregularidades o el inconcluso expediente de La Muela, mientras un Consejero de Presidencia, como Javier Velasco, negaba en las Cortes de Aragón que hubiese corrupción en Aragón.

Esta Asociación fracasó en su intento de modificar las cosas, sencillamente porque no halló ni en las instituciones ni en la función pública el grado de compromiso suficiente con la legalidad y la ética pública, y se despachó la iniciativa como la actuación de un grupo de funcionarios resentidos. Cuando cinco años de desgaste empiezan a pasar indudable factura, hay quien cree y afirma que quien incumple su deber -¿existe el deber de denunciar el incumplimiento de la legalidad cuando tantas veces se nos ha negado la legitimación para hacerlo y se nos ha llegado a condenar en costas por reaccionar contra sangrantes desviaciones de poder de los responsables políticos?- es esta Asociación y no quienes siguen tranquilos y callados en sus puestos, como si viviesen en el mejor de los mundos.

Lamentablemente el tiempo no ha hecho sino demostrar que lo que esta Asociación denunciaba no era sino una mínima  parte de la punta del iceberg contra el que ha impactado, finalmente, nuestro país. El dinero fácil lo ha invadido todo -para qué pagar impuestos si se pueden eludir, para qué renunciar a ventajas retributivas por ilegales que resulten, cada cual ha contribuido a la enfermedad en la medida que ha estado  a su alcance- y los servidores públicos poco han hecho -hemos hecho- por mantener en pie la arquitectura del Estado de Derecho, minado por la corrupción. Vengan ahora las mareas multicolores de protesta, pero dónde estaba la protesta contra la indisimulada marea de la corrupción que todo lo anegaba.

Los ciudadanos desconcertados -indignados- han perdido la confianza en las instituciones públicas, y no sólo en quienes las dirigen, también en quienes las gestionan su día a día. Difícilmente podremos volver a prestigiarlas con actitudes como la del Presidente del Consejo General del Poder Judicial y tantos otros representantes institucionales, que siguen administrando lo público como si de un botín se tratase.

Esta Asociación ha hecho en todo momento profesión de fe europeísta. Ha tratado en vano de traer al ámbito de las instituciones españolas medidas de transparencia y buen gobierno propugnadas por instituciones europeas -Unión Europea o Consejo de Europa-, ante la indiferencia absoluta de todos aquellos a los que nos hemos dirigido. Tenemos pendiente todavía que el Tribunal Superior de Justicia de Aragón se pronuncie sobre la posible lesión por parte del anterior Presidente del Gobierno de Aragón, Marcelino Iglesias, al derecho fundamental de petición ejercido por esta Asociación ante él y otros miembros del Gobierno autonómico. El derecho a obtener una respuesta razonada a nuestras propuestas de mejora institucional fue sencillamente ignorado.

Políticos que desprecian los derechos fundamentales de los ciudadanos, como los que hemos padecido y padecemos, son en gran parte responsables del actual estado de cosas. Ellos se colocaron al margen del ejercicio democrático del poder político y merecen ser expulsados de la acción política como muchos banqueros han de ser expulsados de la actividad mercantil. El saneamiento económico ha de verse acompañado de otros saneamientos, reclamados desde la legalidad y el respeto al derecho, y no desde la agresión a las instituciones, como sucedía hace pocos días, con unas Cortes de Aragón acosadas por manifestantes cuyas reivindicaciones no les autorizan a vulnerar las leyes. Acaso no reparen en que quien agrede o insulta a un Parlamento o a unas parlamentarias -del partido que sean- está insultando a toda la ciudadanía a la que representan.

Decía Ortega y Gasset, a principios del siglo pasado, que España es el problema y Europa la solución. Hoy más que nunca resulta evidente esa afirmación. Pero hoy somos parte de Europa y sólo nos podemos concebir como europeos, por lo que la solución ha de partir también de nosotros y dentro de este nosotros hemos de figurar de forma activa los servidores públicos que sabemos del valor de lo público para que los ciudadanos hagan efectiva su libertad y vean asegurada su igualdad, formal y material. En este ineludible esfuerzo que hemos de acometer a partir del crítico momento que vivimos no nos podemos permitir fracasar de nuevo.

domingo, 3 de junio de 2012

EL GIRO ÉTICO NECESARIO.

Esta Asociación, cuando se constituyó en febrero de 2007 -hace ya más de cinco años-, lanzó como principal mensaje la necesidad de un giro ético en la función pública y en el conjunto de las instituciones públicas, y para ello se formularon diversas propuestas para avanzar en el buen gobierno y la buena administración. No se pretendía otra cosa que reaccionar frente a un acelerado deterioro de las señas de identidad de la función pública - entendidas como profesionalidad, compromiso con la legalidad y servicio al interés general- y reclamar una vigorosa ética pública para fortalecer las instituciones democráticas y hacerlas resistentes frente al flagelo de la corrupción.

