¿Qué
pasos podemos dar para modificar el insatisfactorio estado de cosas en la Administración Pública?
Cuando reflexionamos sobre objetivos que necesariamente hemos de acometer, tras
el previo esfuerzo de definición, es ineludible dar paso a la acción, a la
iniciativa, es decir, al esfuerzo y al trabajo, pues nada cambia a mejor por sí
solo. Todo estudio y todo aprendizaje, y también toda empresa con cierto grado
de exigencia, requieren sumar el esfuerzo y el empeño de muchos días y de
muchas personas.
Es
posible que, en estos momentos, la Administración cuente con la oportunidad de hacer
cambios que en otras circunstancias resultarían inabordables. Sería lamentable
que, por falta de claridad de ideas o de voluntad, por la ausencia de apoyo político
decidido y de compromiso de los empleados públicos, esta oportunidad se
malograse.
Es
momento oportuno para simplificar y racionalizar estructuras administrativas y
para reducir drásticamente el conglomerado empresarial creado por el anterior
Gobierno de Aragón. Ahora cabría dotar a los Departamentos de equipos humanos
dirigidos al rediseño, al análisis, a la formación, a la profesionalización, al
impulso de la calidad y de la atención a los ciudadanos y no solo a la gestión
burocrática rutinaria.
La
mala gestión de los recursos humanos, claramente identificada en el reciente
informe sobre el empleo público en la Administración autonómica elaborado por el
Justicia de Aragón, debiera ser una de las preocupaciones fundamentales si el
Gobierno de Aragón tuviese clara su responsabilidad en materia de función pública.
Habría
que poner fin a la carencia de liderazgo político interno, de dirección de
personal, y a la incomunicación dentro de la Administración. ¿Dónde
están los mecanismos de información y de participación de los profesionales en
las estrategias de recursos humanos? ¿Qué opciones estratégicas se barajan para
el diseño de la
Administración del futuro? ¿Existe hoja de ruta o estamos
simplemente a merced de las circunstancias y de las inercias?
La
denuncia es necesaria, pero no es suficiente. Debemos impulsar una Administración
mejor, pero sin dejar de hacer pública nuestra denuncia frente al
incumplimiento reiterado de la legalidad y frente a la arbitrariedad política.
Ese qué que nos planteamos, qué hacer, qué proponer, ha de ser el resultado de
un compromiso previo por construir una Administración y una función pública
plenamente al servicio de la democracia y de los ciudadanos. La dinámica de
compromiso es la que nos irá marcando, cada día, nuevos pasos a dar, nuevos
objetivos a alcanzar.
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