Este
mes de abril marcará un punto de inflexión en la actividad de la Asociación, una vez
concluido el proceso de reflexión y de debate para marcar los objetivos que han
de centrar nuestra actuación en los próximos meses. Somos todos conscientes de
que no es posible desentenderse de los problemas que hoy lastran el
funcionamiento de la Administración Pública,
muchos de los cuales son comunes a los que aquejan al conjunto de la sociedad y
a nuestras instituciones públicas. Es preciso actuar, no cabe esperar a que los
problemas se solucionen por sí solos, pero hay que fijar prioridades claras y establecer una estrategia para hacer efectivo el esfuerzo realizado.
No
es sensato ni admisible asistir impasibles al incumplimiento de las normas
legales, máxime si dichos incumplimientos suponen una reiterada vulneración de
los derechos fundamentales de los ciudadanos, como ocurre en el caso del acceso
a la función pública. Seguramente se minimiza el alcance del incumplimiento de
este derecho, y hasta se justifica por quienes gustan de una Administración
debilitada –en el caso de una parte de los responsables políticos- y por
quienes disfrutan de una situación laboral que no han consolidado conforme a
las reglas de acceso a la función pública.
No
es posible que la
Administración cumpla con su deber principal, que es la
ejecución de las leyes –de ahí que la Administración esté al servicio del poder
ejecutivo, del poder al que corresponde asegurar la ejecución de las leyes-, si
en su funcionamiento interno –en la ordenación de la función pública- las leyes
no se respetan. Una Administración en la que no impere el respeto a la ley
carecerá necesariamente de cultura de la legalidad y la carencia de esta
cultura le hace perder su seña de identidad más básica. Si los funcionarios no
son agentes de la legalidad, y se prestan a ser instrumento de la
arbitrariedad, la deslegitimación social será inevitable, y de ahí la escasa
preocupación de los ciudadanos por la reducción de lo público y por la reducción
de las garantías profesionales a unas personas que no se muestran capaces de
cumplir con su principal obligación.
Esta
Asociación se propuso promover un giro ético en la Administración Pública.
Es verdad que eso no se hará en poco tiempo ni por un puñado de personas, pero
una garantía absoluta para no culminar dicha tarea es la tibieza mostrada en el
empeño, la falta de determinación, el escaso empuje y convicción en muchas de
las iniciativas impulsadas, que se dejan decaer por cansancio o por
inconstancia. Hay que abrir una nueva etapa para dejar atrás esta falta de
determinación y actuar de manera mucho más decidida, con más trabajo, más
pensamiento, más persistencia, con más compromiso y voluntad real de modificar
la insatisfactoria realidad. Si estamos acomodados a la situación, nuestro
rechazo a sus carencias será meramente teórico, pero evitaremos que las cosas
cambien, pues ya nos hemos hecho a ellas y las hemos interiorizado. No
renunciamos al deber ser, a la legalidad, pero vivimos en la realidad irregular
y actuamos conforme a las “reglas” que decimos querer cambiar pero que
reforzamos diariamente con su aplicación y su aceptación. Esta inconsecuencia,
más generalizada de lo que pensamos, es una de las razones para que nada cambie
a mejor, para que las líneas que se apuntan en materia de calidad o evaluación
sean sólo retórica y discurso hueco.
La
lucha por restaurar la legalidad es una prioridad absoluta. La Asociación ha de
entregarse a su labor de defensa de la legalidad constitucional y
administrativa para hacer que la Administración y la función pública recuperen su
verdadera razón de ser –su servicio al interés general- y con ello su
legitimación social, y esa legalidad no se restaurará mientras no se asegure
algo tan esencial como el derecho fundamental de acceso a la función pública. Se
equivoca el Gobierno de Aragón si piensa que vamos a retroceder un ápice en la
defensa de dicho derecho, empezando por la ejecución de las sentencias firmes
que obligan al Gobierno a ajustar la
Oferta de Empleo Público a la ley.
A ver si es verdad y no queda todo en palabras.
ResponderEliminarDiguem no amb Raimon.
ResponderEliminarHay que ser más firmes.
ResponderEliminar