El Gobierno de Aragón -el de entonces, al menos- reaccionó de la peor manera posible, con una mezcla de desdén y de animosidad hacia todas las propuestas que se formularon, acaso porque entendían que el papel de los funcionarios públicos se debía limitar a la ejecución obediente de las decisiones políticas, desconociendo con ello el compromiso que corresponde a todo funcionario público con la legalidad y con el Estado de Derecho, lo que puede llevarle a oponerse a la ejecución de determinadas decisiones políticas contrarias a la ley y al interés general.

No fue mucho mejor la reacción de las Cortes de Aragón, cuyas decisiones frente al derecho fundamental de petición ejercido por esta Asociación mereció la expresa y contundente condena del Tribunal Constitucional. Pese a ello no ha habido ningún cambio sustancial de comportamiento en el Parlamento autonómico, en lo que a las iniciativas de esta Asociación se refiere. Los estándares de la ética pública siguen sin considerarse, acrecentando con ello la falta de confianza ciudadana en los titulares de las instituciones.

No nos complace en absoluto contemplar el panorama actual, con el fracaso del modelo de desarrollo de nuestro país y el cuestionamiento de las más altas instituciones del Estado, a causa de comportamientos alejados de la ejemplaridad exigible a quienes ejercen responsabilidades públicas. Tampoco los funcionarios públicos hemos estado a la altura de las circunstancias en estos años de deriva, pues hemos consentido en silencio la desnaturalización de gran parte de las tareas que corresponde ejercer a las Administraciones Públicas. La contaminación del enriquecimiento ilícito, propiciado desde diferentes instancias, ha minado el prestigio de numerosas Administraciones Públicas, y el desvirtuado régimen retributivo de la Administracíón autonómica aragonesa -y, previsiblemente, de las restantes- es un ejemplo del escaso vigor ético existente en la función pública, pues no cabe ser exigente con los ciudadanos y flexible con uno mismo en el respeto a las leyes.

Hay quien piensa que esta Asociación ha dejado de ejercer el papel que le era propio, o que lo ejerce con una energía claramente menor. Es posible que suceda algo de ello, a pesar de que las sentencias obtenidas en materia de oferta habrán de ser ejecutadas por los actuales responsables y a ellos exigiremos el respeto debido no sólo al fallo judicial recaído, sino sobre todo al derecho fundamental de los ciudadanos que viene a restablecer dicho fallo.

Frivolizaban los representantes del Gobierno anterior cuando les acusábamos de vulnerar derechos fundamentales -denuncia que luego se convirtió en condena judicial, por parte del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional-, y cualquiera puede entender que cuando los que ejercen el poder político desprecian los derechos fundamentales de los ciudadanos -como sucedía en Aragón- las alarmas del sistema democrático debían saltar, salvo que estuviesen desgraciadamente inutilizadas. Llegar al poder con los votos de los ciudadanos no legitima cualquier forma de gobierno, y ese fue el gran error cometido por muchos de los que gobernaban municipios, provincias y comunidades autónomas, y el resultado de todo ello es el panorama de desolación actual. El giro ético que era posible entonces es ahora una condición del rescate de nuestro país, y la ética reclama lógicamente la asunción de responsabilidades por parte de los autores de decisiones lesivas para el país y los ciudadanos.







viernes, 18 de mayo de 2012

ARTÍCULO DEL PROFESOR SÁNCHEZ MORÓN EN LA REVISTA DE ADMINISTRACIÓN PÚBLICA.

El último número de la Revista de Administración Pública, correspondiente al primer cuatrimestre de 2012, incluye un artículo del Profesor Miguel Sánchez Morón, titutlado "Informe jurídico sobre el deber de las Administraciones públicas de incluir en la oferta de empleo público las plazas vacantes ocupadas por personal interino o temporal y publicar en plazo las correspondientes convocatorias de selección".

Dicho informe, del que ya nos hicimos eco hace unos meses en este blog, parte de la constatación de las altas tasas de interinidad que se registran en el empleo de las Administraciones Públicas, señalando que "la interinidad con la que se desempeñan la mayoría de esos puestos de trabajo no tiene justificación alguna, ni en términos jurídicos ni de buena administración".

Dicho fenómeno de la interinidad en las Administraciones Públicas ha sido objeto de detallados estudios por parte del Defensor del Pueblo (2003), del Consejo Económico y Social de España (2004) y de la propia Comisión para el Estudio y la Preparación del Estatuto Básico del Empleado Público (2005), destacando en todos ellos el grave incumplimiento en que venían incurriendo las Administraciones en la aplicación de las normas de acceso al empleo público.

