Esta
Asociación ha puesto mucho énfasis, a lo largo de todos sus años de actividad,
en el restablecimiento de la legalidad en materia de acceso a la función pública,
al entender que la degradación del régimen de ingreso en la función pública
constituía una estrategia deliberada de debilitamiento de los principios
constitucionales de igualdad y mérito, en el que sumaban sus intereses
sindicatos y partidos políticos, en una voluntad compartida de patrimonialización
e instrumentalización de lo público.
Había
un convencimiento, y se evidenció en los procesos judiciales promovidos por
esta Asociación, en los que sindicatos y Gobierno hicieron causa común, de que
alterar las reglas constitucionales del juego y suplantarlas por acuerdos o
negociaciones podía producir beneficios para algunos, al permitir un control
mayor sobre el personal al servicio de la Administración Pública,
y, sobre todo, al crear una Administración de castas –con una clara
diferenciación entre fijos e interinos-, en la que los primeros veían
acrecentadas sus posibilidades de promoción, tanto en concursos como en
procesos independientes de promoción interna, ante la falta de concurrencia,
por el elevado número de personal interino.
Confiamos
en que todas las patologías derivadas de un sistema degradado de ingreso en la
función pública, como el que hemos venido sufriendo en estos años pasados, se
vayan superando con el restablecimiento de la legalidad en materia de acceso al
empleo público, tras las sentencias dictadas por el Tribunal Supremo y el
Tribunal Superior de Justicia de Aragón, aunque seguiremos vigilantes para que
no se produzcan nuevos retrocesos.
Pero,
lógicamente, y aunque hay quienes, de forma equivocada, consideren que el haber
superado una oposición justifica cualquier comportamiento posterior en el
ejercicio de la función pública, el ingreso en la función pública no es el
final de ningún proceso –más allá del propio proceso selectivo-, sino
justamente el inicio de un desempeño profesional de la función pública que ha
de ejercerse con sujeción a los principios de objetividad, servicio al interés
general, legalidad, eficacia y eficiencia, entre otros. La condición de
servidor público, tras la superación del proceso selectivo correspondiente, ha
de ganarse en el correcto desempeño de la función pública, y solo este correcto
desempeño justifica la conservación de la misma. Quien olvida los valores y
principios de la función pública, a lo largo de sus años de desempeño, debería
abandonar la función pública, y así ha de asegurarlo el régimen disciplinario. La
inamovilidad no es un privilegio, sino una garantía para cumplir los principios
que rigen el desempeño de la función pública, y quien abandona los principios y
se acoge a la inamovilidad, como estricto privilegio de fijeza laboral, debería
ser expulsado de la función pública.
Es
decir, la igualdad y el mérito han de asegurar el ingreso en la función pública,
pero la permanencia en la misma ha de estar condicionada al correcto desempeño
de dicha función –al cumplimiento de los deberes del servicio público, al
respeto del régimen de incompatibilidades, a la estricta neutralidad frente al
poder político-, pues la función pública ha de actuar como contrapoder legal
frente al poder político, pero desde el compromiso con el ordenamiento jurídico
y no desde posiciones sectarias o partidistas que vulneran el deber de
imparcialidad política de los funcionarios y el principio de “eficacia
indiferente” al que han de quedar sometidos.
Por
ello, ordenar las condiciones de desempeño de la función pública, los criterios
de movilidad, de provisión de puestos de trabajo o la progresión en la carrera
profesional, son esenciales para asegurar una función pública profesional y
plenamente comprometida con la legalidad. En este ámbito, el uso abusivo de la
libre designación o la proliferación de la comisión de servicios como mecanismo
de acceso a puestos de jefatura, dentro de la estructura administrativa, han
marcado también las condiciones de desempeño de muchos puestos de trabajo,
agravando la situación que las altas tasas de interinidad habían ya generado en
la función pública. Necesitamos, por lo tanto, una doble estrategia de
regeneración de la función pública, que apunte tanto a las condiciones de
ingreso como a las condiciones de desempeño, y en ambos casos los criterios a
seguir vienen claramente determinados por la propia Constitución, de la que
tanto sindicatos como responsables políticos han preferido olvidarse en todos estos
años de continua degradación.
ResponderEliminarEsto es una tarea sin fin, continua.
Brillantísima exposición
ResponderEliminarEstoy completamente de acuerdo, el funcionario es un servidor público y el hecho de aprobar una oposición no te da derecho a no cumplir con tus obligaciones.
ResponderEliminarYo creo que pese a que muchas veces, tienes jefes que te desmotivan, que ellos mismos no cumplen en muchos sentidos, uno por salud mental propia debe afrontar cada dia dando lo mejor de si mismo.
También es verdad que resulta tremendamente dificil. En esta ADministración Autonómica, ves de todo, se menosprecia al funcionario que cumple, sinembargo se ensalza al que no lo hace. Y se tacha al funcionario que cumple como conflictivo.
Se quieren rescatar a funcionarios interinos (más alla del mes reglamentario) con nombre y apellidos.
A quien pierde la plaza en un concurso como Asesor, ya se le tiene preparada otra y de libre designación para que la mantenga.
Y además, me gustaría saber que va a ser de aquella gente que está en comisión de servicios y, su plaza en concurso queda vacante. Van a seguir teniendo el priviligeo de seguir ocupándola?
Y lo de cobrar por objetivos?. Es decir que si tienes un jefe incompetente y considera que tu buen hacer no merece se recompensado con eso te quedas.
Necesitamos una Administración que nadie tenga nada que agradecer a un superior. Porque muchos jefes se valen de los interinos, o funcionarios en comisión que callan porque están "agradecidos". Ya es hora de que tengamos una ADministración eficiente, en donde se valore el trabajo, el esfuerzo, el ánimo de mejorar y facilitar, cada uno en lo que pueda, el acceso del ciudadano a la Administración.