No
es posible imaginar una función pública que no reaccionase frente a la
arbitrariedad creciente de las decisiones políticas, que la desnaturalizan y
desfiguran, que la menoscaban y la deslegitiman. Una función pública que
admitiese la supeditación de la legalidad a la decisión del poder político
estaría renegando de sus señas de identidad, para pasar a ser una estructura
inerte, sin nervio ni energía, sin confianza en si mismas, sin autoestima. Sin
valor ni respeto social.
La
función pública no puede dar la espalda al Estado de Derecho, cuya realización
y defensa constituye su principal razón de ser en un sistema constitucional. Los
servidores públicos son ciudadanos que han hecho del ejercicio de la función pública
su compromiso profesional, que han adquirido su condición no solo tras superar
un proceso selectivo, conforme a principios de mérito y capacidad, sino tras un
acatamiento expreso de la
Constitución y del ordenamiento jurídico, es decir, tras un
compromiso expreso con el pleno respeto al Estado de Derecho, que se manifiesta
en el principio de legalidad, de seguridad jurídica o de interdicción de la
arbitrariedad de los poderes públicos, indispensables todos ellos para la
garantía efectiva de los derechos de los ciudadanos, sin la cual no cabe hablar
ni de buena administración ni de buen gobierno.
El
acatamiento a la
Constitución y al resto del ordenamiento jurídico, el
compromiso expreso con los principios del Estado de Derecho, no es una simple
formalidad para adquirir la condición de funcionario público y contar con la
garantía de la inamovilidad en esa condición, es decir, la seguridad en el
empleo para el resto de la vida laboral activa. El sometimiento a la legalidad es una
exigencia permanente a lo largo de toda la actividad pública, compromiso que no
se puede olvidar, del que no cabe dimitir o desistir. El olvido o el
desistimiento en tal compromiso no puede carecer de consecuencias, si queremos
evitar que la función pública pierda todo vigor ético.
El
problema de la corrupción pública –que engloba a políticos y funcionarios, en
composiciones variables- constituye una quiebra de los valores democráticos y
una negación del Estado de Derecho. Negar los principios cuyo acatamiento es
requisito para adquirir la condición de funcionario público debiera implicar,
por estricta lógica, la pérdida de la condición de funcionario público. El
Estado de Derecho no debe admitir la presencia de funcionarios corruptos en la Administración Pública,
y, sin embargo, el nivel de tolerancia existente es escandaloso, debido al
grave desistimiento en que vienen incurriendo los responsables políticos y una
parte notable de los altos responsables administrativos, tanto en el respeto de
la legalidad como en el control de los abusos o desviaciones de poder, en el
que el interés general y la imparcialidad se supeditan a intereses
particulares, sean de personas u organizaciones.
La
legalidad ha dejado de ser el horizonte de toda acción administrativa,
sustituida en numerosas ocasiones por razones e intereses espurios, de interés
político o de prácticas irregulares consolidadas. Esta situación es la razón
que permite explicar el deterioro institucional que vive nuestro país y una
parte muy importante de su crisis económica, dada la cantidad ingente de
recursos despilfarrados o detraídos por operaciones de corrupción o de gestión
irregular.
Frente
a una realidad como la señalada, la función pública ha de realizar su propia
revisión y autocrítica –a ello quería contribuir esta Asociación cuando reclamó
hace siete años un “giro ético”, que evidentemente no se ha producido-, y
reafirmar con rotundidad su pleno compromiso con el Estado de Derecho, sin
dejarse ganar por el desánimo del sectarismo político, del oportunismo, de la
incoherencia, de la incompetencia, del clientelismo y de la corrupción
persistente, pues nuestro compromiso es, precisamente, el de luchar contra todo
ello, el de hacerle frente, el resistir a presiones y amenazas, para preservar
con esfuerzo los principios del Estado de Derecho y los derechos de los
ciudadanos –la salud de la democracia- frente a quienes tratan de
subvertirlos desde el ejercicio ilegítimo de las potestades públicas.
Es
difícil que dicha resistencia se ejerza exclusivamente a título individual, en
un pulso de cada servidor público frente a todo el aparato de poder
institucional, haciendo del ejercicio profesional una resistencia heroica
frente al abuso de poder, y por ello optamos en su día por dotarnos de esta
Asociación de Defensa, para que todos aquellos que compartimos la preocupación
por el actual estado de la función pública pudiéramos sumar nuestro esfuerzo
contra la arbitrariedad y la vulneración de las leyes, promoviendo frente a
ellas los principios de legalidad, profesionalidad y ética pública.