Destaca el informe la decisiva toma de posición del legislador al aprobar el Estatuto Básico del Empleado Público, al establecerse la obligación de incluir en la Oferta de Empleo Público la totalidad de las plazas vacantes ocupadas por personal interino, de manera que, según el profesor Sánchez Morón, "no es legítimo ya en ningún caso prolongar año tras año a los funcionarios interinos o contratados temporales en las plazas vacantes de personal fijo que provisionalmente ocupan, sin que esas vacantes se incluyan en la siguiente oferta de empleo que se apruebe por la correspondiente Administración". Destaca, además, que la norma del Estatuto Básico es de directa aplicación en todas las Administraciones Públicas y tiene primacía sobre cualquier otra legislación autonómica total o parcialmente distinta.

No obstante la claridad de la norma sobre tal obligación, se señala en el informe que "puede constatarse un sustacial incumplimiento de la obligación del deber de las Administraciones Públicas de incluir en la oferta de empleo público de cada año las plazas vacantes ocupadas por interinos o personal temporal que no hayan de ser amortizadas", sin que existan razones válidas de ningún tipo que justifique tal incumplimiento, criticándose el negativo efecto que en la corrección de la interinidad tiene la definición de la "tasa de reposición" de efectivos que incorporan anualmente las Leyes de Presupuestos. No está de más destacar, como hace el autor del dictamen, que el incumplimiento del Estatuto Básico es una infracción legal que "priva de oportunidades de acceso a un empleo público al segmento de la población que más las necesita, el de los jóvenes preparados que buscan su primer empleo, tutelando a quienes no quieren arriesgarse a participar en un proceso selectivo abierto".

Seguidamente, se destaca la reacción del Tribunal Supremo ante tal infracción legal, analizando la "trascendente" Sentencia dictada por la Sala Tercera del Tribunal Supremo, en fecha 29 de octubre de 2010 y en recurso de casación interpuesto por la Asociación para la Defensa de la Función Pública Aragonesa, dirigido contra la Oferta de Empleo Público de 2007 del Gobierno de Aragón, al incumplir la obligación legal de incluir en la misma la totalidad de las plazas vacantes ocupadas por personal interino. Como señala el dictamen, "lo decisivo es que el Tribunal Supremo acepta totalmente el planteamiento de la Asociación recurrente". Es decir, la permanencia ilegal de funcionarios interinos en plazas vacantes que deben salir a oferta pública impide al resto de los ciudadanos optar en condiciones de igualdad por acceder a esos puestos de la función pública, que no son patrimonio de quienes los desempeñan".

El informe destaca el doble hecho de que el Tribunal reconoce la legitimación de la Asociación -discutida por Comisiones Obreras- para recurrir contra la aprobación de la oferta de empleo público y que la infracción legal se combate por el procedimiento especial de recurso contencioso-administrativo para la protección de derechos fundamentales, al haber considerado esta Asociación que el incumplimiento de la ley -al inaplicar el mandato de puestos a incluir en oferta de empleo- suponía una vulneración del derecho fundamental de acceso a la función pública que se reconoce a los ciudadanos en el artículo 23.2 de la Constitución Española.

Señala el profesor Sánchez Morón que "esa doctrina deberá tenerse en cuenta -y presumiblemente así será- por los Tribunales de inferior rango y no es de descartar, antes al contrario, que el propio Tribunal Supremo vuelva a pronunciarse sobre otro u otros asuntos similares y que lo haga en el mismo sentido, consolidando de esta forma su jurisprudencia". Y añade que las Administraciones Públicas no pueden ya desconocer lo que el Tribunal Supremo ha declarado sobre la cuestión ni pueden sustraerse al cumplimiento de un mandato legal tan claro como el del artículo 10.4 del Estatuto Básico del Empleado Público. Efectivamente, tal y como se pronosticaba en el informe, el Tribunal Superior de Justicia de Aragón reprodujo el criterio de la sentencia del Supremo al anular la Oferta de Empleo Público aprobada por el Gobierno de Aragón para 2011.

En definitiva, y así concluye el informe comentado, las Administraciones Públicas están inexcusablemente obligadas a incluir en las ofertas de empleo público que aprueben -y que deben aprobar anualmente- todas las plazas vacantes de plantilla que estén provisionalmente desempeñadas por funcionarios interinos o personal laboral no fijo, de modo que el incumplimiento de dicho deber no sólo supone una infracción de la legalidad vigente, sino una violación del derecho fundamental a acceder a los cagos y funciones públicas en condiciones de igualdad, que sanciona el artículo 23.2 de la Constitución. Por ello, afirma el profesor Sánchez Morón, "es necesario poner fin a la actitud de pasividad que mantienen no pocas Administraciones Públicas, que por inercia, negligencia, horror al conflicto u otras causas no publican con la periodicidad debida las ofertas de empleo público o no incluyen en ellas todas las vacantes no amortizables y que deben incluirse legalment, o bien no apruebany publican todas las convocatorias de selección para las plazas previament ofertadas".

