Es
cierto que este país, nuestro país, no pasa por el mejor de sus momentos, ni
económica ni políticamente, pero también es cierto que la superación de los
actuales problemas pasa necesariamente por el compromiso individual y colectivo
de todos los ciudadanos y por la asunción de la responsabilidad de cada cual en
el desarrollo de su actividad –profesional y cívica- y en la contribución al
bienestar colectivo.
No
podemos ahondar irresponsablemente en la desafección a nuestro marco de
convivencia y a todo lo que nos permite reconocernos como sociedad abierta y
plural que comparte un proyecto propio de libertad y un bagaje histórico y
cultural que nos dota de una identidad común. No es posible perder la
perspectiva de todo lo que hemos avanzado y dejar malgastar o malograr energías
y posibilidades enormes que resultan de sumar esfuerzos y construir proyectos
de forma conjunta.
El
paro, la corrupción, el descrédito de la clase política y financiera y las
tensiones territoriales dibujan un panorama muy complejo y a veces desalentador,
pero como ciudadanos de un país que goza de las mejores condiciones de su
historia –lejos de atrasos atávicos o anomalías respecto a su entorno europeo-
no podemos cultivar la desesperanza ni el desistimiento, y mucho menos podemos
engañarnos pensando en España como un Estado fallido del que hay que marcharse.
La
conciencia de lo que somos y la convicción de que compartimos una misma suerte
y responsabilidad como ciudadanos del mismo país y como miembros de la misma
sociedad ha de servirnos para reaccionar frente a los problemas con vocación
constructiva y solidaria, y sobre todo con coraje democrático. Hay que atajar
los males que provocan el deterioro de nuestras instituciones –la deseable calidad
democrática- o la quiebra de nuestro modelo de sociedad –con su imprescindible
cohesión social desde la promoción de la igualdad de derechos y de condiciones
materiales básicas-, y hacerlo es el primer compromiso con el futuro de este país
y de todos sus ciudadanos.
Es
posible que hoy, como en tantas otras ocasiones de nuestra historia, haya que
pensar en España y actuar como españoles, sin por ello perder nada de la
condición particular de cada cual. No se es menos aragonés por ello ni se
descuida con ello la propia ciudad o la comarca a la que uno se siente
especialmente ligado. España es hoy el marco necesario de nuestros desafíos y el
ámbito real de nuestra condición política como ciudadanos que se saben
depositarios junto a los demás de eso que se llama soberanía nacional.
Esfuerzo,
responsabilidad, honestidad y solidaridad son valores que cada uno de nosotros
hemos de cultivar y potenciar en nuestro quehacer individual, sabedores de que
con ello podremos contribuir positivamente al quehacer colectivo que, como
señalara Ortega y Gasset, representa España para todos los españoles.
Ser aragonés es sencillamente mi forma de ser español. Como ser español es mi forma de ser europeo.
ResponderEliminarEsto es cobrar distancia y elevar el tono.
ResponderEliminarUna nota orteguiana?
ResponderEliminarMi madre me decía que hacer y deshacer todo es quehacer.
ResponderEliminarMe gusta el tono.
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