No
es admisible que, a estas alturas de democracia española, en la Administración Pública
se produzcan, sin consecuencia o sanción alguna, supuestos de marginación
profesional a funcionarios públicos por razones políticas, ideológicas o estrictamente
partidistas. Se ignora que la
Administración sirve con objetividad los intereses generales
y no los dictados políticos de quien manda en cada momento, y se olvida, además,
que los funcionarios públicos cuentan con un deber de imparcialidad que se
traduce en un principio de actuación conocido como “eficacia indiferente”. El
color político del gobierno no puede determinar el nivel de implicación o
rendimiento profesional de un funcionario público, pues su labor va dirigida a
satisfacer las necesidades de los ciudadanos, al margen del Gobierno concreto que
dirija la Administración
en cada etapa. El Gobierno legítimo determina la orientación de las políticas públicas
y los funcionarios han de mostrar lealtad en su ejecución. Pero esa lealtad es
igualmente exigible a los cargos políticos en forma de respeto hacia los
profesionales de la función pública
Ni
los ciudadanos ni los empleados públicos se merecen la presencia en cargos públicos
de personas incapaces de dirigir las organizaciones administrativas sin sectarismo
político, marginando a aquellos funcionarios que, por su ideología o afinidades
personales, consideran enemigos o desafectos, sin que les importe que el
resultado de todo ello sea una organización disfuncional, con una inevitable pérdida
de eficacia en la acción pública y un despilfarro de recursos, y una manifiesta
vulneración de los principios de funcionamiento de las Administraciones Públicas.
No
es de recibo que, al comienzo de cada legislatura, los nuevos responsables políticos
tengan como primera preocupación la de poner al frente de los diferentes
puestos de responsabilidad técnica “gente nuestra” (es decir, suya, de su
estricta confianza política, en muchos casos sin la debida cualificación profesional,
pues cuando menor es la capacidad mayor es la deuda con el cargo político), al
tiempo que, de forma directa o a través de vías espúreas de toda clase, se
intenta ir apartando o neutralizando a aquellos funcionarios cuya única “falta”
en muchos casos consiste en haber trabajado con pleno compromiso para el
Gobierno anterior, algo que parece descalificarlos a los ojos de los nuevos
responsables políticos.
Es
lógico que los funcionarios –salvo aquellos que han sucumbido de forma
definitiva a la estricta lógica política, olvidándose de su condición
profesional- contrapongan una lógica institucional frente a la lógica sectaria
que traen consigo muchos de los nuevos responsables políticos, quienes creen
que las instituciones son tierra de conquista en la que pueden imponer su
estricta voluntad, y es habitual que dicha lógica institucional se perciba en
muchas ocasiones como un desafío al criterio político –politizado y sectario-
de los nuevos responsables, que merece una respuesta contundente, en forma de
cese fulminante, para dejar clara la lógica del poder político.
No
tendremos una Administración profesional que sirva objetivamente el interés
general, es decir, no tendrá verdadero respeto la Constitución
Española dentro de la Administración Pública
mientras sigamos sufriendo –como se sufre en diferentes ámbitos de la Administración de la Comunidad Autónoma
de Aragón- la marginación profesional de empleados públicos por responsables
políticos sectarios, incapaces de dirigir las organizaciones públicas con principios
democráticos, lo que los inhabilita absolutamente para el desempeño de
cualquier puesto de carácter directivo o de gestión en cualquiera de nuestras
Administraciones Públicas.
Esta
Asociación, que lucha por la vigencia de la legalidad, la profesionalidad y la ética
pública, no va a consentir comportamientos de sectarismo político por parte de
responsables políticos de la actual Administración autonómica, pues la cultura
de la organización, expresada en los códigos de buen gobierno y buena conducta
o en las buenas prácticas, ha de preceder a los cambios normativos que se
anuncian, salvo que éstos no sean más que el enmascaramiento del sectarismo que
preside la acción política de este Gobierno.
Trasnochado quiere decir anacrónico?
ResponderEliminarNO tenemos una Admón profesional y objetiva, servidora del interés general, respetuosa con el principio de legalidad. Esta Admón, esta función pública es de risa, sujeta a un nepotismo irritante donde campan a sus anchas jefecillos inútiles donde organizan su cortijo con amigos y allegados marginando a aquellos profesionales que no aceptan o su perfil no encaja en el del clan.
ResponderEliminar
ResponderEliminar¿Dónde se dan esos casos?
Esta Admón está en manos de incapaces (o “amos” muy capaces), sectarios, dueños de unos cortijos repletos de pelotas y amiguetes, repleta de funcionarios profesionales, marginados por sus desafinidades y desafecciones con el clan, con un brutal despilfarro de recursos y vulneración constante del principio de legalidad.
ResponderEliminar