Para esta Asociación constituye un hecho muy gratificante que la sentencia obtenida en el Tribunal Supremo, en la defensa y reivindicación del derecho de acceso de los ciudadanos a la función pública, haya sido objeto de informe jurídico, suscrito por uno de los administrativistas más prestigioso de nuestro país y publicada en una de las revistas jurídicas de mayor difusión y calidad de nuestro país. Confiamos en que ello contribuya a reforzar el respeto al derecho de acceso a la función pública, permitiendo que la Administración vuelva a recobrar su sujeción a la ley y a las pautas propias de un Estado de Derecho..

miércoles, 9 de mayo de 2012

DOBLE VICTORIA JUDICIAL: OBLIGACIÓN DE PUBLICAR NOMBRAMIENTOS Y CESES DE PERSONAL EVENTUAL.

La Asociación acaba de obtener satisfacción a una larga demanda en relación con el régimen de publicidad de los nombramientos y ceses del personal eventual del Gobierno de Aragón, obligación que se incluyó en la Ley del Presidente y del Gobierno de Aragón de 2009 y que, desde entonces, ha sido sistemáticamente incumplida por todos los miembros del Gobierno de Aragón, tanto el que presidió Marcelino Iglesias como el ahora presidido por Luisa Fernanda Rudi. La arbitrariedad del poder a la hora de afrontar el cumplimiento de deberes legales parece no conocer de ideologías. Resulta verdaderamente contradictorio abogar por una ley de transparencia cuando no existe voluntad de cumplir siquiera con el régimen de publicación de nombramientos y ceses del personal eventual que impone la legalidad vigente, aprobada por las Cortes de Aragón el año 2009.

El anterior Gobierno de Aragón estableció la práctica de atender la publicación de los actos de nombramiento y cese de dicho personal eventual mediante unos escuetos anuncios, firmados por los Secretarios Generales Técnicos de los respectivos Departamentos, dando conocimiento de los nombramientos acordados. Dicha práctica fue rechazada por esta Asociación, reclamándose a los miembros del Gobierno de Aragón y a los Grupos Parlamentarios de las Cortes de Aragón el respeto a lo establecido en el artículo 25.5 de la Ley del Presidente y del Gobierno de Aragón: "El nombramiento y cese de los Directores, Jefes y demás miembros de los Gabinetes, así como del resto de los órganos de asistencia y apoyo, serán objeto de publicación en el Boletín Oficial de Aragón". Dicha publicación quedo sustituida por meros anuncios de publicidad, que permitían así desligar los efectos del nombramiento de la publicación requerida, que esta Asociación consideró siempre como requisito de eficacia.

´Tal práctica fue expresamente desautorizada por el Justicia de Aragón, cuya recomendación fue directamente ignorada por el Gobierno de Aragón. El desconocimiento de la obligación legal llegó, no obstante, a su máxima expresión cuando la nueva Consejera de Presidencia, Eva Almunia, al reponer al personal eventual cesado al producirse la salida de Javier Velasco de dicho Departamento, optó por omitir los nombres del personal repuesto, limitándose a señalar que dicho personal "seguía en sus puestos sin solución de continuidad". Esto sucedía en noviembre de 2010 y con ello se cerraba el círculo del desprecio al mandato legal, pues tras pasar de la publicación a la publicidad se llegaba, finalmente, a la opacidad, la cual seguramente se encontraba en germen en el primer paso dado.

Esta Asociación, ante la inadmisible deriva tomada por el Gobierno de Aragón en este tema, interpuso un recurso contencioso-administrativo contra el anuncio de publicidad que se refería al personal eventual del Departamento de Presidencia, reclamando el respeto a la obligación legal de publicación introducida por la Ley del Presidente y del Gobierno de Aragón.

Dicho recurso ha sido resuelto ahora por el Juzgado de lo Contencioso-Administrativo 5 de Zaragoza, y la sentencia notificada a esta Asociación estima las razones esgrimidas en nuestra demanda, por lo que "se anulan los anuncios de las Secretarías Generales Técnicas de los Departamentos citados, en cuanto que no se procedió a la publicación de las resoluciones de los nombramientos y ceses del personal eventual, debiendo procederse  a la publicación en el Boletín Oficial de Aragón de las correspondientes resoluciones".

Dicha sentencia viene a confirmar el criterio ya expresado por el Justicia de Aragón en su recomendación, desatendida por el Gobierno de Aragón. Tanto la queja ante el Justicia de Aragón como el posterior recurso ante los Tribunaels fueron impulsados por esta Asociación por entender que la primera obligación de un Gobierno -y de cada uno de sus miembros- es respetar la ley, en particular cuando la misma le impone exigencias de publicidad y transparencia. Desde la perspectiva de los ciudadanos y de los servidores públicos no hay nada que permita justificar la aparente aversión que muestran los responsables políticos hacia la legalidad y la publicidad, lo cual forma parte de una cultura política que sólo puede menoscabar la confianza democrática.

