lunes, 10 de mayo de 2010

POR UNOS SERVIDORES PÚBLICOS COMPROMETIDOS CON EUROPA.

La realidad de nuestros Estados –los integrados en la Unión Europea- no podría entenderse, en la actualidad, sin tener en cuenta el conjunto de implicaciones que conlleva el proyecto –proyecto y realidad- de integración europea, al habernos dotado de instituciones y políticas comunes, de las que surge un derecho comunitario dotado de primacía sobre el derecho propio de cada Estado.

Las Administraciones Públicas de los Estados miembros de la Unión Europea están llamadas a aplicar –por el principio de subsidiariedad- las normas comunitarias, razón por la cual todos los funcionarios públicos de todos los niveles de gobierno existentes en cada Estado podemos sentirnos agentes públicos de la Unión Europea.

Es justamente en el ámbito europeo, a iniciativa del Defensor del Pueblo Europeo, donde surgió le noción de un Código de buena conducta administrativa –idea que hoy se refleja en el Código de Conducta contenido en el Estatuto Básico del Empleado Público- y también corresponde a la Unión Europea el mérito de haber acuñado el “derecho a una buena administración”, incluido en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, aprobada en Niza en el año 2000. En ambos documentos se plasma la idea europea de lo que han de ser las Administraciones y los servidores públicos en un Estado democrático, que ha de asegurar a sus ciudadanos la realización de sus derechos, entre ellos el señalado “derecho a una buena administración”.

Ambos instrumentos –el Código de Buena Conducta Administrativa y la Carta de Derechos Fundamentales- distan mucho de estar plenamente vigentes en la realidad de nuestras Administraciones Públicas, y lo que es peor, no han venido acompañados de medidas efectivas para asegurar tanto su difusión y conocimiento por el conjunto de los servidores públicos de las Administraciones europeas como, lo que es más importante, su vigencia y respeto plenos.

El principal valor del movimiento constitucional europeo, sin el cual el espíritu europeo sería irreconocible, es la noción de Estado de Derecho, plasmada en tres manifestaciones fundamentales: la división de poderes, el reconocimiento de los derechos fundamentales de las personas y el sometimiento de ciudadanos y poderes públicos al principio de legalidad. En su realización práctica y diaria cumplen un papel insustituible los servidores públicos, a los que podemos calificar, sin ningún tipo de hipérbole, como agentes del Estado de Derecho.

En consecuencia, y ante la celebración, en el día de ayer, del Día de Europa, en momentos en que la Unión Europea sufre tensiones desconocidas en el pasado, como resultado de la grave crisis económica que amenaza a su moneda única y a la estabilidad social de alguno de sus Estados, queremos desde esta Asociación reafirmar nuestro compromiso con Europa y los valores que representa, especialmente con su noción de integración y solidaridad entre los diferentes pueblos europeos, pero también, y de forma destacada, con su modelo de Estado, garante de las libertades y promotor del bienestar de sus ciudadanos.

Como servidores públicos, nos corresponde aportar nuestro esfuerzo diario para garantizar la realización práctica de los valores europeos, especialmente en lo que afecta al robustecimiento del Estado de Derecho –frente a la amenaza constante de la corrupción pública- y para avanzar permanentemente en la garantía del derecho de los ciudadanos a una buena administración. Ha de entenderse que esta Asociación, en su dimensión aragonesa, no renuncia a una acción en clave europea o, si se prefiere, en clave europeísta.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay que estar más al tanto de las iniciativas de la UE en temas de gestión pública.

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo.

Anónimo dijo...

San Schuman

Es la fiesta de todas las instituciones europeas, que abren sus puertas a los ciudadanos en todas las capitales europeas. Y este año con mayor motivo porque se celebra el 60 aniversario de aquella declaración cuyas consecuencias ni el mismo Schuman, ahora considerado uno de los "padres" de Europa, hubiera podido predecir.

