La
sociedad es demasiado permisiva con los incumplimientos de la ley en que
incurren los Gobiernos, acaso porque la cultura de la ilegalidad ha impregnado
ya no sólo al conjunto de las instituciones, sino también a una importante
parte de la ciudadanía, cuyos derechos han dejado de ser la piedra angular de
la organización política.
No
deja de sorprender que algunos responsables políticos –de primer o segundo
nivel de una Administración- reaccionen con estupor ante la falta de tolerancia
de algunos ciudadanos frente a sus arbitrariedades y a la rutinaria
inaplicación de la Ley. Ejemplos
no le faltan e esta Asociación para ilustrar la carencia de respeto a la
legalidad por parte de Consejeros y Directores Generales, y han quedado
expresados en este blog a lo largo de todos estos años de actividad.
Al
igual que el Departamento de Hacienda y Administración Pública nos presenta un
Anteproyecto de Ley de la Función Pública
de Aragón –e invita a la máxima participación posible a todos los empleados
públicos, pues los funcionarios han de ejercitarse en las tareas propias del
legislador-, los responsables del Departamento de Sanidad, Bienestar Social y
Familia y del Instituto Aragonés de Servicios Sociales anuncian la modificación
de la Ley que
regula el Ingreso Aragonés de Inserción (IAI), no para incrementar el
nivel de protección social de las personas en riesgo de exclusión -especialmente acuciante en las actuales circunstancias-, sino para
limitar y restringir el acceso y percepción de dicha prestación social y combatir el posible fraude por parte de los perceptores.
Estado
de Derecho y Estado social son nociones cuya vigencia real ha de plasmarse en
las leyes que se aprueban y en su respetuosa aplicación por parte de la Administración Pública.
Podemos decir que, en estos momentos, el Gobierno de Aragón, con su acción y
sus iniciativas, no es capaz de garantizar ni reforzar ninguna de ambas nociones.
La
vulneración de las normas de función pública –la deliberada y razonada
inaplicación del régimen de acceso a la función pública- constituye un ataque
frontal al Estado de Derecho, que no debiera salirle gratis al Gobierno, y la
falta de dotación presupuestaria para garantizar las prestaciones sociales
destinadas a las personas en riesgo de exclusión social –como es el Ingreso
Aragonés de Inserción- o en situación de dependencia, como son los servicios y
prestaciones económicas del Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia, muestra
la clara voluntad de sacrificar la cohesión social y supeditar a las personas a
objetivos presupuestarios coyunturales, por el procedimiento más inaceptable
que cabe: no garantizar ni respetar los derechos legalmente establecidos.
La
ruptura de la legalidad, practicada de modo unilateral desde el poder, es una
conducta que puede conllevar consecuencias imprevisibles, pues difícilmente
pueden sentirse los ciudadanos compelidos a cumplir sus deberes cuando sus
derechos son burlados de forma reiterada por las instituciones públicas, sin otra
justificación que la excusa de las dificultades presupuestarias. ¿Dónde está la Ley que suspende el
reconocimiento del Ingreso Aragonés de inserción a los ciudadanos? ¿Qué razones
llevan a un Gobierno a negar a los ciudadanos el derecho a acceder a las
prestaciones del Sistema para la
Autonomía y Atención a la Dependencia? Preguntas
sin respuesta, que sitúan a un Gobierno al margen del Estado de Derecho y del
Estado social, es decir, al margen del marco constitucional. Quien no sea capaz
de respetar las leyes vigentes, no debería gobernar ni ejercer función pública alguna, pero, a falta de ello, al menos debería tener el decoro de no anunciar
nuevas leyes, pues ya sabemos lo que las normas significan para ellos.
Los
valores valen aunque no se les dé valor, decía Julián Marías. También las situaciones
de vulneración grave del ordenamiento jurídico revisten una gravedad intrínseca,
aunque se intenten minimizar sus efectos. Un Gobierno que no se atiene a la
norma legal –y que es capaz de razonar y motivar su actuación contraria a la Ley- es un Gobierno que se
deslegitima a sí mismo, y que no puede reclamar el respeto de los ciudadanos,
pues ese respeto supondría un desprecio a lo realmente valioso, como es nuestro
ordenamiento constitucional, al que debiéramos estar sometidos no solo los
ciudadanos, sino sobre todo todos los poderes públicos, como claramente se
señala en su artículo 9.1.¿Si no es el respeto a las normas y a los derechos de cada cual, qué nos puede unir como ciudadanos de un Estado o como miembros de una sociedad?
ResponderEliminarAhora mismo hay 1.000 personas que tienen derecho al IAI y no lo cobran por falta de fondos.
ResponderEliminarSi hay ley, porque no se cumple ?
ResponderEliminares cierto que el poder por si mismo tiende a expandirse y la constitucion a limitarlo pero recordar eso y promover la cultura de la legalidad en todos los ambitos de la sociedad nos permita cumplir la institucionalidad es el unico modo democratico (como sinonimo de "libertad") de alcanzar el bien común.
ResponderEliminarSi la ley se respeta sólo por los funcionarios del gobierno, entonces todo el derecho toca a su fin.