La
realidad de la
Administración no puede entenderse sin reconocer el hecho de
que muchos responsables y funcionarios públicos han renunciado
al principio de exigencia que obliga a gestionar con eficacia y respeto a la legalidad. Hay proyectos que no salen, normas que decaen por falta
de impulso, y a nadie parece importarle. No hay cultura ni compromiso con los
resultados, en muchos casos el trabajo carece de calidad porque se sabe
condenado al fracaso. De todo eso hay abundantes ejemplos en la actual
legislatura.
Ni
la calidad ni el cumplimiento de las normas –objetivo que parece inalcanzable
en estos momentos-, ni la satisfacción del interés general ni el servicio eficaz
a las necesidades de los ciudadanos parecen hoy verdaderos compromisos de la Administración de la Comunidad Autónoma.
La carencia de objetivos en la gestión es manifiesta y el poco escrúpulo en la
tramitación de los procedimientos es noticia constante en la prensa –basta con
observar la gestión del Ingreso Aragonés de Inserción o la falta de reconocimiento de
las prestaciones a las personas en situación de dependencia, pero se podrían
señalar con total seguridad otros muchos ejemplos-, si bien todo ello parece
insuficiente para generar un verdadero cambio de actitud por parte de los
gestores públicos, instalados en su lógica de ineficiencia y de autojustificación.
Necesitamos
una reacción generalizada frente a este estado de cosas, rechazar las rutinas y
las inercias que nos han conducido al actual nivel de inoperancia en amplias parcelas de la Administración Pública.
La calidad de la gestión queda permanentemente cuestionada en los informes
emitidos por el Justicia de Aragón y la Cámara de Cuentas –que no muestran sino una mínima
parte de las deficiencias de la gestión pública-, sin que ello merezca la menor
autocrítica por parte de los responsables públicos. Resulta más sencillo
descalificar al órgano de control, y seguir negando la evidencia del profundo
deterioro de la gestión pública.
El
cambio de legislatura constituye una magnífica oportunidad para superar la
insostenible actitud que tantos mantenemos en el ámbito de las Administraciones
Públicas, aceptando, como si fuera una fatalidad inevitable, el continuo
incumplimiento de las normas o el despilfarro injustificable de recursos públicos.
Sin legalidad, profesionalidad y ética pública, no cabe esperar que los
ciudadanos reconozcan ninguna legitimidad social a quienes trabajamos en las
Administraciones Públicas.
Confiamos
en que la nueva realidad política resultante de las elecciones del próximo 24
de mayo de 2015 abra una oportunidad real para someter a crítica la situación
de la gestión de los servicios públicos y posibilite afrontar, sin complejos de ningún
tipo, todas las deficiencias que aquejan a las Administraciones públicas
aragonesas, rechazando la inercia y la inacción a la que tantos parecen haberse
abandonado en estos años, con total dejación de su deber de responsabilidad y su obligado compromiso
con la legalidad y la eficacia.
ResponderEliminarTal vez estemos perfectamente instalados y no seamos sensibles a estas cosas.
ResponderEliminar¿Cómo se hace?
por ejemplo , con unos buenos secretarios generales técnicos comprometidos con el cambio, una reforzada DG de Función Pública y el apoyo de los GGPP que se comprometan ; y con la ayuda de cientos de funcionarios que sin duda se adherirán a un proyecto como ese , claro en objetivos y en el que se evalúen los resultados por los propios agentes
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