Una
funcionaria del Gobierno balear, que declaró como testigo ante la policía hace
tres años en una de las investigaciones sobre corrupción producidas en la etapa
de gobierno de Jaume Matas, ha sido degradada profesionalmente, declarando ante
la Fiscalía Anticorrupción
que dicho cambio de puesto lo considera una represalia, de acuerdo con la
información publicada ayer por el diario “El País”. ¿Es, verdaderamente, una
represalia diferida? ¿Quién debe probarlo? ¿Interesa desincentivar la reacción de los funcionarios frente a la corrupción pública?
La
empleada comentó, en su día, a su superior —el consejero
Juan José Cardona— sus dudas sobre el funcionamiento del Consorcio
de Desarrollo Económico, donde se activó la supuesta trama para desviar hasta
8,2 millones de euros. La asociación ilícita, para el fiscal, estaba encabezada
por el consejero Cardona, el director
general Kurt Viaene y la gerente del organismo, Antonia Ordinas. El
exconsejero, a quien la empleada alertó sobre los aparentes excesos, le dijo
que no se preocupara.
Esta
breve noticia, que puede pasar inadvertida a la mayor parte de los lectores,
pone de manifiesto una de las carencias más significativas de los mecanismos
españoles para la prevención y protección de la corrupción pública, como es la
posibilidad de los funcionarios de poner en conocimiento de órganos
especializados, a través de procedimientos seguros y fiables, sospechas sobre
casos de corrupción que puedan conocer en el desempeño de su puesto de trabajo,
contando a partir de dicha comunicación con un sistema de garantías que evite
represalias futuras en su carrera profesional. Es lo que se conoce, en los países
anglosajones, como whistleblowing (tocar el silbato), algo que podríamos
traducir como sistema de alertas éticas.
De
conformidad con lo previsto por la Convención de Naciones Unidas contra la Corrupción, aprobada en
2003 y ratificada por España en 2006, los Estados han de promover mecanismos de
alerta ética que permitan a los funcionarios canalizar denuncias sobre
casos de corrupción que puedan detectar en su entorno. Según el artículo 8.4 de
la Convención:
“Cada Estado Parte también considerará, de conformidad con los principios
fundamentales de su derecho interno, la posibilidad de establecer medidas y
sistemas para facilitar que los funcionarios públicos denuncien todo acto de
corrupción a las autoridades competentes cuando tengan conocimiento de ellos en
el ejercicio de sus funciones”
Es
llamativo que pese al enorme número de artículos y propuestas que se han
formulado en todo tipo de medios, a la hora de debatir cómo combatir la
corrupción, nadie haya aludido a la Convención de Naciones Unidas contra la Corrupción, ni, por
supuesto, al sistema del whistleblowing, por el que se hace de los funcionarios
públicos agentes activos en la prevención y lucha contra la corrupción,
evitando así que muchos abusos se consumen o que la mayoría de los fraudes
puedan quedar ocultos o prescritos por el paso del tiempo. Creemos que el
fortalecimiento efectivo del Estado de Derecho y la piedra de toque real para
que las fuerzas políticas dejen patente su voluntad de erradicar la corrupción pasa por establecer un sistema de alertas éticas en las Administraciones Públicas.
El
pasado mes de febrero esta Asociación se dirigió, solicitando el impulso de
dichas medidas, a la
Vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y a
los Presidentes del Congreso de los Diputados y del Senado, en ejercicio del
derecho fundamental de petición, lo que obliga a las autoridades públicas a dar una respuesta motivada. Hasta la
fecha, sin embargo, no se ha obtenido respuesta ni siquiera acuse de recibo de
las peticiones, lo que en modo alguno hará desistir a esta Asociación de su
demanda.
El miedo a las represalias afecta a los derechos más básicos de los funcionarios, ya no a la denuncia de hechos delictivos, sino incluso a emitir nuestras opiniones profesionales ante los disparates de los miembros de los partidos.
ResponderEliminarUna agencia realmente independiente sería lo adecuado. Pero, ¿cómo conseguirlo si hasta el órgano de gobierno del poder judicial o el Tribunal constitucional están dirigidos por los partidos?
Hay que vencer el miedo y dejar de ser un país de eunucos, como decía Joaquín Costa.
Saludos.
ResponderEliminarEunuco era el nombre de una colonia.
No, la colonia se llamaba Nenuco.
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