Una vez más, esta sentencia marca un triunfo del Estado de Derecho sobre quienes se creen investidos del poder de inaplicar las leyes o desvirtuar sus exigencias. El triunfo, además, lo es doble para esta Asociación, pues no sólo se estima el recurso planteado y se declara la invalidez de los anuncios de publicidad ideados para evitar la verdadera publicación de nombramientos y ceses, sino que se reconoce expresamente la legitimación de esta Asociación para instar dicho control judicial. Es decir, aquí los Tribunales de Justicia no han negado la capacidad de los ciudadanos para controlar al poder político, con el fácil pretexto de la falta de interés directo -argumento siempre utilizado por los Servicios Jurídicos del Gobierno de Aragón-, sino que justamente han apuntado en la dirección contraria, al afirmar que "dadas las características de los actos impugnados, resulta difícil que, en caso de ser negada la legitimación a la entidad actora, puedan ser recurridos en la práctica por cualquier otro sujeto público o privado", apreciando así interés legítimo en los fines estaturios de la Asociación, ya que la defensa de la legalidad y la buena administración son razón suficiente para avalar que el asunto ni nos es ajeno ni indiferente.

Tras casi tres años de empeño en hacer respetar la obligación de publicación de los nombramientos y ceses del personal eventual del Gobierno de Aragón, la sentencia dictada es una valiosa recompensa, No obstante, deberíamos calificar de triste victoria toda sentencia judicial que se limita a recordar a los responsables políticos que la ley dice lo que dice y que debe respetarse. Naturalmente, el Gobierno afirmará que acata la resolución judicial, a pesar de no haber respetado la ley. ¿O recurrirá al Tribunal Superior de Justicia de Aragón? Si nuestras energías se tienen que consumir en batallas tan básicas como es reivindicar el respeto de la ley, cualquier otro avance en materia de calidad democrática puede resultar un objetivo imposible.

martes, 1 de mayo de 2012

REDESCUBRIR EL SENTIDO DEL SERVICIO PÚBLICO


En estos tiempos de dificultades -cuando tocaría reconsiderar tantas ineficiencias de nuestras Administraciones Públicas-, parecemos reacios a reflexionar desde dentro de la función pública sobre aquello que es sustancial a la noción del servicio público y aquello otro que es accesorio o superfluo, es decir, prescindible. A la reflexión que se hace por parte de los responsables políticos y los medios de comunicación -o por los ciudadanos críticos en las redes sociales-, apenas se añade nada por parte de quienes tienen como ocupación profesional el ejercicio de la función pública, al margen de una defensa de la importancia que los servicios públicos tienen para el bienestar de los ciudadanos, algo que resulta innegable. Pero no debiéramos confundir servicio público y servidores públicos, por mucho que el primero sólo exista gracias a los segundos.

De la importancia de los servicios públicos -esenciales para la realización efectiva de la ciudadanía- no puede deducirse, sin más, que el régimen actual de condiciones de trabajo de los empleados públicos se halle justificado ni legitimado. No en vano, prestigiosos administrativistas españoles se han referido al empleo público como un "área de confort" dentro del mercado de trabajo. Es lógico, por lo tanto, que cuando el mercado de trabajo se vuelve difícil e inhóspito para millones de ciudadanos, no resulte sostenible -en ninguno de los sentidos- preservar un "área de confort" para aquellos trabajadores que perciben un salario público, sostenido por los impuestos de los ciudadanos.

Es esta una coyuntura en la que más que nunca debiéramos acertar a señalar lo que, para la función pública y su buen funcionamiento, es esencial, no esencial o estrictamente adicional. Lo que se ha añadido en la normativa reciente -probablemente sin mucha reflexión- podrá eliminarse sin mayor perjuicio, pues en nada afecta al buen desempeño de la función pública elementos tan accesorios como pueden ser los días adicionales de vacaciones por años de antigüedad. ¿Acaso han de descansar más los funcionarios de mayor antigüedad? ¿Pesan los trienios? ¿O se trata de un entrenamiento para la próxima jubilación?