La
reticencia de la inmensa mayoría de los funcionarios públicos a comprometerse en
esta tarea resulta evidente, dado el escaso respaldo obtenido por esta Asociación,
pese a logros tan trascendentes como las sentencias obtenidas en materia de
acceso al empleo público. El número no determina el valor de una iniciativa ni
la falta de apoyo justifica el desistimiento en la defensa de los principios
sostenidos, que a muchos pudieran resultar obvios, al coincidir con la Constitución y las
leyes administrativas.
El “giro ético” propugnado sigue siendo imprescindible
para devolver a la función pública su sentido y vocación de servicio público, y
a dicha tarea estamos necesariamente convocados todos, pues la regeneración de
las instituciones públicas que hoy demanda la inmensa mayoría de la ciudadanía
también exige de nosotros cambios decisivos en nuestro comportamiento, aunque
queramos no darnos por aludidos y traslademos la responsabilidad al nivel
directivo, olvidando que nuestra condición de funcionarios públicos es –y debe
serlo- inseparable de nuestro compromiso con la legalidad, y que por eso
contamos con la garantía de la inamovilidad. Si desistimos en nuestro
compromiso –para lo que siempre se encuentran buenas excusas-, habremos dejado
de ser servidores públicos, para pasar a ser solamente una carga injustificada
para los ciudadanos, de la que más pronto o más tarde, y con toda la razón,
acabarán liberándose.
ResponderEliminarNada de reblar.
ResponderEliminar¿Esta nota es el eco de la columna de Millás?
ResponderEliminarHace una semana y media, el Departamento de Educación del Gobierno aragonés decidió suprimir el enlace al foro que figuraba en su página web. La herramienta era utilizada por numerosos docentes, interinos, opositores y otros miembros de la comunidad de la enseñanza para exponer sus preocupaciones, buscar alojamiento, consultas de todo tipo, cuestiones acerca de la actualidad y comunicaciones procedentes de sindicatos. También se sucedían las críticas a la política educativa del departamento, lo que podría haber sido determinante para su cierre.
La Administración no esgrime las razones de la inhabilitación del foro, pero su decisión ha provocado el malestar de interinos u opositores, entre otros. También los sindicatos han llegado a hablar de "censura". Pero las actuaciones de respuesta no han tardado en llevarse a cabo.
De hecho, ya circula por la red el enlace alternativo www.educacionAragonesa.com destinado a acoger a aquellos participantes del anterior. "Considero que el foro de la página del departamento era una herramienta muy útil para compartir opiniones y resolver dudas, especialmente ahora para interinos y opositores, por lo que he decidido crear otro foro que pueda hacer ese papel", explicó Daniel, interino desde hace una década y creador de la herramienta.
Además, la nueva herramienta ofrece más posibilidades técnicas, como incluir enlaces, adjuntos o imágenes. "Es muy sospechoso que justo ahora, recién aprobado el decreto de interinos y con las muchas críticas vertidas hacia la consejería, se produzca el cierre de una vía de comunicación tan importante", lamentó Daniel, que confía en que su idea facilite la "coordinación" y el "intercambio de información" entre la comunidad educativa. "Espero que sea un espacio útil", dice.
EPA.
El tiempo os/nos dará la razón: "Si desistimos en nuestro compromiso –para lo que siempre se encuentran buenas excusas-, habremos dejado de ser servidores públicos, para pasar a ser solamente una carga injustificada para los ciudadanos, de la que más pronto o más tarde, y con toda la razón, acabarán liberándose". Ánimo, que lo que está haciendo esta Asociación se valorará con el tiempo... su mensaje va calando poco a poco y es una ventana de aire fresco ante tanta opacidad y uso fraudulento del poder.
ResponderEliminarA veces el único camino frente a las decisiones arbitrarias es individual, desgraciadamente.
ResponderEliminarAnimo!
Hay que resistir.
ResponderEliminarHay funcionarios que apoyamos la defensa de la ética en la Función Pública, lo que sucede que estamos muy solos. Se ha formado una Administración Pública dócil, a base de tener a la gente en comisión de servicios, agradecida. Se han asegurado de que haya muchos agradecidos. Porque así son fieles.
ResponderEliminarEn cualquier caso, además estamos los que creemos que haceis una buena labor, poniendo de manifiesto lo que no está bien.