Lo
que creíamos imposible o improbable que sucediera asoma ahora como una realidad
inquietante. Las democracias occidentales, que durante muchos años han sido la
referencia de la libertad política, de la cohesión social y del respeto a los
derechos humanos, parecen hallarse minadas por el virus autoritario del
populismo, por el resurgir de los nacionalismos, por la creciente desigualdad
social y por la incertidumbre y el miedo ante el futuro.
No
es un riesgo que podamos ignorar, no basta confiar en que la razón acabe, por
sí sola, imponiéndose sobre la mentira y la manipulación que tanto abunda, difundida
por quienes solo ven en la democracia una manera sencilla de conquistar el
poder político, para tratar de imponer desde el mismo su visión dogmática del
mundo.
Este
tiempo nos reclama un decidido compromiso con los valores democráticos, con la
cultura democrática, con los principios de libertad, igualdad, justicia y pluralismo
político. No podemos dejar de procurar de manera esforzada avanzar hacia una
sociedad decente y una sociedad civilizada, en las que confianza y respeto sean
condiciones a preservar y acrecentar como cimiento de nuestros sistemas
políticos y de nuestra sociedad.
No
podemos admitir que la vida pública se degrade y envilezca con mensajes que
atentan a los valores que sustentan nuestra democracia, cuyos defectos en modo
alguno justifican su descalificación, sino que reclaman un compromiso colectivo
para corregirlos y superarlos. La democracia es una conquista colectiva que a
muchos nos ha sido dada sin apenas esfuerzo. Al esfuerzo de quienes la hicieron
posible corresponde ahora el esfuerzo de conservarla y perfeccionarla, desde la
identificación con sus valores y principios, y no solo desde la utilización
ventajista de sus reglas.
Frente
a quienes, en la actual coyuntura nacional e internacional, optan por el
estupor y la desolación o por observar con regocijo cómo se desmoronan todas
las certezas sobre las que se asentaban nuestras democracias –cuya ilegitimidad
proclaman a diario desde no se sabe qué modelo alternativo que no suponga el
autoritarismo liberticida-, consideramos que es momento de compromiso cívico,
de defensa, reivindicación y ejercicio de los valores democráticos, haciendo de
la tolerancia, del respeto a la libertad y a la dignidad del otro y del carácter
aglutinador de las instituciones públicas, como garantes de los derechos de
todos –en particular, de las minorías- nuestra prioridad como ciudadanos
españoles y europeos, como ciudadanos atentos a la realidad de nuestro mundo,
como demócratas.
ResponderEliminarNada mas parecido al cáncer en la actividad política que el populismo, que no es mas que la aparición de personas ajenas a la actividad política, siempre en algún momento de crisis o insatisfacción o pérdida de confianza por parte de la población en su clase gobernante.
Dos características nos sirven para distinguir a todo proyecto populista; siempre lo encabezan líderes que se presentan como la solución personal a un problema colectivo y en sus discursos siempre propondrán tratar de resolver los problemas mas complejos sobre la base de ideas simples, que se pueden entender, pero que son impracticables.
ResponderEliminar“Es tan difícil sostener una democracia en tiempos complicados como acabar definitivamente con los deseos democráticos de la gente una vez que conocen lo que es”, dijo.
¿Qué es lo que está pasando ahora? “Más que por el autoritarismo y el totalitarismo, hoy la democracia está amenazada por versiones degradadas de ella misma”. El populismo, dijo.
F. Savater