Es evidente que la más reciente normativa -léase el Estatuto Básico del Empleado Público, reconociendo por ejemplo conceptos retributivos de antigüedad a los interinos, algo realmente paradógico- no ha sabido asegurar lo esencial de la función pública -como es el procedimiento de selección y la inamovilidad, la imparcialidad de los servidores públicos y sus principios de comportamiento ético, la sujeción de la negociación colectiva a la legalidad administrativa y presupuestaria, o un modelo de carrera objetivo basado en mérito y capacidad y no en la discrecionalidad del poder político- y, sin embargo, ha venido a añadir a las relaciones de trabajo en el sector público elementos que no hacen sino presentar a los empleados públicos como trabajadores por cuenta ajena con condiciones más ventajosas que los del sector privado. De ello se han ocupado también los sindicatos de la función pública, en la idea equivocada, como se ve ahora, de que la Administración era una empresa que no podía quebrar y, por ello, la racionalidad económica no constituía un límite a las reivindiciones de mejora continua. Ni la legalidad supuso un límite a las mismas, como se puede apreciar en el régimen retributivo existente en la Administración de la Comunidad Autónoma de Aragón.

Tocaría ahora hacer lo que siempre se debió hacer: pensar en el servicio público, en lo que exige la defensa del interés general y la protección de los derechos de los ciudadanos. Los empleados públicos -el empleo público en su conjunto- son un medio al servicio de los objetivos que marcan las políticas públicas y de los fines permanentes del Estado de Derecho, como son el aseguramiento del principio de legalidad y el respeto de los derechos de todas las personas.  Acaso llevamos años en los que hemos hecho del medio un fin en sí mismo -el confort laboral-, olvidando las exigencias y el sentido de lo que lo supone el servicio público, y en estos momentos deberíamos desandar parte del camino recorrido para redescubrir lo que es el servicio público y las condiciones en las que han de ejercer su actividad quienes lo prestan, condiciones que excluyan el "confort", pero hagan posible reconocer en cada uno de nosotros los rasgos de lo que ha de ser un servidor público, y no un mero empleado público.

domingo, 29 de abril de 2012

¿EXISTE HOJA DE RUTA PARA LA FUNCIÓN PÚBLICA?


Transcurridos ya casi diez meses desde la formación del Gobierno de Luisa Fernanda Rudi, comienza a ser verdaderamente preocupante la falta de horizonte que hoy se vive en gran parte de la Administración autonómica y el proceso de debilitamiento y precarización crecientes al que parece empujarse al conjunto de los servicios públicos, acuciados sin duda por las dificultades económicas que vive el conjunto del país, pero lastrados igualmente por la falta de un proyecto claro en materia de función pública y de un decidido paquete de medidas para la regeneración de la vida pública.

No dudamos de la capacidad y de la honestidad del responsable de la Dirección General de la Función Pública, pero el equipo de gobierno en su conjunto no ha dibujado el horizonte deseado para fortalecer la función pública aragonesa -mirándola más como un lastre que como uno de los principales activos de nuestra Comunidad Autónoma- y, sobre todo, ha sido incapaz de superar los viejos usos patrimonialistas de los puestos públicos que tanto ha criticado en el pasado. Basta para constatarlo observar el desdén mostrado hacia las estructuras administrativas o la arbitrariedad de algunos nombramientos, donde se mira más la ideología que la competencia de las personas.

El Gobierno no ha acertado en estos meses a decirle a los funcionarios lo que se demanda y espera de ellos en las actuales circunstancias. Tampoco ha dado a conocer a los miles de empleados públicos qué medidas se van a impulsar en la ordenación de la función pública aragonesa, fuera del anuncio de una ley o de medidas de provisión para corregir la enorme provisionalidad existente (el anunciado "macroconcurso" se retrasa sin explicaciones sobre las causas de tal demora y cada día se aprecian más los inconvenientes que las ventajas de tal medida, pues la "movilidad" no puede ser el objetivo que presida la política de recursos humanos, sino la profesionalidad, el compromiso ético y la recuperación de un clima organizacional coherente con los valores del servicio público).

Se tiene sin embargo la sensación que por detrás de las genéricas propuestas realizadas, y ante la ausencia de objetivos reales, lo que se prepara es, sencillamente, un importante adelgazamiento de la plantilla, conviertiendo las medidas de provisión de puestos de trabajo en un mecanismo dirigido a expulsar personal interino. Parece incluso que tal objetivo se antepone a preservar la propia calidad o continuidad de algunos servicios o unidades. Esas cosas suelen suceder cuando se invierten indebidamente las prioridades y se erige en única finalidad el abaratamiento del capítulo de personal.

Son muchos los aspectos que debieran conformar una hoja de ruta en materia de función pública para la presente legislatura, pero un elemento crucial -que todos parecen querer ignorar- ha de ser establecer una posición clara sobre la estrategia a seguir en el aligeramiento necesario de los costes de personal: el montante del capítulo uno es resultado de diversos elementos, pero sus dos variables esenciales son el número de personas empleadas y las retribuciones asignadas a las mismas. Nada dice el Gobierno en este tema, aunque resulta inequívoca su estrategia -expulsar interinos mediante la movilidad de los funcionarios de carrera o mediante el bloqueo a la provisión de puestos-, pero más sorprendente en este asunto es el silencio de los sindicatos de la función pública. Como parecen oponerse a todo -ya sea tocar la plantilla o tocar las retribuciones-, parecen dejar hacer al Gobierno en su solapada política de eliminación de personal interino, confiando acaso con ello en que nadie repare en los ilegales conceptos retributivos que siguen aplicándose al conjunto del personal como resultado de una negociación colectiva viciada y contraria a la legalidad.