Curioso personaje Robert Schuman. Nacido en un barrio de un Luxemburgo entonces alemán, formado en Alemania y en Francia y que no adquirió la nacionalidad francesa hasta el Tratado de Versalles; detenido por la Gestapo, acusado luego de colaborar con el régimen de Vichy y finalmente rehabilitado por el General De Gaulle después de la liberación de Francia en 1945.

Su hora de gloria llegará en los años en los que estuvo al frente del Ministerio de Exteriores de Francia entre 1948 y 1952, desde donde articuló el golpe de timón de la política exterior francesa y de toda Europa al mismo tiempo.

Anónimo dijo...

Cinco años y un día después de la capitulación del ejército del Tercer Reich, Schuman convocó a los periodistas a las seis de la tarde para una rueda de prensa en el Salón del Reloj del Quai d'Orsay, la sede del Ministerio de Exteriores francés. Era la hora del cierre de los diarios por lo que aquella convocatoria del ministro sólo podía ser para anunciar algo muy importante.

Así fue y así lo reflejaron los periódicos del día siguiente. Schuman proponía poner bajo la competencia de una "Alta Autoridad" las producciones de carbón y acero de Francia y Alemania y las de todos aquellos países europeos que quisieran sumarse. Una idea diabólica para unos, genial para otros, pero que resultó ser la respuesta adecuada al principal problema del momento; qué hacer con una Alemania en pleno proceso de reconstrucción tras el régimen nazi.

La idea original fue de otro "padre" de Europa, el francés Jean Monnet, un estrecho colaborador del General de Gaulle y antiguo Secretario general adjunto de la Sociedad de Naciones -el antecedente de la ONU con sede en Ginebra-.

Monnet elaboró en 1943 en Argel un documento en el que ya se apuntaba el problema de qué hacer con Alemania después de la guerra, cuya idea principal era no volver a cometer el error de la Primera Guerra Mundial, de humillar a ese país con sanciones y embargos después de la derrota. En la primavera de 1950, Monnet tuvo la ocasión de explicar su proyecto a Schuman. El 3 de mayo, Schuman tiene en sus manos un borrador de la famosa Declaración, que mantiene en secreto, salvo una copia y una nota personal que deja en manos de un colaborador suyo para que la entregue al canciller alemán, Konrad Adenauer.

El canciller, preocupado por dónde situar a su país en Europa ante el avance de la influencia soviética, abraza el proyecto. Schuman decide presentarlo en aquella rueda de prensa a última hora porque quería que la declaración tuviera un gran impacto mediático y vencer así las posibles reticencias que quienes dentro del Gobierno francés temían la reindustrialización de Alemania.

Nadie puede arrebatar a Schuman el mérito de haber sido quien se atrevió a dar el primer paso en un contexto político desfavorable para una idea de esa naturaleza. El desafío de mantener la paz en Europa después de dos guerras devastadoras era muy grande y la respuesta debía estar a la altura. Quizá por eso la primera frase de la declaración era: “La paz mundial no podrá salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan”.

Bélgica, Luxemburgo, Holanda e Italia decidieron sumarse al esfuerzo y el 18 de abril de 1951 se firmaba el Tratado de París en el que nacía la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Con ella empezaba lo que llamamos "construcción europea" y que aún continúa. La última parada ha sido el Tratado de Lisboa, la próxima aún es una incógnita pero algunos ya están pensando en cual debe ser el siguiente paso.

No creo que Robert Schuman hubiera imaginado que llegaría tan lejos la construcción europea que él, Monnet, Adenauer o el italiano Alcide De Gasperi pusieron en marcha. Pero, desde luego, tiene justificado con creces su lugar en el particular "santoral" europeo y tiene hasta una página de seguidores en Facebook. Espero que hoy seamos muchos los que participemos en las celebraciones que a lo largo de toda Europa van a recordar el sexagésimo cumpleaños de esta idea feliz.

EL MUNDO.

Anónimo dijo...

Hombres de Estado. Algo que lamentablemente en España, hoy, falta. A los políticos que tenemos les va el regate corto; gente que es capaz de negar con rotundidad un ajuste drástico y anunciar lo contrario antes de una semana.