Tal
y como señala la Ley
del Presidente y del Gobierno de Aragón (LPGA), en su artículo 6, el Presidente
del Gobierno de Aragón cesa, entre otras causas, por la “celebración de
elecciones a Cortes de Aragón”, y es lógico pues su nombramiento responde a la
confianza parlamentaria otorgada por unas Cortes que ya han sido renovadas por
el voto de los ciudadanos. Ahora bien, en tanto se constituye el nuevo
Parlamento y se procede a la investidura de un nuevo titular del Ejecutivo
autonómico, tanto el Presidente como su Gobierno continúan en funciones hasta
la toma de posesión del nuevo Gobierno. Así lo establece el artículo 21 de la
señalada LPGA.
Así
pues, nos encontramos con un Gobierno en funciones desde el pasado día 24 de
mayo, en el que se celebraron elecciones autonómicas, y dicho Gobierno está
obligado legalmente a facilitar el normal traspaso de poderes y a continuar
ejerciendo sus funciones hasta la toma de posesión de nuevo Ejecutivo. Este ejercicio debe
limitarse a los asuntos ordinarios de la gestión administrativa, pues es
evidente que las decisiones de carácter político resultan claramente extemporáneas
en este periodo de mera prolongación de la legislatura, donde la posición del
Gobierno en funciones –al igual que la Diputación Permanente
en el ámbito parlamentario- están llamadas exclusivamente a asegurar la
continuidad institucional y evitar cualquier vacío de poder o desatención de
las responsabilidades públicas.
Estamos
acostumbrados a escuchar que en el último tramo de la legislatura la Administración Pública
entra en un impasse –ante la falta de horizonte político que afecta al
Gobierno, cuya prioridad pasa a ser asegurar su continuidad en las nuevas
elecciones-, parálisis que se acentúa tras las elecciones –en mayor grado si el
partido correspondiente al equipo de gobierno sale derrotado en las urnas-, y
que puede prolongarse hasta que la Administración se reestructura y los nuevos altos
cargos asumen sus respectivas responsabilidades y toman las riendas de sus áreas
de manera efectiva. Que estos cambios se produzcan, además, en los meses de
verano aún hace más difícil y lenta la puesta a punto de la nueva Administración.
Gobernar
y administrar son responsabilidades de diferente naturaleza y su
aseguramiento exige una diferente
intensidad en estos periodos de tránsito institucional. Un Gobierno puede ver
limitadas sus facultades y responsabilidades de gobierno o dirección política, especialmente cuando
su proyecto ya no se corresponde con la mayoría parlamentaria surgida del
proceso electoral celebrado, pero en modo alguno tal circunstancia le exime de
atender el correcto funcionamiento de todos los servicios públicos y el aseguramiento
de derechos y necesidades de los ciudadanos. No cabe imaginar que las necesidades
de los centros docentes que permitan el normal inicio del próximo curso
escolar, o la tramitación e impulso de todos los programas de atención social
con los que cubrir durante estos meses las particulares necesidades de quienes
se encuentran en condiciones de especial precariedad económica, puedan verse
paralizados o descuidados, por falta de impulso político o administrativo. Menos
aún que un Consejero pueda pensar que solo le corresponde firmar resoluciones
administrativas favorables, dejando las desfavorables para su sucesor, acaso
con la oculta intencionalidad de que la
impopularidad de la decisión la asuman quienes deben estrenarse en el cargo.
Es
evidente que el debilitamiento de la gestión pública en los meses previos y
posteriores a toda cita electoral pone de manifiesto la inadecuada articulación
entre Gobierno y Administración, y el enorme desapoderamiento de los niveles
administrativos para asegurar el correcto funcionamiento de todos los servicios
públicos y procedimientos administrativos regulares en tales circunstancias de
transición. La
Administración debiera actuar como piloto automático en estos
periodos en los que toca solo administrar, y el espacio para gobernar queda
reducido a la mínima expresión. Pero poco cabe esperar de una Administración en
la que la mayor parte de sus altos cargos y jefes de servicio –por no decir su
totalidad- dependen del favor político del Gobierno de turno, y por lo tanto el
debilitamiento político de éste se traduce de forma automática en
debilitamiento de toda la estructura administrativa, cuyo nivel de
responsabilidad e iniciativa autónoma es prácticamente nulo.
Sería
deseable que quienes ejerzan las responsabilidades de gobierno en la nueva
legislatura sean capaces de abordar la necesaria profesionalización de la Administración –es decir,
cesen en la colonización política de la misma y en la discrecionalidad de la
libre designación como fórmula para cubrir todas las jefaturas de servicio-, de
manera que la renovación o cambio de dirección política que deben aportar unas
elecciones no provoque la parálisis administrativa ni conlleve la sustitución
de centenares de funcionarios por razón de confianza política, debilitando de
manera reiterada el principio de profesionalidad que debiera presidir todos los
niveles de la
Administración.
Ni
Gobierno ni Administración están autorizados para hacer dejación de sus
responsabilidades y funciones en este periodo de transición, y todos aquellos incumplimientos
en que se incurra debieran ser objeto de sanción si de ello se derivan
perjuicios para el interés general o los derechos de los ciudadanos.
ResponderEliminarPor qué ya nadie cuestiona estos ritos de paso que son los cambios de gobierno en la administración, donde los funcionarios esperan durante días y días a que se despeje el panorama y alguien marque un nuevo rumbo.
ResponderEliminarLo siento, no hago más que ver que esa Administración Pública en la que creo y a cuyo servicio expuse mi vocación, no existe. Es una cueva de ladrones. En todos los sentidos.
Y no sé cómo luchar si no es manteniendo una dignidad y un saber estar.
Si hay continuidad institucional, hay continuidad de responssabilidad.
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ResponderEliminarUn Gobierno en funciones no es un gobierno en vacaciones.
ResponderEliminarPuede valer como descripción general, pero también existen muchas excepciones, y jefes de servicio que siguen trabajando, al pie del cañón, de manera responsable.
Heraldo de Aragón de hoy:
ResponderEliminarUna sentencia prohíbe que se elija por libre designación a los jefes de servicio.
http://prensa.unizar.es/noticias/1506/150608_z0_8_h9.pdf
ResponderEliminarPero es es en el Ayuntamiento y para jefaturas de servicio. Otra sentencia dio por buena la libre designación en puestos técnicos del INAGA. En qué quedamos? Existe la seguridad jurídica?
Un gobierno en funciones sigue siendo un gobierno. Por eso no se entienden las críticas de los que se oponen a que se haya iniciado en este momento la modificación de la orden que establecerá el nuevo baremo para los concursos de funcionarios. La administración tiene trabajar con independencia y los trabajadores estamos cansados de politización. Todos esperamos que se implante un nuevo baremo, más justo, en el tiempo más corto posible.
ResponderEliminarDel "Decalogo" de Podemos Aragón:
ResponderEliminar4. Menos altos cargos; más derechos laborales y más trabajadores públicos
Se reducirá el actual número de altos cargos, asesores, conductores de altos cargos, directivos de empresas e institutos públicos y puestos asimilados al menos a la mitad del número actual, publicando previamente una relación de puestos y sueldos que toda la ciudadanía pueda consultar. Asimismo, los cargos de designación política en todas las escalas priorizarán el uso del transporte público en los desplazamientos en el desempeño de su actividad, reduciéndose la flota
de vehículos a una cobertura mínima.
Los recursos públicos ahorrados mediante esta medida, se destinarán a la recuperación de las plantillas drásticamente reducidas en los últimos años en sanidad y educación, dando prioridad al medio rural, así como a la mejora de los derechos laborales de los trabajadores de empresas públicas como Sarga o Aramón, reintegrándolos como personal de la DGA cuando su dedicación a un servicio que compete a ésta sea exclusiva.
Asimismo, se reformará la normativa legal reguladora de la Función Pública en Aragón con el objetivo de reducir la casuística de puestos de acceso mediante libre designación.
El plazo para implementar estas medidas será de 3 meses desde la formación del nuevo gobierno.
ResponderEliminarUn gobierno en funciones es un gobierno desfalleciente, cesado. Cuidado con sus decisiones de última hora, para arreglar cuestiones o dejar encarrilados temas de los que no se ha ocupado cuando era hora.
ResponderEliminarDel Blog de Andrés Morey:
lunes, 25 de mayo de 2015
AHORA TOCA GOBERNAR Y ADMINISTRAR
Las elecciones municipales y comúnitarias han supuesto un cambio sustancial y el castigo a los dos partidos más importantes también lo ha sido y muy significativo en el caso del PP. En Valencia el resultado produce un giro a la izquierda muy evidente y el PP ha pagado sus múltiples errores: corrupción, eliminación de RTVV, mala administración y falta de renovación.
Pero el castigo o los problemas no son sólo para los partidos como organización sino que puede serlo también para los ciudadanos que les votaron o para aquellos que, sin votarlos, coincidieran con su ideología formal o programática y que se sintieron traicionados o menospreciados. El giro en Valencia puede revivir etapas pasadas y vueltas a la guerra de los signos o del valenciano y catalán.
Por eso el reto de los nuevos partidos que alcancen el gobierno es precisamente el de gobernar y administrar y de hacerlo para todos y enfrentarse con la realidad y la posibilidad material o no de sus promesas que, a buen seguro, incurrirán en contradicciones y oposición entre ellas. Habrá que saber si se cuenta con los factores y medios para llevar cabo las políticas correspondientes y a qué derechos fundamentales pueden oponerse. Y para ello he repetido hasta el hartazgo lo necesaria que es una administración profesional y en este aspecto el panorama es casi desolador. Exceso de cargos de libre nombramiento, puestos de libre designación y puede que muchos funcionarios muy dependientes e imposibilitados de ejercer neutral o independientemente la función garante a la que dediqué la última entrada. Quizá en el largo periodo de los gobiernos pasados algunos funcionarios han dejado muchos heridos o enemigos.
No me quedan buenas sensaciones y percibo posibles malos vientos y algún que otro temblor y son previsibles excesos legislativos; espero equivocarme.
Los funcionarios de libre designación en legislaturas anteriores serán los que se adjudiquen en futuros concursos los puestos "despolitizados". Ya no ocuparán los puestos de forma temporal sino vitalicia. Eso si que es casta. Cuestión de tiempo....
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