La
tarea de regeneración democrática e institucional que ha de preceder, acompañar
y propiciar la recuperación del crecimiento económico y del empleo y la deseable
corrección de las desigualdades sociales y de los fenómenos de empobrecimiento
y exclusión que han provocado estos años de prolongada crisis y de políticas
económicas antisociales, exige un esfuerzo colectivo intenso y sostenido en el
tiempo, del que nadie debiera evadirse ni excluirse.
Es
preciso dedicar tiempo y energías a analizar problemas y sopesar soluciones o
alternativas, y para ello es necesario dotarse de herramientas válidas con las
que poder identificar las causas que inciden de forma negativa en la calidad de
nuestra vida democrática y que motivan la creciente crisis de legitimidad de
buena parte de nuestras instituciones. Es necesario un amplio debate desde una
actitud de diálogo y respeto y, por supuesto, de superación. Los servidores públicos
debemos ser una parte activa en el proceso de reflexión y, sobre todo, en el de
aplicación de soluciones a las carencias más manifiestas que hoy presenta
nuestra vida institucional.
Es
difícil actuar en las actuales condiciones –cuando la confianza escasea en
todos los ámbitos de la acción pública-, pero, por duro que resulte, hemos de
remontar la situación de sospecha y pérdida de legitimidad que atraviesan hoy,
de forma justificada, las instituciones públicas. La mayor parte de ellas han
desatendido el cumplimiento de sus deberes legales, contribuyendo de forma
decisiva al agravamiento de la crisis económica, social y política en que se
encuentra inmerso nuestro país, pero solo desde ellas, tras su oportuna
regeneración, es posible reconstruir el necesario proyecto colectivo que siguen representando tanto España como Europa.
Los
principales teóricos de la calidad democrática sostienen que la violación del
imperio de la ley es el factor más corrosivo de la calidad democrática. El
principio de legalidad, seña de identidad de todo Estado de Derecho, es básico
también para la supervivencia del Estado democrático y del Estado social. El
respeto a las leyes es la premisa fundamental para la convivencia y para el
ejercicio de cualquier potestad pública. ¿De qué sirve que los Parlamentos
aprueben leyes que luego no cumplen los poderes públicos ni los ciudadanos? ¿Qué
porvenir puede tener una sociedad o un Estado en el que el menosprecio u olvido
de las leyes ha pasado a ser parte de la cultura política de quienes gobiernan
y también de parte de la ciudadanía? ¿Qué futuro cabe augurar a los derechos de
los ciudadanos en un Estado donde la legalidad no queda garantizada?
Esta
Asociación ha trabajado desde el primer momento de su creación por la defensa y
reivindicación de la legalidad administrativa y constitucional, al entender que
la quiebra de la cultura de la legalidad que se estaba produciendo en el seno
de la Administración Pública
era el fenómeno más nefasto que podía afectar a la función pública. ¿Qué valor
se puede conceder a una función pública que ha olvidado su primera obligación
institucional y se considera liberada de su compromiso con la legalidad? Cuando
el aparato ejecutivo del Estado no garantiza la aplicación de las leyes, ¿qué
es lo que ejecuta? Nos hemos comprometido a fondo con la defensa de ciertos
derechos –el derecho de acceso a la función pública o el derecho de petición-, y hemos
obtenido condenas de los más altos Tribunales –el Supremo y el Constitucional-
al Gobierno de Aragón y a las Cortes de Aragón por su vulneración. La defensa
de un solo derecho o de una sola ley es una contribución valiosa a la necesaria
cultura de la legalidad, pero hay que propiciar una cultura general de
legalidad, que permita el respeto de los derechos de todos, no solo de los propios,
y que garantice el interés general de la sociedad, poniéndolo a salvo de la
llamada “rapacidad oportunista del homo economicus”.
Desde
este blog y desde los foros que esta Asociación tiene intención de promover
queremos contribuir, de forma modesta pero efectiva, a la regeneración democrática
que demanda la mayoría de los ciudadanos, ofreciendo un espacio de encuentro y
de intercambio de ideas al conjunto de los servidores públicos. Esperemos que
con ello podamos contribuir a recuperar la idea de servicio público y darle la
centralidad que le corresponde en nuestra actividad diaria.
ResponderEliminarPongámonos, entonces, a ello.
Totalmente de acuerdo. Frente al lugar común que, como un sonsonete, repiten algunos medios de comunicación, la crisis no ha conducido a una falta de legitimidad de las instituciones democráticas, sino que la ausencia de dicha legitimidad agrava la crisis económica, que ha estado precedida por una crisis ética pública.
ResponderEliminarSaludos.
Noble empeño pero dudo de que surja la más mínima iniciativa por parte de los funcionarios de la DGA.
ResponderEliminarEl respeto de las leyes es el auténtico autogobierno.
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