Esta Asociación no ha ahorrado esfuerzos, desde su creación, en llamar la atención sobre los graves desvíos de las retribuciones en la función pública aragonesa -con la ilícita cláusula de revisión salarial que se aplicó a partir de 2004, vulnerando los Presupuestos Generales del Estado, y con el inexplicable anticipo de carrera profesional que sigue abonándose a un amplio número de funcionarios, en previsión de que en un futuro indeterminado tal carrera pueda desarrollarse, y en caso contrario "que nos quiten lo cobrao"-, pero a nadie le ha interesado escuchar el mensaje. Ni el Gobierno ni los Grupos Parlamentarios han querido entrar a considerar algo de tanta gravedad, como es el deslizamiento ilegal del sistema retributivo en la función pública aragonesa.

Ahora, sin embargo, cuando el capítulo I de la Administración aragonesa resulta insostenible, nadie repara en que la primera medida a adoptar debiera ser restablecer la legalidad del sistema retributivo y suprimir los conceptos ilegales del mismo -léase el llamado anticipo de carrera-, de manera que el recorte no recaiga injustamente en la supresión de puestos de trabajo necesarios pero cubiertos por personal interino, puestos que indebidamente no se convocaron en las ofertas de empleo público -como ha señalado el Tribunal Supremo- y que ahora sirven de fácil colchón para recortar gasto de personal, posiblemente el gasto de personal que nunca debió de existir en la Administración autonómica por ser ilegal. No parece buena opción, desde ningún punto de vista, sacrificar personas y mantener ilegalidades. No lo es en ningún ámbito, pero mucho menos lo es en el seno de una Administración Pública que quiera considerarse mínimamente comprometida con los principios y objetivos que le marca la Constitución.

Es cierto que en momentos de dificultad resulta particularmente costoso revisar las retribuciones del personal, en especial si se hace desde la consideración de su ilegalidad -pues la imagen de la función pública ante los ciudadanos queda necesariamente cuestionada-, pero sólo tras corregir tal situación los funcionarios públicos podremos demandar otras medidas de control y limitación del gasto público, del que disfrutan quienes ejercen y han ejercido altos cargos en la Administración autonómica.



sábado, 28 de abril de 2012

REUNIÓN DE LA JUNTA DIRECTIVA DE LA ASOCIACIÓN: RETOMAR LA INICIATIVA.

El pasado martes 17 de abril, en los locales de la Junta Municipal Centro del Ayuntamiento de Zaragoza, se celebró una reunión de la Junta Directiva de la Asociación, conforme al orden del día previamente remitido a sus miembros y hecho público en este blog.

Tras la aprobación del orden del día establecido y del acta de la sesión anterior, se informó de que la Asociación había satisfecho el pago de las costas impuestas por el Tribunal Supremo en el recurso de casación promovido en relación con el cambio del puesto de trabajo de Director/a de la Biblioteca de Aragón, cuyas características fueron adaptadas en la anterior legislatura para adscribir al mismo a un alto cargo del Departamento cesado, en un claro supuesto de desviación de poder y de ejercicio arbitrario de las potestades públicas. Tanto el Tribunal Superior de Justicia de Aragón como el Tribunal Supremo consideraron que esta Asociación carecía de legitimación -interés directo- para impugnar dicha modificación de la relación de puestos de trabajo. Hay que señalar, en este sentido, que dicha arbitrariedad no fue impugnada judicialmente por ningún sindicato de la función pública ni por ninguna asociación profesional de bibliotecarios, cuya legitimación podría haber sido menos cuestionada por los tribunales. No obstante el resultado negativo de las acciones judiciales, así como la imposición final de costas procesales, que obliga a esta Asociación a abonar el precio de la intervención de los Letrados de la Comunidad Autónoma en dicho proceso -paradógico caso el de ver cómo con fondos públicos se defiende la arbitrariedad administrativa combatida por los recursos privados de los ciudadanos, en este caso de los funcionarios públicos-, la Junta Directiva considera que la decisión de impugnación adoptada en su día fue una decisión oportuna y necesaria en defensa de la legalidad de función pública. Perder un juicio no significa carecer de razón, en especial cuando los tribunales se han negado a enjuiciar el caso denunciado y se han limitado a esgrimir obstáculos procesales como el de la falta de legitimación de la Asociación, para así acabar legitimando la arbitrariedad administrativa cometida.

