No
es posible admitir que, al frente de los órganos llamados a preservar la
transparencia de la actividad pública o a impulsar la lucha contra la corrupción,
se encuentren personas cuya conducta contradice el cometido propio del órgano
que dirigen. Lo es en el caso de la Fiscalía Anticorrupción
y también en el Consejo de Transparencia de Aragón. La legitimidad de origen y
de ejercicio en todos los órganos diseñados para reforzar la calidad democrática
institucional ha de ser especialmente preservada por quienes desempeñan dichas
funciones, y exigida por la sociedad civil, por el conjunto de la ciudadanía, y
lógicamente por las instituciones de control político –como es el Parlamento- y
de control de legalidad.
Por
ese motivo, esta Asociación no puede sino sumarse a todas las voces que
reclaman una rectificación inmediata en el seno de la Fiscalía Anticorrupción,
mostrando con total claridad que cualquier comportamiento dirigido obstruir la investigación o el esclarecimiento
de supuestos de corrupción ha de tener una respuesta clara e inmediata, de
sanción o de remoción. Lo más pernicioso para una sociedad es la sospecha de
que los órganos llamados a combatir el delito o la corrupción, o los llamados a
controlar la legalidad, son transigentes con el delito y con la ilegalidad,
desatendiendo su principal compromiso ético con la ciudadanía.
Lo
mismo exigimos en la Comunidad Autónoma
de Aragón para quienes ejercen las máximas responsabilidades de órganos
recientemente constituidos para impulsar medidas de transparencia, entendiéndola
como un elemento de calidad democrática, de reforzamiento de la confianza de
los ciudadanos en las instituciones o de rendición de cuentas por parte de éstas
ante la ciudadanía. No es admisible la falta de ejemplaridad y de credibilidad
de quienes dirigen esos órganos, como sucede en el Consejo de Transparencia de
Aragón, pero es evidente que muchos que apoyan la creación de esas estructuras
de vigilancia e impulso de la transparencia no creen verdaderamente en su
virtualidad y carecen del menor interés en su funcionamiento real y en la
credibilidad de las personas que las dirigen. Ese es un grave síntoma de
desistimiento ético que no podemos compartir, y frente al cual debemos
reaccionar de forma enérgica, aunque nadie esté interesado en escucharnos ni en
poner remedio a la situación señalada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario