El
hecho de que el Consejero de Hacienda y Administración Pública del Gobierno de
Aragón, José Luis Saz, compareciese ayer ante las Cortes de Aragón, a petición
de un Grupo parlamentario de la oposición, para valorar el contenido del “Informe sobre
el estado del empleo público en la Comunidad Autónoma
de Aragón”, elaborado por el Justicia de Aragón, y el propio contenido de la
comparecencia, son un claro síntoma de la atonía existente en el Gobierno de
Aragón. En materia de función pública, como en tantas otras.
En
primer lugar, llama la atención el hecho de que, tras el citado Informe del
Justicia de Aragón, el Consejero haya carecido de reflejos para solicitar una
comparecencia y expresar la valoración del Informe hecha por el Gobierno de
Aragón, en particular respecto a las recomendaciones y sugerencias para
corregir las numerosas disfunciones puestas de manifiesto. No hay que olvidar
que el Justicia de Aragón es, en cierto modo, un Comisionado Parlamentario para
la protección de los derechos de los aragoneses y para la supervisión del
funcionamiento de la
Administración autonómica.
El
informe del Justicia y la comparecencia de ayer ponen de manifiesto un hecho
particularmente grave. Este Gobierno de Aragón carece, a estas alturas, de un
claro diagnóstico del estado del empleo público en la Comunidad Autónoma
de Aragón. Y si lo tiene, no lo ha dado a conocer ni al Parlamento ni, como sería
deseable, a los propios funcionarios públicos. Dicha labor la ha tenido que
hacer la institución del Justicia de Aragón, lo que pone en evidencia la
desidia de los responsables departamentales en materia de personal y, muy en
especial, del responsable del Departamento de Hacienda y Administración Pública.
Cuando ahorrar en el capítulo de gastos de personal es prioritario a asegurar
el buen estado de la función pública, las disfunciones sólo pueden agravarse.
Los
datos sobre número de efectivos, tasas de temporalidad y de provisionalidad en
la cobertura de puestos de trabajo ha tenido que ponerlos a disposición de los
ciudadanos y de los propios Grupos parlamentarios el Justicia de Aragón y no
los responsables de la política de personal. Dato más que significativo de la
falta de transparencia existente en este ámbito, por más que esta Asociación
venga reclamando desde hace años un Boletín estadístico sobre el empleo público
en la Comunidad Autónoma
de Aragón. No lo ha habido hasta ahora y no parece que constituya una prioridad
de este Gobierno.
Sin
embargo, lo peor de todo –tanto de la intervención del Consejero responsable
como de los portavoces de los distintos Grupos parlamentarios- es que el debate
sostenido, una vez más, es totalmente baldío y prescindible, pues se reduce a
una reiteración de tópicos, lugares comunes y evasivas que sobre el tema tienen
ya todos bien aprendidos.
Nadie
va a la raíz de los problemas ni nadie critica, acaso porque no les parece mal,
la quiebra del derecho de acceso a la función pública, la falta de objetividad y
de criterios profesionales en la provisión de puestos de trabajo –la discrecionalidad
en el creciente número de puestos de libre designación, la falta de
especialización en áreas sensibles de la gestión pública como la Intervención General
o la Inspección General
de Servicios o la adecuación de los perfiles de tantos puestos de trabajo a
candidatos predeterminados, vía modificación constante y arbitraria de las
relaciones de puestos de trabajo-, la inexistencia de carrera profesional
objetiva, siempre a merced de la decisión política, la degradación del sistema
retributivo –nadie osa hablar del injustificado anticipo de carrera profesional
que se percibe- o la falta de garantías del actual marco de negociación
colectiva en las Administraciones Públicas. Pequeños asuntos espinosos que
parece mejor eludir, pues se gobierna sin afrontar los problemas y se ejerce el
control sin cuestionar las verdaderas fallas del sistema, a las que no interesa
poner solución.
Eso
sí, para todos la gran solución es la aprobación de una Ley de Función Pública
de la Comunidad Autónoma
de Aragón. Cabe preguntarse por el sentido de tal coincidencia cuando a nadie
parece importarle la vulneración de la actual legislación de función pública. O
es que acaso conviene cambiarlo todo para que nada cambie, cambiar las leyes
pero persistir en su vulneración. La solución está en el cumplimiento de la ley
más que en el cambio de ley, pero es posible que para Gobierno y oposición sea
más sencillo lo segundo. Nada ganarán con ello ni los ciudadanos ni los
servidores públicos.
ResponderEliminar¿Cabía esperar otra cosa?
Es normal pues a ningún partido político le interesa una función pública fuerte.
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