Uno
de los signos más preocupantes de la situación actual de la función pública –más
allá de los retrocesos en las condiciones de trabajo, muchas de ellas carentes
de justificación social-, es la falta de voluntad de los responsables de función
pública para corregir los reiterados incumplimientos de la ley en materia de
selección o de provisión de puestos de trabajo, lo que evidencia, en última
instancia, una negación u olvido del modelo constitucional de Administración Pública
y de la necesaria ordenación de la función pública para hacerlo realidad.
No
solo no se han ejecutado las sentencias del Tribunal Supremo y del Tribunal
Superior de Justicia de Aragón que condenaban al Gobierno de Aragón por
vulnerar el derecho fundamental de acceso de los ciudadanos a la función pública,
sino que, ignorando los pronunciamientos de ambos Tribunales, no se ha aprobado oferta de empleo público en
2012 ni en 2013, reincidiendo en la citada vulneración de los derechos
fundamentales de los ciudadanos, como si la inaplicación de la Ley pudiera ser una opción
posible en la gestión de la función pública. No puede extrañar que quien actúa
así, desobedeciendo a los Tribunales, no dé valor alguno a las peticiones de
los ciudadanos –así, las de esta Asociación- que demandan un respeto de la
legalidad en materia de provisión de puestos de trabajo.
Ese
es el signo más grave del momento actual que vivimos, pues los responsables políticos
suelen barajar entre las opciones posibles a un problema el incumplimiento de la Ley, olvidando con ello cuál
es su primera obligación como titulares de un poder público, al que se llama
ejecutivo precisamente porque tiene como misión la de ejecutar o aplicar las leyes,
y no inaplicarlas o incumplirlas. Tienen un pobrísimo concepto del Estado de
Derecho aquellos que creen que éste se limita a la posibilidad de los
ciudadanos de reclamar el amparo de los Tribunales ante una decisión de la Administración Pública
contraria a la ley. El Estado de Derecho comienza, necesariamente, por la
vinculación del Gobierno y de la Administración a las leyes y por su obligado
respeto, algo que ya vemos no se da en el Gobierno de Aragón en lo que
concierne al derecho de acceso a la función pública.
No
hay regeneración política ni democrática posible que no pase, en primer lugar,
por la restauración del principio de legalidad, por el pleno sometimiento de
todos los poderes públicos al ordenamiento jurídico. La transparencia no es un
sustitutivo de la legalidad, sino un obligado complemento, para que nuestras
instituciones rindan cuentas de su gestión ante los ciudadanos y éstos puedan
ejercer en forma debida el control del ejercicio del poder político.
No
hay calidad posible, no hay credibilidad ni confianza viables si las
instituciones públicas –y, en concreto, el Gobierno de Aragón- no comienzan por
asegurar el respeto de la legalidad y garantizar la realización de los derechos
fundamentales de los ciudadanos. La Administración profesionalizada y democrática que
diseña nuestra Constitución pasa, necesariamente, por asegurar el reclutamiento
de sus miembros por un principio de mérito y capacidad a través de procesos
selectivos públicos, en los que se garantice la igualdad de acceso de todos los
ciudadanos. Todo ello se ve negado de forma reiterada cuando se vulnera de
manera sistemática la obligación de aprobar anualmente las ofertas de empleo público
de las diferentes Administraciones Públicas o en ellas no se incluyen la
totalidad de las plazas vacantes ocupadas por funcionarios interinos, como
exigen tanto el Estatuto Básico del Empleado Público y la Ley de Ordenación de la Función Pública de la Comunidad Autónoma
de Aragón.
Se
equivoca el Gobierno de Aragón, y en especial su Consejero de Hacienda y
Administración Pública, José Luis Saz, si cree que con su contumacia en la
vulneración de las normas va a conseguir el desistimiento de esta Asociación en
su compromiso por hacer respetar el derecho de acceso de los ciudadanos a la
función pública. Si acaso algunos han
olvidado su primera obligación como responsables públicos –cumplir la ley-,
esta Asociación no va a olvidar su compromiso con la defensa de la legalidad y
la profesionalidad de la función pública.
No escuchan y no corrigen
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