El
goteo continuo de ceses en el área de servicios sociales y los nombramientos
arbitrarios y extravagantes que les suceden –tanto en servicios administrativos
como en centros especializados de atención social- empiezan a ser una muestra
de la evidente incapacidad para la gestión de quien ha asumido, en los últimos meses,
la dirección del Instituto Aragonés de Servicios Sociales.
La
capacidad de dirección ha de acreditarse en las habilidades para marcar
objetivos, coordinar equipos y cohesionar personas, sacando de cada profesional
lo mejor de sí mismo y sumando el esfuerzo y la capacidad de todos y cada uno
en un proyecto colectivo de indudable valor. Por el contrario, la mala dirección
sólo puede degradar la calidad del esfuerzo y trabajo común de los
profesionales, al inocular en la organización la desconfianza, la sospecha, la
descalificación, la arbitrariedad y el sectarismo, y sembrar un desánimo
generalizado. Una organización rota y desalentada es una prueba irrefutable de
la incapacidad de quienes la dirigen.
La
incapacidad política se intenta esconder tras la acusación de ineficiencia
administrativa de los funcionarios públicos, que se concreta en constantes ceses y relevos, de manera que siempre se señala a
los responsables administrativos de servicios o centros como únicos responsables del deficiente balance de gestión.
Hay
directores generales que se creen con la capacidad de decidir de forma personal
e inapelable sobre la suerte profesional de todos los funcionarios de su
organización, reclamando para sí la máxima libertad de decisión, tanto para remover
a quienes ocupan puestos de libre designación o desempeñan puestos en virtud de
comisión de servicios -a la menor discrepancia-, como para alterar
estructuras y competencias que permitan prescindir o apartar a funcionarios incómodos,
es decir, celosos en el respeto de los procedimientos y en la aplicación de las
normas.
No
es posible que la
Administración quede a merced de quienes carecen de capacidad
para gestionar políticas públicas y dirigir recursos humanos, y mucho menos cabe admitir que los
profesionales de una importantísima área de acción pública, como es la de
servicios sociales, deban sufrir el permanente ataque que conllevan el descrédito,
la descalificación, la desconfianza, la indiferencia o el desprecio que se desprende de unas
maneras de dirigir que debieran ser erradicadas cuanto antes del Instituto
Aragonés de Servicios Sociales. De no producirse este inaplazable relevo,
seguiremos siendo testigos de ceses arbitrarios y delirantes nombramientos,
cuyo único denominador común lo constituyen la carencia de habilidades directivas, la irracionalidad y la
patrimonialización partidista de los servicios públicos.
ResponderEliminar¿Y el Consejero está al margen de todo esto o deja hacer sin más?
ResponderEliminarEs de agradecer que se diga esto con claridad.
ResponderEliminar¿Cuál es el precio que se paga por la incompetencia de un directivo?
ResponderEliminar¿Quién resarcirá por todos los daños causados a la organización y a los profesionales?
ResponderEliminarEsto no puede quedar en una simple nota: hay que ir más allá, a una denuncia ante los máximos responsables del Gobierno de Aragón.
Hay directores generales y jefecillos a su servicio que deciden de forma personal y arbitraria la suerte profesional de todos los funcionarios de su organización, con la máxima libertad de decisión, tanto para remover o apartar a funcionarios incómodos, es decir, mas celosos en el respeto de los procedimientos y en la aplicación de las normas que en comerles la oreja y apesebrarse en su cortijo
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