Las
cuestiones que afectan a la comunidad deben ser objeto de deliberación pública,
con el fin de adoptar posibles decisiones tras un debate racional. Debatir la
naturaleza y alcance de los problemas que nos afectan y buscar las soluciones más
idóneas a los mismos es el contenido propio de la discusión ciudadana. Para
ello, debe evitarse la comodidad de la inhibición –el desentenderse de aquello
que concierne a todos- y debe también excluirse el falseamiento deliberado de la realidad, pues ello hace que el debate público
resulte falaz e infructuoso.
La
pasividad, con frecuencia, contribuye a agravar los problemas o a consolidar
las irregularidades, haciendo luego más difícil su corrección. Vemos la
dificultad que supone, dada la dimensión del problema, corregir la temporalidad
en la función pública o tratar de reducir la provisionalidad en el desempeño de
los puestos de trabajo. Cuando el funcionamiento ordinario de los sistemas de
selección o provisión no se produce, los procedimientos extraordinarios
conllevan necesariamente efectos indeseados tanto sobre la situación de las
personas afectadas como sobre la propia organización, que se ve sometida a
tensiones inusuales.
Confiamos
en que los numerosos debates que hemos de mantener para sacar adelante una
ordenación de la función pública y una puesta a punto de la Administración Pública,
que sirva al interés general y actúe como la estructura propia de un Estado de
Derecho, tengan lugar y se ajusten a las condiciones necesarias para que resulten útiles, de modo que
posibiliten el libre intercambio de planteamientos y las aproximaciones
suficientes para hallar las fórmulas más adecuadas.
No
ha de escatimarse esfuerzo de análisis, capacidad de razonamiento y de diálogo
y claridad en la definición de los objetivos a alcanzar, pero en particular
debemos desprendernos del lastre del escepticismo y del fatalismo que nos llevan
a pensar, equivocadamente, que las cosas no tienen solución y que no hay
remedio al nivel de deterioro alcanzado por nuestras instituciones públicas. Nadie
puede participar en un debate positivo desde el convencimiento de que no hay
solución posible a la insatisfactoria situación actual.
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