Cuando
se acerca ya el inicio del nuevo curso, tras el paréntesis veraniego, todos
hemos de retomar nuestra respectiva actividad y corresponde a esta Asociación
seguir promoviendo los principios de legalidad, profesionalidad y ética pública
en el conjunto de las Administraciones Públicas. Contando, para ello, con las
limitaciones que nos son propias, y que tratamos de compensar con el esfuerzo
de los miembros de la Junta Directiva,
dispuestos todavía a dedicar tiempo y energías al análisis de problemas y al debate
de iniciativas que tiendan a corregir deficiencias u orientar la configuración
deseable de nuestro sistema de función pública.
Hemos
de tratar de avanzar en los tres órdenes que nos planteamos: en el de la
legalidad, en primer lugar, destacando la constante banalización en que
incurren nuestras instituciones en el incumplimiento de las normas, algo que en
modo alguno resulta aceptable en un Estado de Derecho, en el que las normas son
la máxima garantía de los derechos de los ciudadanos y el límite preciso a la
arbitrariedad administrativa y al abuso de poder, y volveremos a reclamar, por
ejemplo, algo tan básico como que el Gobierno de Aragón apruebe y remita a las
Cortes el proyecto de ley de presupuestos antes del próximo 1 de octubre,
porque así lo exige el Estatuto de Autonomía de Aragón, y el sometimiento a las
normas es condición primordial de cualquier programa de gobierno; en el terreno
de la profesionalidad, en segundo lugar, lo que nos llevará a insistir en la
obligada limitación de la libre designación en el sistema de provisión de
puestos de trabajo –inaceptable resulta lo sucedido con los puestos de reciente
creación del Tribunal Administrativos de Contratos Públicos, tanto en su
configuración como en su convocatoria de provisión, con indebidos márgenes de
discrecionalidad en su nombramiento-, en el control de las comisiones de
servicios, en la configuración de un verdadero programa de formación que
contribuya a la especialización funcional y a la orientación de la carrera
profesional, y en el control y evaluación del desempeño, para asegurar la
calidad deseable de la actividad administrativa; y, por último, en el de la ética
pública, lo que nos llevará a insistir en la prevención de los conflictos de
intereses y en el control de incompatibilidades, en la implantación de
mecanismos de lucha contra la corrupción –que no creemos pase por la creación
de entidades como la Agencia
de Integridad y Ética Pública, con sus desdibujadas y excesivas competencias-,
y en la exigencia de ejemplaridad en los responsables institucionales (razón
que nos llevará a insistir en la necesaria dimisión del actual Presidente del
Consejo de Transparencia de Aragón, cuyos incumplimientos de la normativa de
transparencia le desautorizan para el desempeño de tal función).
Esta
Asociación va a proseguir un año más con su trabajo de exigencia y propuesta –labor
molesta para algunos, insuficiente para otros, pero también valorada por
algunos, aunque puedan ser los menos-, aprovechando en la medida que sea
posible los nuevos cauces de participación ciudadana que ha abierto la reciente
modificación del Reglamento de las Cortes de Aragón, pero haciendo uso también
de los cauces de control y de participación que tradicionalmente hemos venido
utilizando, como es la impugnación de actuaciones administrativas, el ejercicio
del derecho de petición y la solicitud de acceso a la información pública. Junto
a todo ello, además, queremos propiciar espacios abiertos de diálogo y debate
sobre cuestiones de interés para la función pública en los que puedan
intervenir todos los interesados en avanzar en una Administración profesional
al servicio de los ciudadanos.
ResponderEliminarHay que acertar en las prioridades para no dedicar energías a asuntos menores
ResponderEliminarQué pocos están dispuestos a hacerlo, me temo!