Resulta
particularmente inexplicable la persistente degradación del régimen de acceso a
la función pública que se sufre tanto en la Administración de la Comunidad Autónoma
como en muchas otras Administraciones Públicas de nuestro país. La realidad que
se vive en las Administraciones, en materia de función pública, podría llevar a
pensar que el Estado de Derecho y el principio de legalidad han quedado
temporalmente suspendidos con la excusa de la crisis económica, de manera que
sobre la ley se impone la voluntad arbitraria del Gobierno, y los derechos de
los ciudadanos han quedado desplazados por los intereses de determinados
colectivos, quebrándose no solo la seguridad jurídica sino también la igualdad
de todos ante la ley.
No
es posible que servicios públicos de tanta trascendencia como la educación
puedan ser objeto de informaciones tan reveladoras sobre su nivel de
descomposición como la que hoy ofrece la prensa aragonesa, donde tanto los
responsables del Departamento –empezando por la Consejera Dolores
Serrat- como los diferentes sindicatos educativos parecen haber desistido del
respeto y de la exigencia de la legalidad, para adentrarse en el campo de la
arbitrariedad y del decisionismo, lo que nada tiene que ver con nuestro modelo
constitucional ni con nuestra ordenación de la Administración Pública.
Nada
autoriza al Departamento de Educación a inaplicar la ley y acordar la no
celebración de oposiciones –con el pretexto de acumular las plazas a una próxima
convocatoria-, pues tal posibilidad no se contempla en el vigente régimen de
acceso a la función pública y constituye una flagrante vulneración del
contenido del Estatuto Básico del Empleado Público y, por extensión, del artículo
23.2 de la Constitución
Española.
Por
otro lado, el proceso de creciente patrimonialización de la función pública por
parte de determinados colectivos –puesto de manifiesto con el uso de
expresiones como “efecto llamada”, que revela la voluntad de reservar las
plazas públicas para un círculo reducido de candidatos, o con normas de acceso
que privilegian la previa actividad como interinos a las notas obtenidas en los
ejercicios de la oposición- muestra el grado de "adaptación" de numerosos
interesados al actual escenario de incumplimientos y arbitrariedades, lo que
solo contribuye a su mantenimiento y perpetuación.
Hay
que restaurar la legalidad y la garantía del pleno ejercicio de los derechos de
todos los ciudadanos a acceder a la función pública –la residencia
administrativa no puede ser un criterio de preferencia ni un requisito encubierto de participación
en los procesos selectivos- y hay que romper los actuales círculos viciosos de
intereses que solo contribuyen a deteriorar cada día más el funcionamiento de
nuestro Estado de Derecho y a relajar el
deber de todo responsables público de cumplir y hacer cumplir las leyes.
Hay
quienes creen que el daño de ciertas medidas adoptadas por los actuales
responsables políticos se centran exclusivamente en los derechos sociales
propios del Estado de bienestar, pero resulta todavía más preocupante el vaciamiento
que estamos sufriendo en las reglas de funcionamiento del Estado de Derecho,
pues el sometimiento del poder a la ley es el rasgo propio de un sistema democrático
de gobierno, y su quiebra nos puede privar de nuestra condición más básica de
ciudadanos, por lo que la lucha por el Derecho –la defensa del Estado de
Derecho- ha de ser una prioridad absoluta.
ResponderEliminarClaramente prioritaria la defensa de la legalidad,si no ¿a merced de quién quedamos?
Da grima leer las noticias sobre el estado del personal docente, pero este problema viene de atrás, parece ser.
ResponderEliminar