No
ha andado muy acertado el nuevo responsable de la Unión General de Trabajadores
(UGT) en Aragón, Daniel Alastuey, en sus primeras declaraciones tras su elección
como Secretario General, al pretender reclamar para los sindicatos un monopolio
en la defensa de los intereses sociales y descalificar iniciativas ciudadanas
como las “mareas sociales”, con advertencias que parecían llevar implícito un
tono de amenaza injustificable.
Hay
que lamentar que el proceso de renovación de una organización tan relevante como
es la Unión General
de Trabajadores se vea deslucido por un error de semejante calibre, que pone
de manifiesto la evidente dificultad de lectura del momento social que
vivimos, en el que el prestigio de los partidos políticos y de los sindicatos, hundidos en las encuestas de opinión, no se recuperará mediante la
descalificación de las plataformas ciudadanas, cuya legitimidad está fuera de
toda duda, gusten o no gusten y se compartan o no se compartan sus
planteamientos.
Esta
Asociación conoce por experiencia propia ese tipo de mentalidad y de discurso,
dirigido a negar todo espacio posible a cualquier entidad que pueda restar o
disputar el mínimo protagonismo a los sindicatos. Los sindicatos mayoritarios
de la función pública aragonesa, UGT y CCOO, no escatimaron en su día esfuerzos
en tratar de impedir el acceso de esta Asociación a los Tribunales para la
defensa de la legalidad administrativa, tratando con ello de blindar los resultados
de la negociación colectiva, aunque éstos fuesen manifiestamente ilegales,
acordados en claro perjuicio de terceros, como son los ciudadanos.
Todo
el esfuerzo sindical para desestabilizar y mediatizar a esta Asociación resultó
inútil, y acabó en fracaso absoluto, como llamado al fracaso está cualquier
intento de restar legitimidad a los movimientos sociales que hoy defienden de
manera abierta y plural los servicios públicos del Estado del Bienestar y
reclaman la máxima sensibilidad de las instituciones públicas hacia las
personas que padecen los efectos de la crisis económica en sus condiciones de
vida más básicas, como la vivienda o las ayudas sociales esenciales para no
verse condenados a la marginación.
Un
sindicato que ha fracasado en asegurar el modelo de función pública constitucionalmente
establecido, y que se ha desentendido de forma reiterada de algo tan básico
como el derecho de acceso de los ciudadanos al trabajo en el sector público, debiera
hacer autocrítica sobre su trayectoria antes de criticar, sin fundamento, el
compromiso de los ciudadanos con objetivos de cambio y regeneración
institucional a los que los sindicatos habrán de sumarse necesariamente si
quieren seguir teniendo alguna relevancia.
ResponderEliminarComentario a la nota en aragon digital:
Las organizaciones pequeñas (¿cómo, si no, podrían sobrevivir?) tratan de ser abrúptamente sinceras, tanto que su libro de cabecera podría ser los Evangelios. Pero si llegarais a ser grandes en tamaño, como UGT o CC.OO., tendríais que echar mano de El Príncipe, de Maquiavelo (¿cómo, si no, podríais sobrevivir?).
Será añoranza del Sindicato Vertical.
ResponderEliminarSaludos.