Pese
a la voluntad de la Junta Directiva
de esta Asociación de centrar su esfuerzo en los temas centrales de la función
pública, con visión de futuro, resulta imposible no reaccionar frente al constante
goteo de irregularidades o arbitrariedades de las que se tiene conocimiento por
el Boletín Oficial de Aragón. Es más, si lo que se publica resulta, con tanta
frecuencia, carente de toda justificación objetiva o directamente irregular,
nos lleva a pensar en el grado de arbitrariedad que, sin duda, se producirá en
las numerosas decisiones no publicadas, como pueden ser las comisiones de
servicios o los contratos de alta dirección, por poner solo dos ejemplos.
Para
esta Asociación, a pesar de sus limitados recursos, resulta necesario
reaccionar frente a la alarmante deriva que se aprecia en la política de
recursos humanos, donde la utilización de la libre designación para colocar a
funcionarios de “nuestra confianza” (la del Gobierno) está alcanzando niveles
escandalosos, resucitándose la idea de Administración como botín para favorecer
o premiar a las personas afines y ejercer el máximo control sobre el aparato
administrativo.. El discurso de la profesionalidad y del respeto a los
funcionarios públicos está claramente en contradicción con la quiebra al
sistema de mérito y capacidad que representan tantas medidas adoptadas en materia
de personal por los responsables de los Departamentos, sin que a ello pongan el
freno necesario los responsables de función pública.
Hay
decisiones que no admiten vuelta atrás y, así, la decisión de esta Asociación
de promover y defender los principios y valores de la función pública,
comenzando por el de legalidad, le obliga a tomar medidas de denuncia frente a
las numerosas irregularidades que se producen. Lógicamente, no basta centrarse
en la casuística, sino atacar la raíz misma de las disfunciones. Las
deficiencias en la definición de los puestos de trabajo son resultado de la
falta de criterios claros en la materia –a lo que, innegablemente, se añade la deliberada
parcialidad de muchos responsables administrativos al diseñar estructuras y
ordenar puestos de trabajo- y difícilmente se pondrá fin a las graves carencias
existentes si no se atajan las causas que las provocan. Los vicios adquiridos
imperan sobre las reglas generales que un día se pretendieron establecer. Por
otra parte, no hay regla que valga si, a la menor presión política, se
excepciona o modifica.
El
panorama diario podría resultar desalentador y animar a abandonar una tarea
tediosa y nada gratificante, pero en este tipo de compromisos ha de
trascenderse del caso concreto, para poder remontar a los principios generales
y reivindicar su vigencia y aplicación, pues de poco nos valdrían las reglas si
su constante incumplimiento nos llevase a convencernos de su falta de validez y
con ello a lo peor que puede suceder en un Estado de Derecho, como es la
tolerancia social de la vulneración de las normas. Como es horizonte resulta éticamente
inasumible, hemos de descartar cualquier desistimiento y buscar las energías
necesarias para insistir en nuestra actitud de reivindicación del respeto a las
normas, de afirmación del principio de legalidad, de lucha contra la
arbitrariedad administrativa. Como dijera el poeta uruguayo Mario Benedetti: “Pienso,
luego insisto”. Y así, a fuerza de insistir, forjamos nuestra capacidad de
resistencia.
Nunca desistir.
ResponderEliminarInsistir, insistir, hasta quedarnos sin lengua, y entonces gesticular, gesticular, hasta quedarnos sin gestos.
Resistencia numantina?
ResponderEliminar