Seguidamente, se pasa a analizar la ejecución pendiente de las sentencias que anularon las Ofertas de Empleo Público de 2007 y 2011 del Gobierno de Aragón, en particular al haberse producido la declaración de firmeza de la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Aragón referida a la Oferta de Empleo Público de 2011, debido a la falta de apelación por parte del Gobierno de Aragón. Teniendo en cuenta este hecho, y dado que la restauración de la legalidad vulnerada no se logra con las sentencias dictadas sino con su efectiva ejecución, se acuerda dirigir un escrito al Consejero de Hacienda y Administración Pública para instar la ejecución de la sentencia del TSJA que anuló la oferta de empleo público de 2011, por no incluir la totalidad de los puestos de trabajo vacantes ocupados por interinos. En el caso de que no se adoptasen las medidas correspondientes de ejecución por los responsables administrativos, se instará del propio TSJA la ejecución forzosa de la sentencia.

A continuación, se aborda la necesidad de revisar y acomodar el Documento de Propuestas de Buen Gobierno y Buena Administración, elaborado al inicio de la presente legislatura, para su posterior difusión, barajando para ello distintas fórmulas, entre ellas la solicitud de una comparecencia ante la Comisión de Peticiones y Derechos Humanos de las Cortes de Aragón, al entender necesario hacer llegar de forma directa dicho conjunto de propuestas a los Grupos Parlamentarios del Parlamento autonómico. Del envío por correo que se les hizo en su día a todos los Grupos, no se obtuvo ningún tipo de respuesta ni valoración, ni siquiera el más elemental acuse de recibo.

Conforme al orden del día previsto, el Presidente de la Asociación informa del proceso de participación llevado a cabo en relación con el Anteproyecto de Ley de Transparencia elaborado por el Gobierno de España, incidiendo especialmente en la actividad que en dicho proceso de participación ha llevado a cabo Coalición Pro Acceso, plataforma en la que se encuentra integrada nuestra Asociación. Se acuerda analizar el hueco que, en la materia, existe para que las instituciones públicas de la Comunidada Autónoma fijen igualmente objetivos propios de transparencia en su gestión, bajo el principio de que la información pública ha de ser puesta a disposición de todos los ciudadanos, sin limitarse a facilitarla a aquellos que puedan solicitarla. La transparencia ha de ser un elemeto interiorizado por todos los responsables públicos y una pauta de actuación de todas las instituciones públicas, sin limitarse a asegurar una respuesta a las posibles demandas de los ciudadanos.

Finalmente, se procede a realizar un primer análisis del Plan Anual de Inspección de Servicios de la Administración de la Comunidad Autónoma de Aragón para 2012, aprobado por el Gobierno de Aragón el 21 de febrero de 2012 y publicado en el Boletín Oficial de Aragón  el 30 de marzo de 2012. Sin perjuicio de recibir de manera positiva la aprobación de dicho Plan, para ordenar la actividad del principal órgano de control de la actividad administrativa, la valoración de su contenido, a juicio de esta Asociación, pone en evidencia dos graves carencias del mismo, como son la falta de correspondencia con las prioridades que marca la actual situación de la Administración auonómica -no se contempla ninguna medida de análisis de las estructuras administrativas, en un momento que exige más que nunca racionalidad en la organización administrativa- y la ausencia de correspondencia de su contenido con las previsiones que en materia de racionalización administrativa contiene la vigente Ley de la Administración de la Comunidad Autónoma de Aragón -no se establecen acciones en materia de aprobación de manuales de procedimiento o de desarrollo de auditorías administrativas-, manteniendo con ello inéditas medidas legales que entraron en vigor en el año 1996 y que, desde entonces, debieran obligar a actuar en tal sentido tanto a la Inspección General de Servicios como a las Secretarías Generales Técnicas de los Departamentos.

Ni antes ni ahora -con Plan o sin Plan- parece que la Ley cumpla su función de determinar la actuación de los órganos administrativos en materia de racionalización administrativa. Ello hace del Plan un instrumento desvinculado del ordenamiento jurídico -con indudables virtudes, pero con manifiestos defectos-, pues no deja de ser chocante que se promuevan cartas de servicios -como mecanismo de una política de calidad carente de marco normativo en nuestra Administración- y se omitan totalmenet elementos que desde 1996 debieran marcar la actividad en materia de racionalización de procedimientos administrativos. Por ello, la Junta Directiva decide dirigirse al Consejero de Hacienda y Administración Pública para instar que en el Plan de la Inspección se recojan todos aquellos aspectos que prevé la Ley de la Administración Pública de la Comundad Autónoma, en particular el impulso de los manuales de procedimiento y la racionalización de las estructuras administrativas.

Agotado el orden del día, y no habiendo propuestas ni ruegos ni preguntas por parte de los miembros de la Junta asistentes, se da por finalizada la reunión de la Junta Directiva.