Mañana
tendrá lugar la 10ª Asamblea ordinaria de la Asociación para la Defensa de la Función Pública Aragonesa, tras
nueve años de actividad ininterrumpida desde su constitución en febrero de
2007, y la sesión ha de servir para hacer balance de lo realizado en el último
año –con una intensa actividad judicial, de la que es muestra que en estos
momentos tengamos en tramitación un recurso de amparo ante el Tribunal
Constitucional y dos recursos de casación ante el Tribunal Supremo, en materia
de oferta de empleo público, además de estar pendientes de la sentencia que ha
de dictar el Tribunal Superior de Justicia de Aragón en relación con la oferta
de empleo público de 2014, al no haberse aprobado la correspondiente a
administración general-; para marcar las prioridades de la actuación en los próximos
meses –para lo que contamos con el documento de propuestas de buen gobierno y
buena administración, elaborado con motivo del comienzo de la presente
legislatura-, entre las cuales habrá que incluir necesariamente el análisis del
Anteproyecto de Ley de Función Pública de Aragón, así como el Proyecto de Ley
de Integridad y Ética Pública, actualmente en tramitación parlamentaria; y para
renovar la composición de la actual Junta Directiva, que afecta a la mitad de
sus miembros, según disponen los Estatutos.
Nueve
años de existencia y de actividad son un bagaje suficiente para poder valorar
la eficacia de las distintas estrategias e iniciativas lanzadas a lo largo de
estos años, y reorientar las formas de actuación en todo aquello que se
considere necesario. Tal vez sea un momento oportuno para suspender
temporalmente la estrategia judicial en materia de oferta de empleo público, y
sustituirla por iniciativas de presión a las instituciones públicas sobre la
necesidad de asegurar de manera efectiva el derecho de acceso a la función pública.
Hemos demostrado suficientemente, ante los Tribunales, la solvencia de nuestros
argumentos, validados por sentencias del Tribunal Supremo y del Tribunal
Superior de Justicia de Aragón, y nos hallamos librando la batalla sobre la
licitud constitucional de las tasas de reposición de efectivos, como límite al
derecho de acceso, ante el propio Tribunal Constitucional, con motivo del
recurso de amparo promovido contra la
Oferta de Empleo Público de 2014 de la Administración
General del Estado. Sea cual sea el signo de la sentencia del
Tribunal Constitucional –si el recurso llegase a superar el estricto filtro de
la admisibilidad-, creemos que hemos cumplido nuestra tarea de defensa del
derecho ante los Tribunales, y que las energías y recursos de la Asociación no pueden
seguir dedicados casi en su totalidad a dicha batalla jurídica, pues los
objetivos de la Asociación
y las necesidades de la función pública comprenden otras muchas cuestiones que
hasta el momento no hemos podido atender adecuadamente.
La
profesionalización –con planes de formación adecuados, un sistema de provisión
de puestos que corrija los abusos de la libre designación y de la
discrecionalidad de las fórmulas provisionales que se prolongan indebidamente
en el tiempo, y un modelo de carrera racional y sostenible económicamente-, el
cumplimiento de las leyes, la prevención contra la corrupción, la calidad de
los servicios públicos, la transparencia de la actividad pública y tantos otros
objetivos merecen más reflexión, más debate y más iniciativas dirigidas a
corregir las actuales insuficiencias de la normativa o de la práctica
administrativa, tantas veces alejada de lo que disponen las normas.
Más
allá de colaboraciones y contactos ocasionales con otras organizaciones con las
que compartimos planteamientos u objetivos, se hace necesario marcarse como
horizonte de esta nueva etapa el establecimiento de relaciones y mecanismos de
colaboración estables con entidades y organizaciones que comparten nuestras
preocupaciones y nuestros objetivos, tanto en la defensa de la función pública
y de las instituciones democráticas como en la lucha contra la corrupción. Y
hemos de tratar de que todas aquellas instituciones que tienen entre sus fines
velar por la legalidad y el respeto a los derechos fundamentales de los
ciudadanos –como son el Defensor del Pueblo o el Ministerio Fiscal- incorporen
a su actividad iniciativas que hasta la fecha hemos impulsado casi en
solitario. Los ciudadanos deben ser activos y vigilantes, pero deben reclamar
de las instituciones el ejercicio de sus funciones de garantía, sin
descargarles de tal responsabilidad. Debemos evaluar el papel de las
instituciones públicas en todo aquello que concierne a la función pública, pero
en especial el papel que toca a las instituciones de garantía. Los órganos de
control han de ser controlados y auxiliados por la sociedad civil para que no
se relajen en el desempeño de su función, y para que sus resultados sean
oportunamente difundidos y conocidos por todos, y sirvan de punto de partida
para nuevas demandas de mejora.
Una
asamblea anual es ocasión para reflexiones sobre el papel que como organización
de la sociedad civil nos corresponde asumir para la promoción y defensa de los
valores y principios de la función pública, desde el convencimiento de que
dicha labor es una tarea compartida por ciudadanos, servidores públicos e
instituciones. Hemos de ser capaces de articular una relación entre todos que
nos permita avanzar de la manera más sólida posible en la profesionalización y
mejora de la función pública, a pesar de las evidentes dificultades para ello.
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