Conforme
transcurre la actual legislatura, el deterioro o deriva de la función pública
no cesa de agravarse. A la crisis de legalidad de la anterior legislatura hay
que añadir la crisis de dirección que se padece en la actual, con falta de
objetivos y de equipos, con falta de proyectos y de integración de los
profesionales en líneas de trabajo de interés, en las que sea posible reconocer
los rasgos distintivos de la función pública.
La
desprofesionalización de la función pública se ha acrecentado en esta primera
mitad de legislatura y a ello ha contribuido una mala selección de equipos
directivos y una falta de comunicación interna en la organización. Es difícil
hoy encontrar a un solo funcionario que crea que está dentro de una organización
que cuenta con una dirección solvente y previsible, comprometida con la
legalidad y la mejora del servicio a los ciudadanos, dispuesta a confiar en los
profesionales de la organización y a exigirles compromiso con el interés
general. El discurso de la austeridad y de la reducción del gasto público
requiere de una ejemplaridad y de una empatía social –externa e interna- que ha
faltado clamorosamente. Con una Administración instalada en la rutina y la apatía
es imposible construir una sociedad con servicios de calidad y verdaderos
valores democráticos.
Sin
embargo, al reciente proyecto de ley de calidad de los servicios públicos, se
añade hoy el avance de la futura ley de función pública, escenificando con ello
una retórica que poco tiene que ver con la realidad de la función pública,
mostrando el gran divorcio que hay entre los proyectos normativos y la vida
diaria de los diferentes servicios, entre el discurso hacia los medios de
comunicación y la opinión pública y el mutismo interno, donde ni un solo
responsable departamental es capaz de cohesionar e ilusionar a los funcionarios
públicos que dependen de él, a los que suele mirar con indiferencia,
desconfianza o desprecio.
No
hay liderazgo, porque sin ética no es posible ningún liderazgo. El nivel
directivo de la
Administración carece de autoridad, esa combinación de
competencia y compromiso que hace que los funcionarios consideren que su
esfuerzo profesional se aplica a programas o medidas válidas y dotadas de
sentido. Está claro que el objetivo de esta legislatura no es la regeneración de
las instituciones públicas y la profesionalización de la Administración, a
pesar de las proclamas que se hagan en tal sentido hacia la galería. La
realidad desmiente constantemente cualquier objetivo de mejora efectiva, y sin
embargo no es posible resignarse y aceptar el actual estado de cosas.
La
pérdida de identidad de la
Administración Pública y de la función pública
que la sirve y hace funcionar será causa y resultado de la pérdida de sentido
del trabajo de los miles de profesionales que diariamente acuden a su puesto de
trabajo. No basta que cada cual cumpla correctamente con su labor –aunque eso
sería necesario y totalmente exigible-, ya que la Administración
requiere organización, dirección, coordinación y motivación, y este equipo de
Gobierno y su nivel de dirección han demostrado en esta primera mitad de
legislatura su falta de capacidad y de voluntad para reconstruir una
Administración profesional capaz de cumplir su cometido constitucional, como es
el servicio objetivo al interés general con eficacia y pleno sometimiento a la
ley y al derecho. Lógica consecuencia de todo ello es la crisis de identidad
que padece la función pública y el clima reinante de desmotivación y de
pesimismo respecto al futuro de la Administración Pública.
ResponderEliminarPregunten por los males existentes y por la posibilidad de que se corrijan.
Noticia de prensa:
ResponderEliminarEl consejo de Gobierno aprobará hoy el anteproyecto de la Ley de Función Pública, que adapta la norma estatal a la autonómica con siete años de retraso. El consejero de Hacienda, José Luis Saz, avanzó ayer los principios que regirán la ley, que pretende eliminar prácticamente el acceso al empleo público mediante relaciones laborales y eventuales y basarlas en su gran mayoría en los concursos y oposiciones, para que así se primen los criterios de "igualdad, mérito y capacidad".
En palabras del consejero Saz, "el personal laboral será una excepción", y recordó --a preguntas de los medios, que un anteproyecto que nunca vio la luz en la pasada legislatura preveía que este tipo de empleados tuvieran más peso que los que se crean mediante oposiciones o concursos. La ley también suprime los cinco niveles de funcionario que hay en la actualidad para adaptarlos en la normativa estatal y solo tendrá tres cuando se apruebe esta ley, previsto para octubre, ya que ahora se abre un proceso de participación con los sectores implicados y concluirá con la negociación con los sindicatos.
ResponderEliminarAunque no se conocen todavía los detalles --hoy se colgará el anteproyecto en la web del Gobierno de Aragón www.aragon.es-- también se regulan los puestos directivos de determinadas áreas de la administración y las empresas públicas, y qué condiciones se deben reunir para optar a esos cargos.
Los distintos reglamentos que se aprobarán en el periodo de vacatio legis, entre el final de la ley vigente y la que se apruebe, regularán también las condiciones del complemento de productividad, un incentivo salarial que se va a ir incorporando paulatinamente en todas las áreas de la administración.